Regalar en la temporada navideña no guarda relación alguna con la conmemoración del nacimiento de Jesús, como muchos piensanAunque el verdadero regalo de la Navidad está representado en el Nacimiento de Jesús, dado por un padre a todos sus hijos “porque de tal manera amo Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”, Juan 3:16.
Ese primer regalo es un regalo de amor, de vida, de paz y de esperanza.
Así, la tradición de hacer regalos en Navidad no guarda relación alguna con la conmemoración del nacimiento de Jesús, de hecho, esta costumbre no se originó en el cristianismo como algunos piensan. Es una tradición pagana. No tiene conexión clara con la fe cristiana.
La tradición de dar regalos se remonta al festival romano de los Kalends y se llevó a cabo el primer día de enero durante el solsticio de invierno. El Emperador Romano recibió obsequios de sus admiradores, según se había solicitado. Celebraban con alegría la llegada de un nuevo año.
Al principio se obsequiaban ramas de hoja perenne, pero estas ramas no eran propiamente regalos. Con el tiempo, las ramas de hoja perenne fueron sustituidas por regalos de miel y pasteles, símbolos de un nuevo año colmado de dulzura y prosperidad.
En Estados Unidos la costumbre de obsequiar en Navidad inició en la década de 1800 en la ciudad de Nueva York, práctica cultural que todavía esta vigente hoy en día.
En su afán de conectarla a la fe cristiana, algunas familias estadounidenses habían establecido una Navidad de tres regalos en un esfuerzo por vincular la práctica con la generosidad de los tres reyes magos. Aun así, no existe un amplio precedente histórico para este vínculo.
La comercialización que caracteriza a la temporada navideña ha sido duramente criticada por los líderes religiosos, porque entienden que viene a desvirtuar el verdadero sentido de esta conmemoración: el nacimiento de Jesús.
En nuestro país la costumbre de obsequiar en Navidad constituye un extendido ritual aprovechado por el marketing corporativo disparando un abanico de ofertas dirigidas a todo un universo de público presto a consumir.
En su libro The Battle for Christmas, el historiador Stephen Nissenbaum presenta la reinvención de las fiestas en el siglo XIX como un triunfo de las élites de Nueva York sobre las clases trabajadoras emergentes de la ciudad. La población de Nueva York creció casi diez veces entre 1800 y 1850, y durante ese tiempo las élites se asustaron cada vez más de los tradicionales rituales de diciembre de “inversión social”, en los que las personas más pobres podían exigir alimentos y bebidas a los ricos y celebrar en las calles, abandonando restricciones similares a la noche de Halloween o la víspera de Año Nuevo.
Estos rituales, que ocurrieron en cualquier momento entre el Día de San Nicolás (un día de fiesta católica observado en Europa el 6 de diciembre) y el Día de Año Nuevo, han sido durante siglos un medio para aliviar el descontento de los campesinos europeos (o esclavos estadounidenses) durante el tiempo de inactividad del ciclo agrícola.
En su artículo publicado en diciembre de 2015, Paul Ringer sostiene que, en respuesta a estas preocupaciones, un grupo de hombres ricos que se autodenominaban los Knickerbockers inventaron una nueva serie de tradiciones para esta época del año que poco a poco fue trasladando las celebraciones navideñas de las calles de la ciudad a sus hogares.
Presentó estas tradiciones como una revitalización de las costumbres holandesas practicadas en Nueva Amsterdam y Nueva York durante el período colonial, aunque Nissenbaum y otros estudiosos han establecido que estos supuestos antecedentes en gran parte no existían en América del Norte. A partir de dos colecciones de Washington Irving, su miembro más conocido, estos neoyorquinos experimentaron con fiestas nacionales en el Día de San Nicolás y el Día de Año Nuevo hasta que otro miembro del grupo, Clement Clark Moore, solidificó la tradición de celebrar en Navidad con su poema enormemente popular “A Visit from St. El San Nicolás que Moore presentó en su famoso poema no fue una invención al por mayor, pero al igual que las otras tradiciones que los Knickerbockers tomaron prestadas y transformadas, él no era una parte bien establecida de los rituales de vacaciones de invierno en Nueva York. Del mismo modo, su entrega de regalos a los niños se alineó con una nueva práctica emergente en la década de 1820 en Nueva York, aunque la entrega de obsequios caseros durante las vacaciones de invierno parece haber comenzado a fines del siglo XVIII. El poema de Moore no explica por qué los niños reciben regalos en Navidad, aunque claramente tienen la expectativa de recibir obsequios especiales.
Las tradiciones navideñas posbélicas siguieron esta tendencia más amplia, enfocándose más en los niños, particularmente a través de la imagen reconstruida de San Nicolás. St. Nick de Clement Clark Moore era un elfo que era alegre pero también un poco aterrador (como lo indica el repetido recordatorio del narrador de que no tenía “nada que temer”). Durante la década de 1860, el dibujante Thomas Nast creó una nueva imagen de Santa Claus que reemplazó esta figura ambigua con un personaje cálido y abuelo que a menudo aparecía con sus brazos llenos de muñecas, juegos y otros juguetes seculares. Una de las primeras publicaciones en las que apareció la figura de Papá Noel de Nast fue en el número de diciembre de 1868 de la revista Hearth and Home.
Cualquiera haya sido su origen, pagano o no, para los dominicanos, como muchos otros países alrededor del mundo, una Navidad no se concibe sin obsequios. Ocasión oportuna para halagar, distinguir, agradecer y, por qué no, reafirmar nuestros afectos. Si bien el comercio se emplea a fondo para motivarnos, no es menos cierto que en esta época del año la generosidad hace su papel mientras la nostalgia se apodera de nosotros y hacemos propicia la ocasión para obsequiar no solo a nuestros seres queridos, sino también a los necesitados que se dejan llevar por la magia de la Navidad y aun con limitaciones económicas se regocijan conmemorando el nacimiento de Jesús, esperanzados en que el nuevo año traiga la tan anhelada prosperidad a sus hogares.
Llegó la Navidad, tiempo de celebrar y compartir en familia. ¡Feliz Navidad!!! l