Por medio de la historia del arte, el crítico es consciente del proceso de evolución de las creaciones con fin estético, en un recorrido desde la prehistoria, el arte de la antigüedad, los diferentes periodos, estilos, movimientos y tendencias.
La estética, en tanto rama de la filosofía que estudia la esencia de las cosas u objetos, le permite acumular experiencias, logrando apreciar y valorar lo bello y lo sublime o más bien la expresión de emociones o sensaciones tanto positivas como negativas en relación a la obra de arte.
En lo que respecta a los fundamentos de la forma, en ellos encontramos todo un diccionario en relación a los aspectos técnicos que integran la obra de arte. Tal es el caso del dibujo con sus líneas estructurales y expresivas, donde cada una tendrá un significado en función de su concepción. También las formas, los volúmenes, la profundidad, la perspectiva, la proporción dorada, los valores, colores y tonos, entre otros elementos no menos importantes.
Por medio de los estudios culturales, se asume un campo de investigación de carácter interdisciplinario que se fundamenta en la búsqueda de significados para definir las prácticas discursivas en torno al arte y su función social. Se trata de una corriente de pensamiento que vincula el proceso creativo con la realidad circundante a fin de acercar al público a la obra por medio de puntos de contacto entre su realidad y la que propone el cuadro.
Ahora bien, existen diferentes tipos de crítica de arte. Por un lado, tenemos la romántica, caracterizada por su ruptura con el clasicismo. Está la positivista, que es más apegada a la ciencia o a aquello que sea comprobable; la fenomenológica que procura el conocimiento a partir de distintas observaciones y la semiológica que permite el estudio de los signos. No obstante, a mi modo de ver, esta clasificación es solo para fines didácticos a fin de comprender el rol de cada una, puesto que en una misma crítica de arte se puede apreciar una simbiosis de todas ellas o de buena parte.