Desde el siglo XV estas piezas comenzaron a forrar las edificaciones que encantan en Lisboa, Portugal

Al llegar a Lisboa, capital de Portugal situada en la desembocadura del río Tajo, el visitante queda atrapado por las fascinantes edificaciones y muros cargados de una gloriosa historia de navegantes conquistadores de otras geografías.

Es la ciudad con más azulejos del mundo. Desde el siglo XV, estas piezas forran las fachadas de las iglesias hasta las edificaciones de estilos contemporáneos.

Palacios, iglesias, residencias lujosas, casas modestas, plazas, estaciones del tren, restaurantes, bares, cafés, pastelerías… no escapan al furor y la magia envolvente que caracteriza a estos azulejos de muy variadas formas y estilos, con influencias árabe, española, holandesa, asiática, que hacen de Lisboa una ciudad única y excepcional.

Casas de varios niveles se pueden apreciar forradas de arriba hacia abajo de coloridas baldosas de cerámica esmaltada proyectando escenas que recogen momentos cotidianos, religiosos y elementos geométricos. Son una infinita variedad que sirve de inspiración a los diseños de artículos y objetos que van desde pulseras y collares, hasta lencería y ropa de vestir.

El azulejo es un arte que se inaugura en el siglo XV cuando alfareros cristianos adoptan una vieja técnica del arte islámico (el zuleiq) y que se prolonga de forma ininterrumpida a lo largo de los siglos.

La importancia dada al azulejo en esta ciudad, epicentro de los descubrimientos y capital del Imperio desde siglo XV, queda plasmada en el Museo Nacional del Azulejo cuyo objetivo es precisamente la conservación del patrimonio de los azulejos de Lisboa. Allí al turista se le explica el proceso de elaboración del azulejo. Asimismo, un área está destinada a los artesanos restauradores de piezas antiguas.

En las numerosas edificaciones de Lisboa se puede valorar la evolución de este arte, dicho sea de paso, es tratado de manera rigurosa y con gran esmero por lo que las piezas lucen como recién colocadas.

El siglo XVI supone la Edad de Oro en la que Lisboa se convirtió en punto de comercio europeo con el lejano Oriente. La mayoría de las expediciones portuguesas de la era de los descubrimientos partieron desde Lisboa destacándose la salida de Vasco da Gama hacia La India.

Actualmente, la capital de Portugal es la novena ciudad en el mundo que más congresos celebra. Constituye uno de los más grandes centros culturales de Europa, conservando relaciones culturales con las antiguas colonias portuguesas, siendo el primer lugar en el que Oriente, Las Indias, África y América se encontraron.

Siete colinas y numerosas calles estrechas, algunas empinadas, matizan su centro histórico.

Cuenta con uno de los parques urbanos más grandes de Europa: Parque Forestal Monsanto.

El área metropolitana industrial de Lisboa se destaca por los servicios y entre los sectores se cuenta con el de refinería de petróleo, astilleros, siderurgia (tratamiento del mineral de hierro) y la pesca.

Los puentes 25 de Abril y Vasco da Gama conectan a los lisboetas con el otro margen del río Tajo.

Entre los atractivos de Lisboa bien vale la pena mencionar el Convento do Carmo, la Torre de Belém, construcción militar desde donde se vigilaba la entrada del río mencionado, por igual, la Catedral de Lisboa, el Monasterio de los Jerónimos donde, en 1985, se llevó a cabo la firma del Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea de Portugal y España, por Mário Soares.

El Castillo de San Jorge en la colina más alta de la ciudad, el Barrio de Alfama, que sobrevivió al terremoto de 1755 durante el que fallecieron alrededor de cien mil personas.

En 1994, Lisboa fue la capital europea de la cultura. La Expo 98 coincidió con la celebración del 500 aniversario del viaje a La India de Vasco da Gama, ocasión que fue aprovechada para remodelar la ciudad.

El desarrollo económico que vive Lisboa en la actualidad ha traído consigo una revalorización de sus bienes raíces y el sector inmobiliario se ha disparado. No es sorpresa ver pisos que se cotizan sobre los 15 millones de euros y hasta más. Una verdadera explosión de mercado.

Fado

Si la riqueza de sus coloridos azulejos nos atrapa, la fascinación del Fado, la tradicional música portuguesa, nos embriaga.
Canciones nostálgicas acompañadas por una guitarra portuguesa, constituyen el deleite en las noches cuando de una buena cena se trata en un restaurante de lujo y, lo mejor, a un precio bastante asequible en comparación con cualquier otra ciudad de Europa.
Cabe decir que en Lisboa se produce la mayoría de los discos de sus cantantes.

Cascais

Desde Lisboa se puede llegar a Cascais en tren o en automóvil. Situada a unos 30 kilómetros al Oeste del centro de Lisboa, es una ciudad encantadora con un rico centro histórico con atracciones interesantes para todo aquel que la visita. La línea costera entre Lisboa y Cascais está conformada por playas de una singular arena lo que las  hace muy populares y uno de los principales motivos de los visitantes. Sus callecitas están repletas de pequeños negocios cuya oferta irrumpe, en algunos casos, el paso público. Obligadas paradas por excelencia del visitante que logra llenar una bolsa por apenas 30 euros con auténticas bellezas propias de la zona.

La comida que se ofrece en los diversos puestos cuenta como protagonista principal los pescados y mariscos, tan frescos como la brisa que se recibe.

Se recomienda llegar en tren puesto que los estacionamientos no abundan en Cascais aunque, en honor a la verdad, en toda Lisboa no se precisa de rentar autos dado lo efectivo y seguro que es su transporte público. El trayecto en tren desde Lisboa a Cascais recorre la línea costera de Lisboa y tiene la ventaja de hacer paradas en los distritos turísticos de Belém y en los muelles de Alcântara-Mar.

Tranvía 28

El Tranvía número 28 de Lisboa conecta Martim Moniz con Campo Ourique y atraviesa los distritos turísticos de Graça, Alfama, Baixa y Estrela. Se conoce como el clásico recorrido en tranvía de Lisboa. Un pintoresco tranvía color amarillo que como particularidad tiene que avanzar bamboleándose y chirriando por las estrechas calles de la ciudad.

Los tranvías remodelados, que datan de la década de 1930, forman parte integrante de la red de transporte público de Lisboa.

Su larga vida activa está justificada en que la línea 28 es incompatible con los tranvías modernos debido a sus cerradas curvas y cuestas empinadas.

Las mejores vistas de los barrios y zonas antiguas de Lisboa se aprecian en el recorrido del conspicuo tranvía 28.

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