Desde niña fui conociendola trayectoria de Don Rafael Molina Morillo, una de las figuras más destacadas del periodismo dominicano y un gran defensor de las artes en nuestro país. Una noche mi amado esposo Jottin Cury trajo a casa el libro intitulado: “Mis recuerdos imborrables” de su autoría y, al leerlo, mi admiración por Don Rafael fue aún mayor, sobre todo, porque entre las primeras páginas de aquella obra se refería a su parentesco con el General Santiago Rodríguez, Prócer de la Restauración de la República y por quien mi provincia lleva su nombre.
Al saber esto, de inmediato le dije a Jottin que debía conocer a don Rafael y que era necesario invitarlo a Santiago Rodríguez para hacerle un reconocimiento. Las circunstancias permitieron que a los pocos días pudiera entrevistarme con él… Veía en mí una muchachita afanosa a la que quería complacer por el compromiso que suponía que la oferta viniera de la compañera de su apreciado Jottin. No obstante, cuando estuvo en Sabaneta, acompañado de su esposa Francia y su concuñado Luis Ramón Cordero y pudo percatarse de que la invitación a ofrecer una charla solo había sido un pretexto para llevarlo a la tierra de sus ancestros para rendirle un gran homenaje, aquel viaje se transformó en el medio idóneo para que surgiera una hermosa amistad familiar.
El periplo comprendió no solo el viaje de Santo Domingo a Santiago Rodríguez ida y vuelta, sino también la visita al Cantón, donde cayó el Gral. Santiago Rodríguez, a la casa del Senador Antonio Cruz en La Leonor de Toma, a la fábrica de Casabe Casabí y a la Presa de Monción. En un viaje tan largo cuánto pude conocer y aprender, siendo el arte el tema por excelencia, pues era un apasionado de la pintura, pero sobre todo del dibujo, conservando varios ejemplares de autorretratos que le habían regalado artistas amigos.
Qué tristeza en el corazón al saber que ya no volveremos a ver a Don Rafael en este mundo. Nos queda la esperanza del reencuentro. Hombres como él permanecen en la memoria, pues su legado los hace inmortales.