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A poco más de una hora de la ciudad, lejos de la civilización, pero conectadas con la naturaleza, un grupo de mujeres hace un trabajo que tiene porte de hombre: se dedican a la minería de oro aluvial desde el río Arroyo Minas, en el municipio de Villa Altagracia.
Elías Pérez, quien también trabaja en la recolección de oro, acompañó a elCaribe en un recorrido para adentrarnos al mundo de más de 10 mujeres en esta comunidad, que se dedican a hacer esta tarea, con la que se han convertido en el sustento de sus hogares.
Durante una conversación en el trayecto, Elías reconoció el valor que tienen estas mujeres, que a pesar de su contextura física, y lo estandarizado que está este tipo de trabajo forzoso, no se limitan, ni ponen peros, al contrario, lo hacen igual o mejor que su género opuesto.
“Las mujeres aquí trabajan como hombres. Aquí hay mujeres que cogen pico, barras, y excavan de 10 a 12 pies. Hacen el mismo trabajo que un hombre”, señala de forma enérgica.
La minería de oro aluvial, es considerada una de las actividades económicas más antigua en la isla, empezó luego de la llegada de Cristóbal Colón a La Hispaniola y, en la actualidad, continúa en varios ríos que siguen arrastrando las codiciadas pepitas. Elías apunta que este trabajo ha ido pasando de generación en generación.
“Aquí se busca oro desde hace más de 100 años; buscó mi abuelo que murió de 95 años, y buscaron también los padres de mi abuelo. Ha sido un trabajo que se ha llevado a cabo durante hace muchos años. La mayoría de gente aquí vive de la minería; se buscan en el agua, se busca con draga, con palas, o barras, y también se buscan en lo seco”.
La técnica se caracteriza por no implicar procesos químicos para obtener este mineral metálico y, en el proceso de recolección manual, se utilizan barras, palas, pico y batea. Instrumentos pesados de manejar, pero que no reciben el rechazo de parte de las mujeres de esa comunidad.
Para mostrarnos el día a día de estas extraordinarias mujeres, nos presentaron a Celina y Ángela Arias, de 39 y 40 años, respectivamente; y a Jessica Martínez, de 25, quienes dieron una pequeña muestra de cómo hacen su trabajo.
Inician su trabajo identificando el espacio para la búsqueda del oro a través del material que encuentren; luego, proceden a excavar con una pala, vierten la arena ligada con piedras en una batea, y después giran para limpiar la arena hasta encontrar lo que buscan.
“Uno para encontrar el oro tiene que encontrar la laja (una especie de piedra), cuando uno la encuentra, ahí es que está el oro”, explica Ángela.
La habilidad para encontrar el codiciado elemento dorado o tener agilidad en su búsqueda, lo han ido aprendiendo con el tiempo; ya tienen la experiencia de más de 10 años en este ejercicio.
“Yo era una niña cuando empecé a lavar oro con mi madre; tenía algunos 11 o 12 años. Yo no tenía el conocimiento y con la mínima pajita que encontraba me emocionaba, hasta un día, que fuimos a una mina y vi lo que era oro de verdad. Encontrábamos hasta un gramo de oro en la batea; había mucho oro, ya no nos conformábamos con poco y, de ahí, me motivé a seguir haciéndolo”, manifiesta Jessica emocionada.
Al igual que a Jessica, a Ángela la motivó su madre para que decidiera dedicarse a esta tarea. “Yo veía a mi papá y a mi mamá, pero más a mi mamá. Más por ella fue que me motivé, era la que más trabajaba esto”.
En el caso de este grupo, es una tarea que han heredado de su figura materna y que continúa siendo liderada por el género femenino. “Más mujeres que hombres hacen este oficio. Las mujeres no se quedan en la casa, cogen a trabajar para el río. Hay hombres trabajando esto también, pero ellos se van solos en grupo y nosotras por igual”, dice Celina.
Su trabajo les gusta y disfrutan todo el proceso. Comentan que mientras están en el río comparten y escuchan música. “Uno pone su música. Lo que a uno le guste en el momento; una bachatica o lo que nos guste”, aunque su parte favorita indiscutiblemente es cuando encuentran lo que están buscando.
“Lo que más me gusta es encontrar el oro. Uno se pone muy contento cuando uno lava su batea y en el fondo, ve que brilla”.
Jessica Martínez
Pero que hagan este trabajo, no les quita lo femenino. Les gusta arreglarse, ir al salón, a bailar y pintarse las uñas.
Otros de los factores positivos que destacan de esta fuente económica, es que básicamente son sus propias jefas y deciden qué tanto pueden trabajar o no, y cuándo cobrar su nómina.
“No me puedo quejar. Es un trabajo que eres tu propio jefe; entras a la hora que quieres y sales a la hora que quieres, y te llevas tu dinero cuando tú lo quieres. Si no tienes comida, vas y lo vendes (el oro) ese mismo día, y si no hay mucha necesidad, uno lo junta para venderlo los fines de semana”, señala Jessica.
Esto no implica que su trabajo sea desordenado, pues aunque no cuentan con un organigrama empresarial, se reparten las tareas de forma equitativa, al igual que las ganancias.
“Es un trabajo en equipo. Juntamos todo el oro que conseguimos ese día; se pesa, se vende y se divide en partes iguales… Una a veces se encarga de cocinar para el grupo, y comemos en el mismo río”, durante una jornada de trabajo que usualmente empieza a las 9:00 de la mañana, y culmina a las 4:00 de la tarde.
Suben del río a la hora que sus hijos salen de la escuela, para atenderlos y hacer todo lo que se necesita en sus hogares, ignorando el cansancio físico por el trabajo que han hecho durante la mañana y parte de la tarde. “Uno sube y hace lo que tiene que hacer aunque estemos cansadas, ya estamos acostumbradas”, indica Jessica.
A pesar de que la tarea que ejercen fueron heredadas de sus madres, no le imponen a sus hijos que sigan sus pasos y, como los tiempos han cambiado, les aconsejan a que se preparen para que sean profesionales en un futuro.
“Cuando ellos llegan de la escuela, les digo ‘mis hijos estudien para que sean profesionales, porque de aquí a que ustedes vengan va a haber poco oro. Tienen que fajarse a estudiar’”, les aconseja Ángela a sus hijos de 12 y 6 años. Ella, al igual que Celina y Jessica, es madre soltera.
Necesidades y apoyo de estas mujeres que valen oro
Se pudiera pensar que por el hecho de que trabajan en contacto directo con el oro, son personas que no les hace falta nada, pero la realidad es adversa.
Ante las precariedades, el Ministerio de Energía y Minas, que es la institución más cercana a esta tarea, ha respondido a algunas de las peticiones realizadas por la comunidad, entre ellas, diversos operativos médicos y la incorporación a un seguro de salud.
La intención es seguir acompañándolas en el proceso de desarrollo, según explicó a elCaribe José Peña, facilitador de Gestión Social de la intitución.
“El problema más grande aquí es el tendido eléctrico que representa un peligro para la comunidad porque son empates malísimos. No hay postes de luz y hemos canalizado con Edesur para sustituir esos postes. Inapa también vino, e hicimos el levantamiento para construir un nuevo acueducto, porque aquí lo único que hay es un tanque de 500 galones para toda la comunidad. Estamos tratando de salir de los requerimientos; la comunidad hizo ocho y hemos cumplido con dos”, expresa Peña.
Las mujeres también destacaron otras situaciones que les preocupan, como el tema de la movilidad para que sus hijos no tengan que caminar tanto para ir a la escuela; el asfaltado de las calles para que el pasaje no sea tan costoso y ayuda para levantar sus casitas.
“Estamos esperanzadas en que nos sigan ayudando con más; con autobuses para que los niños puedan ir a la escuela porque tienen que caminar todo esto a pie. El agua, la calle, la carretera nos afecta mucho porque es bastante caro el pasaje”, comenta Celina.
Culminaron solicitando nuevas herramientas, “palas, barras y los equipos necesarios” para continuar trabajando y sacar a sus familias adelante, y seguir siendo mujeres que valen oro.