En Navidad el vino es protagonista, componente estelar de las populares “canastas” y elección por excelencia entre las bebidas alcohólicas para conferir elegancia, alegría y esplendidez a las reuniones, comidas sociales y familiares.
Como bebida alcohólica (Grado de etanol oscila entre 8-13%) no debemos excedernos en el consumo de vino. La ingestión crónica o abundante del alcohol etílico es un factor muy determinante en cuatro de las principales causas de muerte en el mundo occidental, como son: cirrosis hepática, accidentes de tránsito, suicidios y homicidios. Además ha sido relacionada con cáncer de boca, laringe, faringe, esófago, colon, recto y mama.
Pero el consumo moderado de vino resulta beneficioso. Esta bebida contiene derivados del zumo de la uva favorables para nuestro organismo y de la piel de esa fruta, componentes flavonoides que actúan como protectores del hígado y diferentes partes de nuestro organismo frente al alcohol.
En el vino tinto actúan como antioxidantes, por lo que un consumo moderado de éste ayuda a restablecer y moderar los niveles de colesterol bueno, con lo que tiene efecto beneficioso en la prevención y regulación de enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo algunas personas que consumen bebidas alcohólicas con correcto criterio de moderación no toman vino, pues el mínimo “chin” las “mata”, al provocarles dolor de cabeza, malestares gastrointestinales, decaimiento y otros síntomas que corrientemente suponen ser “resaca” pero no se verifican con la generalidad de las bebidas alcohólicas que suelen ingerir.
En esos casos podría tratarse de una intolerancia al vino o intoxicación, las cuales pueden manifestarse con los mencionados síntomas o también vértigo, aumento de la presión arterial, palpitaciones, naúseas, erupciones, entre otros.
Esto es porque el vino, además del alcohol, tiene muchas sustancias que en dosis elevadas pueden actuar como tóxicos. Existen estándares de control en la elaboración del vino para que dichas sustancias no excedan los niveles saludables, pero personas particularmente sensibles pueden verse afectadas aun con dosis bajas.
Entre esas sustancia está la histamina, una amina (componente químico derivado del amoníaco) que se halla en la piel de la uva. Normalmente es beneficiosa para la salud y no causa ningún tipo de problema, pero algunas personas tienen dificultad para asimilarla y así tendrán intolerancia al vino, fundamentalmente al tinto. La histamina tiene un papel fundamental en las reacciones alérgicas y el sistema inmunitario. Vinos blancos, espumosos, generosos, rosados, tienen baja o nula presencia de histaminas por lo que las personas sensibles a ésta podrían elegir esas opciones y evitar tintos para prevenir la intoxicación.
También el ácido sulfuroso que se añade a los vinos como bactericida y fungicida puede provocar intensos dolores de cabeza y diarrea. Otra sustancia, el acetaldehído, también es responsable de la intolerancia al vino.
El alcohol potencia la acción de las sustancias tóxicas sobre el hígado, especialmente cuando la ingestión de proteínas es insuficiente. Nunca tomarnos el “vinito” solo, sino con buena comida.