El cuerpo humano es una máquina sorprendente. Poseemos partes que no necesitamos para vivir. Las amígdalas, por ejemplo, aunque nos protegen de una invasión bacteriana a través de las vías respiratorias, no son imprescindibles.
Lo mismo ocurre con el apéndice, el bazo, los pezones masculinos, los aparatos reproductores, tanto masculinos como femeninos, o la vesícula.