Las coronaciones en la realeza británica siempre han estado envueltas en misterios y hay una joya muy especial del tamaño de un ladrillo que forma parte esencial en cada ceremonia de coronación, y así también lo será cuando suba al trono el rey Carlos III y Camila Parker. Es una gema monumental que no está completa, y cuya mitad se perdió hace mucho.
La pieza Cullinan es un objeto preciado de la realeza. Esta gema se cortó en nueve pedazos, de los cuales cinco están a la vista del público. La joya se usará en la coronación del rey Carlos III y Camila Parker como objeto de coronación. Consta de partes engastadas en el centro del Soberano, la corona del Estado Imperial y la Corona de la reina María. Es una insignia invaluable de la monarquía inglesa.
Para la coronación del rey Carlos y Camila Parker, se utilizarán tres gemas de Cullinan. Hace más de un siglo, en 1905, su descubrimiento estuvo lleno de rumores que decián que cualquiera que consiguiera el resto de las gemas perdidas caería en maldición. Pero la historia va más allá.
Una joya polémica
En marzo de 1995, Isabel II y el duque de Edimburgo iniciaron una visita oficial a Sudáfrica calificada de histórica. La reina no pisaba el lugar desde que, en 1947, acompañase a su padre en un viaje oficial en el que Jorge VI aún era rey de Sudáfrica, título que perdería posteriormente cuando, en 1961, el país se convirtió en una república.
Sin embargo, no fue por este hecho por el que se recordaría la visita, tampoco por las habituales salidas de tono del duque de Edimburgo. Sino porque el jefe de la tribu azania exigió a la soberana la devolución de la Gran Estrella de África. Un diamante de 516 quilates que culmina el cetro real británico y cuya historia se remontaba a 90 años antes. Concretamente, al 25 de enero de 1905.
Ese día, la compañía minera Premier Mine encontró en Transvaal el que, hasta la fecha, es el diamante en bruto más grande del mundo, gracias a sus más de 3.000 quilates, equivalente a 600 gramos. La piedra se bautizó como Cullinan, en honor de Thomas Cullinan, presidente de la compañía minera y que también dio nombre a la localidad donde se asentó la explotación minera.
Dos años más tarde, en 1907, el general Louis Botha solicitó a la Cámara del Transvaal que autorizase al Gobierno de Pretoria adquirir el diamante por 150.000 libras. Esto, con objeto de ofrecérselo al rey Eduardo VII como regalo de cumpleaños y demostración de lealtad del pueblo bóer.
Habida cuenta de lo cruentas de las guerras bóer, de las que Botha era un héroe en el lado africano, la propuesta no resultaba demasiado acertada y dotaba al regalo de un halo de humillación que incomodaba por igual a los sudafricanos y a los británicos.
Tanto es así que, en un primer momento y llevada por la prudencia, la Corona inglesa rechazó el obsequio. No obstante, Winston Churchill, viceministro para las colonias en esa época, consideró que, ante un regalo semejante, era mejor dejar los sentimientos a un lado y aceptar la donación.
En varias partes
Ya en poder de los británicos, la joya se dividió en dos partes. Aunque, para eliminar cualquier impureza de la piedra, se redujeron esas dos piezas principales en otras más pequeñas.
En total fueron nueve diamantes Cullinan numerados del I al IX y otras 96 piezas menores. Las dos primeras joyas, las Cullinan I y II, también conocidas como Estrella de África II y II, pertenecen a la Corona. Mientras que los otros siete Cullinan pasaron a propiedad de Isabel II (ahora serán de Carlos III) y están en un collar, una sortija y varios broches. Otros fragmentos menores, así como piezas sin pulir, también son patrimonio del monarca.
Hoy día, Sudáfrica aún reclama su devolución. Pero el diamante Cullinan es parte de la corona del Estado Imperial y la gran muestra es que estuvo sobre la cabeza de la difunta reina Isabel cuando durante muchos eventos como la apertura estatal del parlamento. Esta corona con incrustaciones de esta joya se usará para coronar al rey Carlos III cuando ascienda al trono este 6 de mayo.