La Navidad en la República Dominicana no solo representa un tiempo de calidad en familia, sino también una festividad llena de alegría y disfrute que abarca diversas creencias y afectos. Desde la perspectiva religiosa, los dominicanos suelen decorar sus hogares y templos en torno a la historia del nacimiento de Jesús.

A propósito de celebrarse este próximo 24 de diciembre, la tradicional nochebuena, reunión en la que las familias dominicanas conmemoran el nacimiento del niño Jesús, la Zona Retro aborda las tradiciones que han ido disminuyendo a través del tiempo o perdiéndose en su totalidad, como la de los grandes y llamativos nacimientos en iglesias, conventos y hogares dominicanos.

Causas de la Baja en Tradiciones Navideñas

Según la periodista del periódico elCaribe, María Ugarte, en un texto escrito para este diario en el año 1974, señala como causas determinantes de la casi total desaparición de los tradicionales Nacimientos en las iglesias de la capital a partir de ese año a las normas del Concilio Vaticano II y la escasez de tiempo disponible para realizar minuciosamente los trabajos.

Cambio

Los templos de los conventos de monjas y las iglesias eran especialmente los lugares donde se representaba el acontecimiento de la llegada al mundo de Jesús mediante una multitud de figuras, caminos, edificios y símbolos, dispuestos en elaborados y exóticos paisajes. A esta representación solían llamarla “nacimiento”, pero con el tiempo este término cambió y pasaron a denominarla “misterio”.

A diferencia de los belenes que se solían colocar en las Navidades anteriores a 1974, según lo mencionó la periodista María Ugarte en un escrito de esa época, incluso el vocabulario había empezado a cambiar.
En lugar de referirse a ellos como “nacimientos”, las pequeñas y limitadas representaciones de Belenes, donde se colocaban las figuras principales de la Natividad del Señor, ahora se denominaban “misterios”.
Estas representaciones se podían observar en la mayoría de los templos que aún realizaban este acto.
En este contexto, la periodista Ugarte comentó que en el Convento de Santa Clara solían instalar, hasta hace un par de años, haciendo referencia a 1974, un inmenso Nacimiento. En este, el agua fluía por el cauce de los arroyos, las figuras eran numerosas, variadas y delicadas, el paisaje incluía pequeños pueblos, puentes, pozas y caminos de arena y guijarros. Además, en el cielo, los astros se iluminaban mediante un sistema eléctrico indirecto que evocaba los momentos de la aurora o del crepúsculo.

En este sentido, dicha iluminación constituía el orgullo de las religiosas, quienes hacían concentrar las luces más claras sobre las figuras de la Sagrada Familia. El Pelén despertaba la admiración de los visitantes, especialmente de los niños.

Según Ugarte, en la iglesia de Santa Clara, regentada por las hermanas del Cardenal Sancha, para la navidad del 1974, solo se encontraba el “Misterio”: las figuras de la Virgen y San José en actitud de adoración, el Niño recién nacido y dos ovejas que con su aliento calentaban el cuerpo desnudo del Niño Dios.

“Hemos hecho esto para acatar las normas del Concilio Vaticano II, que recomienda la sencillez en el culto. La atención se concentra, exclusivamente, en las figuras del Misterio: La Virgen, San José y, sobre todo, el Niño”, informó una religiosa a Ugarte en una charla.

En otro sentido, las hermanas Mercedarias, a cargo del templo de Regina, solían instalar un hermoso y abundante Nacimiento durante la época navideña. Sin embargo, también abandonaron esta práctica, aunque por razones diferentes.

La hermana encargada de preparar el Nacimiento, que solía dedicar al menos un mes retocando figuras, buscando materiales y asegurándose de que todo quedara perfecto, se trasladó al Perú.

Aquellas de nosotras que permanecemos tenemos tantas tareas y responsabilidades que ninguna puede dedicar tiempo a preparar el Nacimiento”, expresó una de las monjas.

Como resultado de esta situación, al igual que las religiosas de Santa Clara, colocaron un “Misterio”, un grupo reducido que incluía exclusivamente a la Virgen y a San José adorando al Niño Jesús, acompañados por el buey, el asno y el ángel que anunció la buena nueva, junto con la estrella. Algunas ovejas completaban el grupo, enmarcado por una palmera natural.

Según indicaron algunas de las hermanas, las figuritas que poblaban anteriormente los grandes espacios dedicados a los diferentes Nacimientos se encontraban guardadas.

Templos que se esforzaron

En cambio, otros templos se esforzaron por seguir las tradiciones e intentaron colocar verdaderos Nacimientos, aunque con escasas figuras; entre ellos se encontraban las iglesias de Santo Tomás y la Virgen de la Altagracia.

En el templo de Santo Tomás, adaptado en lo que antes era una residencia familiar, la falta de imágenes era clara desde la entrada. En el pórtico, se encontraba una Virgen medieval en posición sedente. En el altar mayor, colgaba un crucifijo sencillo. En el muro oeste, se exhibían cuadros representando las estaciones del viacrucis.

En el presbiterio, a un lado, se había dispuesto un pequeño Nacimiento. No estaba ubicado en una gruta, como dicta la tradición, sino en un antiguo monumento en ruinas, cuya parte del techo servía como cobijo para la Sagrada Familia. La Virgen, sentada, sostenía al Niño en su regazo, mientras San José, de pie con la vara de azucenas en la mano derecha, contemplaba las figuras divinas. El asno y el buey descansaban sobre la paja. Por un lado del antiguo edificio, entraban los pastores y las mujeres, aquellos llevando ovejas al hombro y tocando instrumentos rústicos, mientras estas compartían noticias sobre la buena nueva. A la derecha se acercaban los Reyes Magos a Belén, portando oro, incienso y mirra. Sobre el techo, un ángel sostenía una cartela desplegada con la frase Gloria in Excelsis.

Este conjunto estaba iluminado con el tipo de bombillas que suelen colocarse en los árboles de Navidad, algunas de ellas con luz intermitente.

En la iglesia de Nuestra Señora de la Altagracia, los padres claretianos habían dispuesto un auténtico Nacimiento, más grande que el de Santo Tomas, aunque con pocas figuras. Utilizaron dos grandes rocas, una de ellas con forma de gruta, elaboradas con papel corrugado para representar el paisaje agreste de los alrededores de Belén. En el suelo de arena y piedra se encontraban las figuras de San José, la Virgen y el Niño. Imágenes de pastores, el buey y el asno contemplaban el conjunto religioso, y la cavidad de una de las rocas formaba el pesebre clásico.

Donde nunca pasó

Según informes proporcionados a los periodistas, en la Catedral nunca existió la tradición del Nacimiento. Lo que se ubicaba en el presbiterio del templo era el misterio de la Natividad del Señor, con la imagen de la Virgen sentada sosteniendo en su regazo al recién nacido, y la de José, de pie, con la vara simbólica de azucena en su mano derecha. En otros templos, se colocaban imágenes alusivas al Niño Jesús, el nacimiento, la Virgen, el ángel y demás.

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