Desde la perspectiva nutricional, en ausencia de patologías fisiológicas, aumentamos de peso porque consumimos más energía que la que requerimos para satisfacer las necesidades de nuestro organismo.Recordando la física y los principios de la termodinámica, sabemos que la energía siempre se conserva, puede transformarse pero no perderse.
Los macronutrientes (proteínas, hidratos de carbono y lípidos) nos aportan la energía química que luego se transforma en calor y demás tipos de energía involucrados en todas las funciones orgánicas, desde el movimiento muscular o del corazón, hasta las actividades de las neuronas.
La primera energía que utilizamos es la de los carbohidratos (arroz, harinas, pan, papa, pastas, yautía, yuca, batata, plátano, etc.) Estos nutrientes nos aportan 4 kilocalorías por cada gramo. En tanto, los lípidos o grasas (9 kilocalorías por gramo) son nuestra fuente energética de reserva; la utilizamos cuando se agota la de los carbohidratos, que se almacenan en el hígado como glucógeno.
Más energía que la que el cuerpo necesita, consume o “quema”, se acumula como tejido adiposo o “grasa”.
Cuando se trata de adelgazar las grasas aparecen como el principal enemigo. Sin embargo, hay que decir que el cuerpo no puede prescindir de los lípidos. Se recomienda un porcentaje diario de grasas de 30%, proveniente fundamentalmente de fuentes insaturadas. Asimismo, necesitamos un 15% de proteínas y algo más de 50% de carbohidratos.
Entonces, mantener un peso adecuado viene de dieta equilibrada y no sedentarismo, hacia asegurar balance energético.
Lo de “dieta equilibrada” puede lucir más fácil de decir que de hacer. La vida de hoy parece estar hecha para que nos pasemos el día comiendo y las más de las veces se trata de calorías vacías (dulces, gaseosas, pastelería, frituras, etc.)
Pero si reflexionamos en que el sobrepeso y la obesidad no son solamente antiestéticos “chichos”, sino factor de riesgo para la enfermedad crónica, incluyendo el cáncer, aquilataremos la importancia de alimentarnos correctamente.
Aprender a comer para vivir y no vivir para comer es posible, sin sacrificar nuestra felicidad y ánimo. Si enfrentamos sobrepeso el profesional de la nutrición puede diseñarnos el programa dietético para recuperar el equilibrio.
Cada individuo es único y a partir de la realidad individual, hay principios generales para aplicar pero no fórmulas mágicas. En ese sentido, el profesional de la nutrición debe de valerse tanto del conocimiento científico como del sentido común (muchas veces el menos común de los sentidos).