Continuamos con esta segunda entrega de esos personajes pintorescos que vemos a diario en nuestras calles y que sin proponérselos forman parte de nuestra vida cotidiana.
Eugenio Morillo Carmona, poeta y carnicero
“Hijo de gato caza ratones”, expresó pintorescamente “el poeta Morillo” como le llaman todos en la barriada de Villa Francisca, porque su labor era manejar la pluma con tanta habilidad con que esgrimía el cuchillo para cortar el dobo en su diaria labor de carnicero. Desde su infancia, Morillo, mejor conocido por sus clientes como Nene, se dedicó al negocio de tablajero, actividad que aprendió de su padre, y de este negocio sacó algún beneficio con qué sustentar una familia. Narró a nuestro reportero José Jiménez Belén que tenía un tío que le hablaba de Rubén Darío, de Becquer, de Pérez Galdós, Cervantes, Víctor Hugo, Vargas Vilas y otros; de éste aprendió el oficio de barbero. Con el tiempo decidió montar su barbería en una habitación de su casa en la calle Caracas; pero “los versos no dejan el beneficio que uno sueña” expresó el poeta Morillo a nuestro reportero, por lo que se olvidó un tiempo del romanticismo y retornó al negocio de carnicero. Entre hígados y riñones, el barbero de un día, carnicero de oficio y poeta de siempre, mezclaba el gracejo de hombre de pueblo, con el sentimentalismo del literato a retazos.
Navarro, zapatero ambulante
Para Navarro, el popular zapatero ambulante del hospedaje, la vida se resumía en media suela, un taco “clavao” y una remonta, con un buen material y bien ajustada. Para este simpático y casi desaparecido personaje, expresó a elCaribe que “pa Nochebuna, llovían la media suela” y que “la cosa tá buena, poique aquí no pago casa, ni me viene a moletaí nadie”. Una botella con agua, una batea rota y boca abajo, un jarro de hojalata, una caja que hacía las veces de asiento y un trozo de hierro que funcionaba como horma, es todo cuanto conformaba el “taller” ambulante de Navarro. Así el zapatero del hospedaje, trabajaba sin competidores y, lo que era mejor para él, sin necesidad de costosas herramientas, porque a martillazos limpios y con buenas puntadas, sabía domar cualquier zapato. Nos imaginamos que este zapatero ambulante, por sus vivencias callejeras, además de remendar los zapatos de sus clientes, remendó alguna que otra pena de amor, así como cualquier otra situación que se le presentara en esas calles donde ejercía su necesaria y popular actividad.
“Harina”
Aunque no pudimos encontrar su nombre y el por qué le llamaban “Harina”, ésta era una popular figura de los alrededores del Mercado Modelo y de la Avenida Mella. No pedía a nadie, pero aceptaba lo que le quisieran dar; cuando se acercaba al mercado, se armaba la gran bulla entre las hileras de mesas llenas de verduras; y enseguida era acosada por la muchachada que intentaba robarle un garrote que le acompañaba siempre; lo cual enfadaba terriblemente a esta singular dama. Lo que más llamaba la atención de la muchachada del lugar, era la gorra de algodón que usaba Harina, la cual luchaban por quitársela, pero ella blandía peligrosamente su garrote y con ello producía un desbande precipitado por esquinas y callejones. Esto provocaba que nuestro personaje se plantara en mitad de la calle o a la entrada del mercado, y desde allí arengaba a todo el mundo. No obstante a sus repentinos ataques, Harina era un ser inofensivo, vivía la vida que ella creía mejor y no pasaba
inadvertida en ningún lugar de la barriada.
Manuel Hernández Eusebio “Periodista” en miniatura
Este “periodista” oriundo de Los Llanos, decidió el día 14 de enero visitar a sus colegas de elCaribe, para compartir sus “experiencias” en el oficio. Con apenas tres pies de estatura, apoyándose en un palo que le servía de bastón, pidió ver al señor Germán Emilio Ornes, Jefe de Redacción, a quien llamó su colega. A éste le narró que ha escrito en los principales diarios del país y según él, escribió los editoriales de “El Diario” de Santiago. “Mi editoriale ponían a to el mundo en movimiento: uté ta jugando? Eusebio relató que “La cuetión de periodita, lo saqué yo mimo allá en Lo Llano, sin ayuda de nadie, un medio etrecho pa mi, pero ecribí duro y ahora vine a echá un párrafo con to lo colega que tengo en ete periódico” . Dijo que “pensaba dime hoy pa Lo Llano, pero ahora me quedo pa sentí el gutaso de veime en mi periódico ma querido”.