Pocas personas saben que Da Vinci también fue un genio en la cocina
Leonardo Da Vinci era tan trabajador que llevó a Freud a decir: “Es como alguien despierto cuando todos los demás aún duermen”. No muchos saben que también fue genio en la cocina.
Cuando los monarcas franceses invaden el norte de Italia, quedan deslumbrados por lo que se presenta ante sus ojos. Uno de sus deslumbramientos lo constituye la cocina, en la que Leonardo ocupa un lugar de honor.
Su madre Caterina (de sus relaciones se han hecho hasta tratados de psicología) se había casado con Aaccatabriga, un glotón repostero que inculca a Leonardo todo lo que la cocina tiene de arte; además, de permitirle moldear sus grandes proyectos con mazapanes: bocadillos dulces elaborados principalmente con almendras y azúcar, cuyo origen se encuentra en Arabia.
Mientras adquiere conocimientos en el taller de Verrochio, se atiborra de dulces y decide para aumentar sus escasos ingresos, trabajar por las noches sirviendo en la taberna “Los tres Caracoles”, cuya cocina queda a su cargo luego de morir por envenenamiento los cocineros de la taberna. En esa taberna Leonardo comienza a realizar sus primeros ensayos culinarios.
¿Envenenaría él a los cocineros?
Intentó servir platos con porciones pequeñas y no los rebosados que solían servirse. Algo contraproducente en una época en la cual la gente no conocía de refinados modales para una buena comida. El fracaso de este intento fue famoso y por poco le cuesta la vida si no llega a huir.
En el verano de 1478, con su amigo Botticelli, abre La Enseña de las Tres Ranas, que vuelve a fracasar por la persistencia de servir poca comida.
En 1482 abandona Florencia y viaja a Milán. En su carta de presentación para Ludovico El Moro, que allí gobernaba, dice: “Soy maestro en contar acertijos y atar nudos. Y hago pasteles que no tienen igual”. Es nombrado consejero de fortificaciones y maestro de festejos y banquetes de la corte de los Sforza.
Ahí es donde habría empezado a configurar el supuesto libro Codex de la cocina Romanoff, de cuya veracidad hay quienes dudan.
Cuando se va a casar una sobrina de los Sforza, trata de imponer su estilo de menú: anchoas enrolladas sobre rebanadas de nabo, talladas a semejanza de una rana y pata de una rana sobre una hoja de diente de león. ¡Menú rechazado!
En su cuaderno de cocina aparecen los espaguetis (la forma en que hoy los conocemos fue invento suyo), la idea de un calentador de agua alimentado con carbón, una máquina picadora de res, un cortador de berros (en la demostración mueren seis miembros del personal de cocina); introduce música utilizando tambores mecánicos con manivelas de mano, fuelles para eliminar humos, un sistema de lluvia artificial por si hay un incendio, la servilleta, el tenedor de tres dientes para enrollar mejor los espaguetis, a los que llamó cordeles de lira.
Es el creador de la cocina moderna al inventar casi todos los utensilios que utilizamos hoy. Creó múltiples recetas culinarias, entre estas su famoso “montadito”, precursor del emparedado.
Cuando Ludovico le pide pintar “La Santa Cena”, el prior del convento, desesperado por las extravagancias de Leonardo, escribe a Ludovico: “… insiste en que se prueben todos los vinos hasta dar con el adecuado para su obra maestra… y dispone a su antojo de nuestras cocinas día y noche… y luego, dos veces al día, hace sentarse a sus discípulos y sirvientes para comer de todas ellas. Mi señor, os ruego que deís prisa al maestro, amenaza con dejarnos en la ruina.”
En Cloux, donde pasará los últimos años de su vida, el rey Francisco lo utiliza como tapadera para sus visitas “ilícitas” a la cocina. Allí se pasan horas experimentando con manjares.
También inventó un cortador de perejil y un asador automático.
Este consistía en una hélice instalada en el interior de la chimenea, que se movía gracias a la corriente ascendente de aire caliente y que, a su vez, estaba conectada por varios engranajes con el espetón, el cual movía más rápido o lento en función del fuego.
Al morir quien lo hereda es, precisamente, una cocinera.
¡Bon appetit!