El Premio Nobel de Medicina recaído en los estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W “por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano”, ha impregnado vibrante actualidad al tema de nuestro “reloj biológico”.
El pasado martes tratamos aquí la relación entre horarios de alimentación, ritmo circadiano y metabolismo y en una casualidad muy grata, ese mismo día tuvimos la buena nueva del galardón, que ha vigorizado el interés de la gente en conocer más sobre el ritmo circadiano y su vinculación con nuestro positivo desempeño biológico y salud general.
Propicio entonces continuar adentrándonos en este fascinante conocimiento que convoca a la comunidad científica a alentarnos a sincronizar nuestro estilo de vida con la rotación planetaria, y hoy nos enfocamos en el aspecto de ritmo circadiano y sueño.
“Vivimos en una sociedad donde el sueño no se respeta”, dijo Eve Van Cauter, profesora de medicina en la Universidad de Chicago, pero el sueño, los ritmos circadianos y el metabolismo constituyen una “tríada inseparable”.
La vida sedentaria no es opción saludable y a veces debido al estilo de vida, la posibilidad de ejercitarnos reside en hacerlo tempranito en la mañana o tarde en la noche. En cualquier caso, si nos privamos de dormir lo suficiente para hacer ejercicio, tendremos resultados desalentadores.
“Estar privado de sueño y pretender perder peso son contradictorios; para optimizar la pérdida de peso es necesario dormir, el sueño debe ser considerado un pilar de la salud junto con la nutrición y el ejercicio”, enfatiza Van Cauter.
Comenta que la restricción del sueño también aumenta el hambre. Restaurar el sueño normal puede ayudar a revertir estos efectos nocivos: “Es muy importante examinar la posibilidad de que la optimización del sueño podría ser una intervención de estilo de vida que podría tener más éxito que la restricción dietética o el ejercicio. Es una cosa más que la gente puede hacer”, enfatiza la especialista”.
Se ha demostrado que el sueño insuficiente tiene un impacto nocivo en la tolerancia a la glucosa en muchas poblaciones, incluyendo adultos sanos, niños, pacientes hospitalizados y en aquellos con diabetes.
Reduce la tasa metabólica en reposo a un grado suficientemente grande que podría traducirse en una ganancia de peso de más de más de 12 libras al año.
Asimismo, los trabajadores con turnos nocturnos u otros horarios fuera de sincronía con el ciclo de luz y oscuridad tienen un mayor riesgo de aumento de peso y diabetes.
Incluso las personas sin horarios laborales inusuales pueden estar en riesgo de alteraciones del “reloj”. Debido a la contaminación lumínica y al creciente uso nocturno de lámparas y dispositivos electrónicos que emiten las mismas longitudes de onda de luz que el sol, muchas personas, por lo demás sanas, pueden experimentar alteraciones del sueño o perturbaciones circadianas.