En estos días, de camino al trabajo, en la radio escuché una canción del cantautor dominicano Anthony Ríos, en cuyas letras hacía referencia a las muchas veces y por las muchas cosas que debía perdonar a una persona con la cual se supone sostiene una relación sentimental.
En sus letras, el autor advierte que aplicará la ley de equivalencia, para que tanto aquel que perdona constantemente al otro, sea merecedor del mismo trato, cuando cometa algún “error”.
Es decir, que también reciba el perdón, cuando cometa una de las acciones que ha tenido que perdonar en el otro. Muy justa reflexión. Así debe ser.
En las relaciones interpersonales de toda índole, los involucrados se la pasan perdonándose unos a otros. Eso sí, siempre uno de los dos, precisamente el que más reclama, es el que tiene que perdonar más y peores cosas. Algunas hasta atentan contra la dignidad, algunas, hasta te ponen en ridículo, te humillan.
Perdonar es bueno, no para el que ha faltado, sino para quien ha salido lastimado, pues guardar rencor solo hace daño al alma que se convierte en depositaria de ese resentimiento. Además, perdonando es como nos hacemos merecedores del perdón de los demás.
Las mentiras son las heridas que más nos obligamos a perdonar. Cuando alguien nos niega lo que es evidente, lo que todos saben y comentan, nos está mintiendo.
Cuando alguien se niega a respondernos una pregunta y lo hace haciéndose el ofendido, por temor a confirmar lo que el otro le está preguntando, nos está mintiendo. Cuando alguien niega un vínculo con alguien más y te dice que no hay nada que ocultar, que puedes estar confiado, sabiendo que está faltando a la verdad, te está engañando.
Sin embargo y pese al dolor inicial, al final perdonamos. Al final, lo perdonamos todo y olvidamos cualquier mal rato.
Pero si ocurriera el caso, de que aquel que recibe tantas muestras de indulgencia, se encontrara en la situación contraria, de seguro le sería muy difícil perdonar, sin antes pensarlo mucho, sin antes sentirse profundamente lastimado. Eso sí, siempre perdonar será lo mejor, y como manos que dan esperan, “perdón igual que tú demando…vete preparando… a perdonarme a mí”. l