Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos. Por lo tanto, si nuestro enemigo tiene hambre, démosle de comer; si tiene sed, démosle de beber. Si así lo hacemos, haremos que éste se avergüence de su conducta.” (Romanos 12:18, 20).
Al leer esta cita, podría pensar que es una utopía pretender actuar en base a estos principios. Por lo general, hay una tendencia a querer pasar facturas a todos aquellos que, de una forma u otra, nos han dañado o cometido algún tipo de agresión. Si intentáramos entender y, más que esto, incorporar lo señalado en estas líneas, sería más que suficiente para llevar una relación sana con los que nos rodean.
Cada vez más, vemos los anuncios de congresos, seminarios o eventos dirigidos precisamente a enseñar “técnicas”, como si fuesen recetas de cocina, para vivir en paz; fotos y anuncios de lugares ofertados como paraísos en los cuales podrás ir y encontrar “paz”. Lo que no ha entendido el ser humano es que, para el logro de la misma, basta con solamente hacer una introspección acerca de cómo está tu vida en relación a ti mismo y, por ende, tu interacción y manejo con los que te rodean, especialmente dentro del seno familiar. Existe un dicho popular que dice: “Para pelear, tienen que haber dos.”, por tanto, si tú cedes ante cualquier tipo de agresión, inmediatamente terminó el conflicto. Esto no quiere decir que no habrá momento en el cual tengas que defender tu posición, sin embargo, pequeñas cosas han desencadenado situaciones tan complejas y lamentables que han traído hasta pérdidas de vida.
Dentro del entorno familiar, pequeñeces traen conflictos y, los mismos, crecen de forma tal, como bacterias mortíferas, que destruyen a todos los que a ella la forman. Pero, hay una parte, y es lo que dice también este pasaje, que provoca una sensación tan grande, y es cuando, hacia aquel que te ha dañado, ante la primera oportunidad que se te presente, haciéndole tú un bien. Todo esto parece hasta imposible de lograr, no obstante, insisto en cómo se gastan millones en cursos para crecer, bastando solamente con aprender que nadie puede tener paz hasta tanto no se logre sacar sentimientos en contra de otros, especialmente hacia los más cercanos y, en ocasiones, a nuestros progenitores.