Soraida Vásquez Nova
Profesora de Tiempo Completo, PUCMM Departamento de Estudios Generales
En la República Dominicana han existido mujeres sin historia escrita, condición presente en la maestra Leonor M. Feltz. Mujer de excelsa cultura literaria, poco se ha escrito y se conoce de ella, como reconocimiento a su labor educativa le asignaron su nombre a una calle en Santo Domingo y una escuela en Barahona. Pero su aporte en la formación de maestras normalistas se mantiene en brumas, ausente en la historia de la cultura dominicana.
Las referencias acerca de su nacimiento son confusas. Mientras Mercedes García Siragusa y Bernardo Vega señalan que su origen es desconocido Julio Jaime Julia en su libro Haz de Luces (p. 32) dató su nacimiento el 11 de diciembre de 1870. Acogida por su mentora Salomé Ureña, desarrolló un intelecto analítico y crítico, y de ella heredó su abnegación por la formación de la mujer.
Perteneció al primer grupo que se tituló como Maestra Normal en 1887 y se dedicó a formar nuevas generaciones. Su capacidad intelectual y estilo literario fueron atributos de la formación adquirida, asimismo, le facilitaron integrarse al equipo docente del Instituto de Señoritas.
Como maestra laboró en El Liceo Dominicano y dirigió la Escuela Padre Billini, también fue la primera mujer en dirigir el Museo Nacional. Aunque perteneció a la sociedad de segunda y desposeída de bienes económicos, se destacó como formadora de maestros. Sin escatimar esfuerzos enfrentó diversas adversidades para subsistir, pues la carencia económica, siempre le acompañó.
En el libro Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, editado por Bernardo Vega, se señala que Ureña se refirió a ella como “la mujer más ilustrada de Santo Domingo”, también destacó la distinción de su madre hacia quien fuera maestra de su hijo. Además, la describió como una joven de solidez intelectual, con aptitudes para la psicología y gusto del buen estilo literario. A través de la distancia, maestra y alumno agotaron jornadas de comentarios y reflexiones de obras literarias escritas por autores nacionales y extranjeros.
Interesada por ampliar el conocimiento de las tendencias literarias creó un espacio donde realizaba encuentros con personalidades del ámbito intelectual de la época. En ellos exhibió sus dotes intelectuales, fortalecidos con lecturas y análisis de destacados filósofos y literatos nacionales y extranjeros. Así fortaleció su intelecto y el gusto por la buena lectura. Sus escritos “El amor redime”, “Bodas de Plata” y “Nostalgia” publicadas en la revista Letras y Ciencias, manifiestan su espíritu sensible y estilo literario de tendencia modernista.
Además de otros poemas y breves ensayos, sus escritos muestran preocupación y reflexiones críticas y, pesimistas sobre la decadencia cultural y las revoluciones que azotaron al país. En 1901 el Plan de Estudios de Hostos produjo un debate público que involucró a sectores sociales de Santo Domingo y otras provincias. Su discipulado consideró que “se erguía la tea disociadora contra los cambios sociales”.
Como testigo Leonor describió la condición del país y manifestó: “Es bien triste ver cómo en sociedades tan pequeña como esta, que debían aunarse todos los elementos, absolutamente todos, para defendernos civilizándonos, surjan a cada paso divisiones que no hacen más que poner de manifiesto nuestra ineptitud para vivir y llegar a ser un pueblo pequeño, pero civilizada”. Defendió el programa pedagógico hostosiano por sus fundamentos formativos y porque legitimó su propia historia. Como otras de su generación asumió que la educación era el camino más acertado para la concienciación pues, era garantía para construir la nación.
En 1901 le describió a Pedro Henríquez Ureña la controversia respecto al contrato con la Improvement y exteriorizó su pensamiento político crítico al exponer: “Su no aprobación se debió (…) entre otras cosas, a miras de carácter político. Este es un período de ambiciones desmedidas, de deslealtad, de inconsistencias. Las rencillas entre dos antiguos compañeros que respondían a los mismos lineamientos políticos los separaron por siempre y su lucha por el poder cada uno atrajo seguidores de caracteres distintos (…)”. La maestra al describir los líderes manifestó su aversión y usó epítetos de forma muy singular, pero, sobre todo, cuestionó su falta de carácter.
En abril de 1902 comentó a Pedro los últimos sucesos políticos causado por la guerra civil, reflexiva y apática escribió: “De todos modos es el desastre, no para el gobierno que caiga o triunfe, no para Horacio, no para éste o aquel caudillo, sino para la patria que agoniza estrangulada por sus propios hijos. ¡Qué tristeza, qué desaliento! (…) Yo me siento triste, profundamente triste ante el espectáculo de una guerra civil acaso (…) terrible”.
En 1907 estuvo preocupada por el debate sobre la crisis financiera y la presión de Estados Unidos para firmar la Convención Domínico-Americana. En febrero de ese año escribió a Pedro: “Qué falta de aspiración, qué inercia, qué desidia pensarás tú, pero has de saber que en mí predomina la tristeza y la pereza característica de nuestra raza (ni siquiera la arrogancia) que la vejez acentúa cada vez esas cualidades negativas. Tan anulada me siento que me queda “ni dolor de no ser lo que yo hubiera sido”.
Paradoja histórica, su inteligencia no impidió que sucumbiera a la tristeza y frustración. Entre las últimas cartas desnuda su alma, el 1 de agosto de 1910 le expresó a Pedro: “Tengo en mí rara sensación de un ser que hubiese muerto sin llegar a realizar sus aspiraciones. Acaso te parecerá extraño; pero es así. Llevo una vida necia, estúpida, opuesta en todo a mis gustos y sentimientos consagrada a un solo culto, sacrificada a un solo objetivo: ¡el deber!”. A partir de entonces, silenció su pluma y espíritu literario. Su producción se redujo y se dedicó a otras labores.
Según una nota luctuosa, publicada en La Nación el 18 de marzo de 1948, Leonor renunció del cargo de directora en la Escuela Padre Billini en 1932 y pasó a ocupar la dirección del Museo Nacional. Al producirse su deceso el mismo periódico exaltó sus cualidades al escribir: “La intelectualidad vernácula pierde con Leonor Feltz una de las figuras representativas del pensamiento femenino y la colectividad nacional a uno de esos ya raros ejemplares de mujeres superiores enriquecidas del exquisito señorío que se revela hasta en la elegancia y el reposo de los ademanes, como exteriorización de la nobleza de su espíritu y de la integridad de su carácter”.
No basta con el nombre de una calle o escuela, el confinamiento al olvido de su labor como maestra normal y como especialista en las artes literarias debe dirigirse a un estudio que la integre a la memoria histórica nacional.
Centro estudios caribeños. PUCMM.