La actividad física es una de las mejores formas de cuidar nuestro organismo y favorecer nuestra salud cardiovascular, así como consumir poca sal y limitar la ingesta de alcohol.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades cardiovasculares cobran cada año más vidas que el cáncer y los accidentes de tránsito juntos. Actualmente se trata de la primera causa de muerte a nivel mundial y su incidencia aumenta cada vez más.
Por su gravedad y su amplia prevalencia se hace obligatorio concienciarse sobre este problema y conocer los factores que lo favorecen para poder prevenirlos, convirtiéndose precisamente la prevención de los factores de riesgo en el principal objetivo del tratamiento de la enfermedad cardiovascular.
Una de las recomendaciones más importantes que siempre se hacen cuando de cuidar el corazón se trata es, consumir la mínima cantidad de sal posible, ya que el abuso provoca el aumento de la presión arterial. Esta condición puede provocar infartos, puesto que la sal provoca la pérdida de elasticidad de las arterias haciendo que se vuelvan duras y, por ende, dificultando el normal funcionamiento del corazón.
El consumo exagerado de azúcar también es peligroso, ya que el organismo no está capacitado para recibir y asimilar los excesos de este producto, por lo que la transforma en grasa, provocando obesidad. Además, la abundancia de los alimentos ricos en grasas y azúcares afecta de forma negativa el sistema cardiovascular, el cual se ve forzado a trabajar con mayor fuerza para mantener la circulación sanguínea; y por lo tanto, sufre desgaste.
Un estilo de vida inactivo es también un factor de riesgo para el surgimiento de afecciones coronarias, no solo porque genera sobrepeso, sino porque nuestro corazón, como todo músculo, necesita ejercitarse. Incrementar la actividad física, como caminar o correr, es un factor que favorece el buen funcionamiento cardíaco.
También, hacer ejercicios ayuda a combatir una afección bastante común en la actualidad: el estrés. Muchos estudios demuestran que el estrés generado por nuestras obligaciones diarias contribuye al mal funcionamiento del corazón.
Estudios también han demostrado que el consumo de alcohol y tabaco aumenta significativamente el riesgo de contraer enfermedades coronarias, favoreciendo el aumento de la presión arterial y la aparición de la obesidad. Por otro lado, el tabaco es perjudicial para el funcionamiento del sistema circulatorio, puesto que el monóxido de carbono inhalado reduce la cantidad de oxígeno transportada por la sangre, por lo que el corazón debe bombear más glóbulos rojos; esfuerzo que con el tiempo lo desgasta.