El gobierno y la sociedad tendrán que aunar esfuerzos para mitigar los riesgos que podría representar el regreso a clases presenciales
Luego de una larga ausencia, los estudiantes vuelven a clases presenciales. Alrededor de 165 millones de jóvenes de América Latina y el Caribe vieron su dinámica escolar interrumpida desde marzo 2020 por la pandemia de acuerdo con datos proporcionados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), afectando su rendimiento escolar, capacidad de aprendizaje y sus habilidades de interacción. En estos tiempos, se hace necesario tomar todas las precauciones para que este regreso a clases sea exitoso y pueda proceder sin contratiempos.
Para nadie es un secreto que esta vuelta a las aulas presenta retos y oportunidades, tanto para los docentes como para los padres que enviarán a sus hijos a clases, debido a que aún nos mantenemos en medio de una pandemia. En este orden, se recomienda a los centros educativos considerar este regreso a clases paulatinamente dentro de un marco de seguridad y protección a la salud de los alumnos. Los protocolos de prevención, detección y contención de posibles brotes deberán ser efectivos y reforzarse continuamente entre todo el personal. Apegarse a las medidas de seguridad establecidas podría ayudar a salvaguardar la operación de los centros y la salud de los alumnos, docentes y personal auxiliar.
“Las acciones basadas en el conocimiento de las familias y la comunidad escolar en general serán fundamentales. Cada uno deberá tener claro el impacto de sus acciones desde lo individual y hacia lo colectivo, entendiendo que el apego a los protocolos y seguimiento de las medidas preventivas será crucial para la prevención de brotes y la protección de la salud de los alumnos y sociedad en general”, indicó la doctora Nelly Escotto, asesora médico y líder de Workforce Health en Mercer Marsh Beneficios.
De acuerdo con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las estrategias relacionadas con la reapertura de las escuelas deben agruparse en torno a tres áreas generales: preparación del sistema educativo (evaluación de la disponibilidad de personal, infraestructura, recursos y capacidad para reanudar las funciones);
continuidad del aprendizaje y resiliencia del sistema. Con estas tres dimensiones como marco, se recomienda el diseño de intervenciones de política en el corto, mediano y largo plazo relacionadas con la resiliencia del sistema. Es decir, con la necesidad de construir y reforzar la preparación del sistema educativo para anticipar, responder y mitigar los efectos de las crisis actuales y futuras.
“Como bien nos señala el Informe Global de Riesgos 2021, la pandemia puso al descubierto las numerosas disparidades en materia de atención de la salud, educación y tecnología, evidenciando la desigualdad en todos los sectores económicos. El gobierno y la sociedad tendrán que aunar esfuerzos para mitigar los riesgos que podría representar el regreso a clases presenciales”, comentó Enrique Valdez, presidente y CEO de Marsh Franco Acra, líder en consultoría de riesgos y corretaje de seguros.
Es por esto que, adicional a las pautas de higiene, bioseguridad y distanciamiento que se conocen, recomienda implementar las siguientes medidas que aseguren tener un regreso a clases seguro:
•Monitoreo remoto o presencial diario del estado de salud del personal y los alumnos. Ya sea a través de una aplicación o una declaración oral de síntomas, el monitoreo de estado de salud es una herramienta que no debe dejarse a la conciencia de la población. En caso de presentar signos o síntomas compatibles con la enfermedad, lo prudente será mantenerse en casa e informar puntualmente al colegio para activar los protocolos de contención y prevención de posibles brotes.
•Catalogar grupos de riesgo. Evaluar los riesgos a los que están expuestos los docentes y elaborar un plan logístico para cubrir sus ausencias, así como flexibilizar las políticas laborales.
•Reapertura escalonada o gradual para disminuir la cantidad de alumnos en las escuelas. Dividirlos por días de la semana o por grados y niveles; con prioridad para los niños en situación de más vulnerabilidad.
•Disponibilidad de espacios alternativos a las salas de clases. Acondicionar otros espacios de las escuelas como gimnasios, salones de usos múltiples y espacios al aire libre para impartir clases.
•Establecer un aforo máximo y tener un plan b para casos donde se requiere recibir más estudiantes. Por ejemplo, tomar las clases virtualmente desde un espacio en la biblioteca.
•Evitar las reuniones generales.
•Incorporar más actividades extracurriculares. Materias como arte, música, educación física para reforzar un enfoque integral en la formación de los estudiantes.
•Monitorear y tomar acciones. De esta forma se busca guardar el bienestar emocional de estudiantes y profesores.