La niñez abandonada, que no tiene la educación primaria, sigue marginada y con un futuro incierto
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“Mira, carajito… no moleste. Aquí nadie te ha llamado. Vete para tu casa y dile a tu pai que te ponga en cintura”.
Muchacho del carajo, ¿y quién te mandó a limpiar el vidrio? Déjalo así que no está sucio y además no está lloviendo ahora”.
Frases como las citadas -salidas de labios de conductores de autos, con actitudes inhumanas, y que sirven de introito al presente reportaje- se escuchan en la cotidianidad del tránsito vehicular nacional.
Pero, en sentido general, los llamados “niños de la calle”, que deambulan por calles y avenidas del Gran Santo Domingo (pero también en otras ciudades del interior), no se detuvieron en su improvisada labor.
Y no dan respuestas a los insultos… en ocasiones hasta obligan a esa misma gente indolente a entregarle algunas monedas. ¡Y de esa manera los espantan del frente de sus vehículos!
Rafael Corporán de los Santos (fallecido), veterano locutor, empresario de la radio nacional, productor de televisión y cuyo sueño de ver concretado su gran proyecto (La Ciudad del Niño) tuvo una llegada de “natimuerto”, tratando de dar albergue económico a la niñez más empobrecida del país.
Un propósito que quedó truncado. Se quedó en el camino, porque no encontró el respaldo del poderoso sector empresarial privado y mucho menos del Estado.
La niñez y la dejadez del Estado
La niñez andrajosa, que no tiene la educación primaria (hogareña) porque sus padres también son golpeados por la pobreza extrema, sigue marginada y con un futuro gris, creen analistas de la conducta.
Ese mismo grupo de profesionales, en reiteradas ocasiones, ha lanzado su voz de “alarma” y hasta con duras exigencias para que el Estado se decida a dar la debida protección a los niños abandonados la gran mayoría -con edades entre los siete y 13 años- sin conocer de letras.
Pero también creen que, si el Estado -porque por decenas de años no ha diseñado programas para proteger a esos mismos niños andrajosos-, entonces la sociedad dominicana tendrá que aceptar que esos infantes trillen, por razones obvias, sean ¡los futuros delincuentes”.
Pero, precisan, es una actitud negativa que lógicamente abarca a todos los gobiernos. Sí, a todos los regímenes, desde el que tuvo el país durante casi 31 años (el de la férrea dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina) hasta los que abarcan las etapas que marcan la democracia dominicana, incluido el actual.
Este periodista consultó a un conocido sociólogo sobre una realidad que abate a los niños desamparados, acogotados por la miseria más acentuada.
No quiso que su nombre se publicara, pero sí ayudó que se diera a conocer esta opinión: “Anotar también, y hacerlo sin ninguna reserva, que el Estado dominicano debe ponerse en práctica, dentro de sus tan cacareados programas de políticas públicas, un diseño que vaya en beneficio de los niños indigentes, desamparados.
En efecto, se trata de insistir sobre los infantes arropados por la extrema pobreza. Y por esa razón, se reclama -con mucho ruido en los medios noticiosos- en que el Estado les dé la indispensable protección (a esos mismos niños andrajosos que transitan sin frenos por calles y avenidas de todo el territorio nacional) y que, obviamente, no tienen perspectivas de un futuro promisorio.