Durante años, Twitter ha luchado para intentar captar cada vez más anunciantes. Pese a ello, este miércoles, sus manejadores decidieron prescindir de los anuncios políticos.
La red social Twitter, uno de los mayores símbolos de cómo Internet ha cambiado las reglas de la política en todo el mundo en la última década, prohibirá los anuncios políticos en su plataforma. Lo anunció el fundador y director ejecutivo de la empresa, Jack Dorsey, en una serie de mensajes en los que explicaba que “el alcance de un mensaje político debería ser algo que se gana, no que se compra”. La decisión es radicalmente opuesta a la actitud de la plataforma Facebook, que ha dejado claro en semanas recientes que piensa poner sus herramientas al servicio de cualquier campaña sin hacerse responsable de la desinformación, de acuerdo a un reportaje publicado por el periódico El País.
“Un mensaje político gana influencia cuando la gente decide seguir una cuenta o retuitearlo. Pagar por tener más alcance elimina esa decisión y obliga a que los mensajes políticos sean optimizados y dirigidos. Creemos que esta decisión no debería ser limitada por el dinero”, dice Dorsey.
“Si bien la publicidad en Internet es increíblemente poderosa y muy efectiva para los anunciantes comerciales, ese poder tiene riesgos importantes en política, donde se puede utilizar para influenciar los votos y afecta a las vidas de millones de personas”,comenta Dorsey.
La evidencia de que redes sociales como Twitter y Facebook son un nuevo actor en el discurso político con una influencia que puede llegar a cambiar el rumbo de países enteros en poco tiempo se hizo patente en 2016. El mundo vio entonces como la campaña de Donald Trump en la elección presidencial de Estados Unidos; la campaña a favor del Brexit o la campaña en contra del acuerdo de paz de Colombia, triunfaban en las urnas sorprendiendo a la política convencional. Son campañas que movilizaron a través de las redes grupos de votantes muy específicos, a los que las redes permiten apuntar con precisión quirúrgica, y cuyas intenciones pasaron bajo el radar de las encuestas y la política tradicional.
En las redes, además, el mensaje político se mezcla con las opiniones personales de cientos de millones de personas y no está sometido a reglas, por lo que apenas hay controles o manera de contrarrestar la desinformación y los bulos. La información va directamente de una campaña o de un grupo de interés al usuario específico al que quiere convencer, sin contexto ni posibilidad de exponerle a otras ideas. El escándalo de la empresa Cambridge Analytica, que utilizó datos obtenidos de Facebook para localizar con enorme precisión los votantes que podían darle a Trump la victoria, reveló al mundo la forma en que se pueden utilizar las redes.