Un artista que vivió su tiempo, cada tiempo, en la música, en el compromiso social, en el quehacer político
Oí temprano a mi mamá, mientras barría el patio, “…murió el amigo de José… Ellos fueron juntos a Cuba… y Sonia Silvestre también… (se refiere al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de 1978).
El Santiago que le tocó a Vitico en sus primeros años fue tranquilo con su Mercado Modelo limpio, un Hospedaje desordenado pero higiénico y adornado de mariposas nocturnas que bailaban a ritmo de los primeros pericos ripiaos, un Centro de Recreos que danzaba valses y boleros melancólicos y azucarados que quizás se le quedaron a Vitico como un chicle por debajo de su mesita de noche; un monumento que vigilaba doblemente desde los ojos de bronce del Benefactor, en la sima y del Ángel en la cima; un río Yaque de aguas vidriosas y abundantes; un puente de hierro, recuerdo y aporte del “dictador” Heureaux; una calle del Sol que era como un largo museo que exhibía zapatos en vitrinas fabricadas en La Joya y no en Goppion a prueba de manos untadas de grasa de chicharrón, chacabanas, sombreros canotier o sombreros casabe y unos maniquíes más atractivos e interesantes que cualquier “obra” de Gabriel Orozco; una música de guardia cobrao que solo se oía en raditos de pila eveready que vendían en Kókette.
Hasta que llegó a los trece años cuando la gente repletó las calles al grito de “Navidad con Libertad” y las sillas parecían cuervos espantados desde los ventanales del Partido de la calle Generalísimo Trujillo.
A Vitico no le valió la “buena educación” de los colegios privados para entender la cuestión de clases sociales. Quizás porque Teresita, su tía, que venía de los mismos estratos, bajó a entregarse a la educación de la chusma que asistía a los liceos públicos. Vitico también bajó, pero no con Geometría.
Quizás influenciado por el doctor Rafael Cantisano, el esposo de Teresita, y con una UCMM incipiente sin Medicina, se fue a la capital para seguir lo que casi se volvió una tradición: ser médico.
Solo soportó tres años en la UNPHU, porque la musiquita por dentro, que le había inculcado su padre, fue más fuerte.
La Guitarra ya estaba comprometida con Bohemia, pero Vitico, cacofónicamente dijo, que no era celoso y formó un triángulo de fidelidad, “hasta que la muerte nos separe”. Empezó a vivir una vida con vainosidad declarada que chocaba con la absurda política de Balaguer de exterminar la flora más fecunda de la dominicanidad: La Juventud pensante.
En su Casa de la Cultura Antillana, en la Hostos al lado de la galería de Miñín Soto, se pretendía reunir a la gente en torno al canto, la pintura y la poesía. Ahí realicé mi segunda exposición.
No es ni la “mesita de noche”, ni la sillita de guano, ni el caballito de madera, o el niñito envuelto lo que dejó Vitico. Fue su compromiso de militancia por lo justo, fue su indignación por los presos políticos de Balaguer y por su arbitrariedad. Encontró en Sonia Silvestre su acompañante musical para una nueva canción, de contenido poético y de alta esencia social.
En Miguel Cocco, Sagrada Bujosa y Mario Velázquez, los compañeros para gritar, para denunciar, para representar a su pueblo anestesiado de mentiras y brutalidad policial después del abril del Coronel.
Es como CORECATO que se retoman los vínculos de Máximo Gómez con Cuba, ahora en el plano musical. Es ese contacto cultural que nos hizo crecer como pueblo al darnos a conocer a Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Silvio Rodríguez, el Pablo Milanés de entonces, Ana Belén, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Alberto Cortés… todos prohibidos por la trucutidad balaguerista. Y es a través del programa “El Gran Musical” del CORECATO José Enrique Trinidad, más cristiano que Radio Santa María, pero menos que el Cardenal, por donde se difundía todo ese material “de esos comunistas de mierda”.
Ese Vitico junto a Sonia, que hicieron tantos conciertos por amor al arte y a su pueblo, unieron su voz y su música al dolor en tiempos de la represión bestial. Se juntaron con Luis Díaz, Ramón Leonardo, Claudio Cohen, Chico González, el Convite entero con Dagoberto, Cholo Brenes, Freddy Ginebra, Enriquito de León, Francisco Santos, Nélsida Marmolejos, Cuchi Elías, que para entonces era alegre y no rabiósico… y Orlando Martínez el imperdonable. Todos ellos contribuyeron a un cambio de armas en la lucha política y de la izquierda. Pasamos del “matar policías” del MPD y del “necesario foco guerrillero” a levantar la Cultura como la principal ametralladora, con muchos peines. Y la confirmación de esta afirmación se dio en 1974 con los “7 Días con el Pueblo”.
Vitico, de camiseta cómoda, jean y tenis, un muchachón de agradable presencia, se complementaba perfectamente con la bondad a flor de labios de Sonia.
¿Cómo es que los ministros de Cultura no aprendieron de esta experiencia para requetellenar el país de buena música y mejor plástica? No me vengan con el cuento del comunismo ni de la panfleticidad. Hablo de calidad musical, de poemas de Neruda, Miguel Hernández, Rafael Alberti, José Martí. Era un esfuerzo de la juventud de salir de la oscuridad del trujillismo que se prolongó con Balaguer.
Del canto saltamos al documentarismo y la “intelectualidad” cuando en el movimiento de izquierda se le introdujo un grupo de sabios de etiquetas extranjera que todo lo resolvían con documentos del momento, de la realidad actual y la correlación de fuerzas. Bull Shit. Tanto el proyecto de Partido Socialista de los CORECATO para agrupar al semillero de siglas de supuestos partidos o movimientos, como el mismo PCD se centraron en discusiones, en una guerra Papelónica donde participó Don Juan Isidro Jimenes Grullón en su mea culpa final después de haber participado en el golpe a Bosch.
¿Cómo llegó Vitico al PLD? A esto hay que agregarle ¿cómo contribuyó ese grupito de CORECATO a convencer, luego de unirse, a que el PLD llegara al Poder. Se olvidaron que el artífice de todo eso fue Miguel Cocco, lo que no borró el sectarismo jurásico de organizadores del Partido, que al fin brotó y los sacó, junto al merengue de Johnny Ventura, del poder enceguecedor.
Se les olvidó el punto ético de hacer política como lo hizo Coquito en Aduanas o Cassá en el Archivo Nacional.
No podía el partido morado dejar fuera a Vitico en su primer triunfo, y es así como llega a la dirección de la Secretaría de Cultura cuando todo el mundo pensaba que iba ser nombrado Freddy Ginebra por su identificación con todas las artes: teatro, música, plástica, humanidad, decencia y con su mundo económico resuelto.
Pero Vitico, que seguía siendo más CORECATO que peledeísta, pensó en el Bosch amigo de Cuba y creyó que la Revolución había llegado, que desde Cultura tendría todas las posibilidades como la tuvieron Silvio y Pablo en La Habana. Como músico al fin, se concentró en los músicos y puso a su lado a otros colegas. Es al parecer la maldición de la momia: si es escritor solo es libro, si es arquitecto la vaina es con arquitectura, si es gato, tras los ratones.
Los mayores compromisos políticos de Leonel Fernández eran con la cúpula política del PLD y del Reformismo, no con la Cultura, no con el pueblo. Tampoco se zafó el profesor del “New York chiquito” del clientelismo, del ejército de botellas parásitas en el tren de la administración pública lo que el PLD continuó hasta el 5 de julio del 2020. En una “institución” del Huacal había 52 empleados. Solo 10 trabajaban, lo que encojonaba a los demás que le hacían competencia por imponer la vagancia e inoperancia.
Leonel, que aparece hoy con una franquicia comprada de esa entelequia y reducto de izquierda como lo fue siempre el PTD, salvo de algunos ingenuos militantes de seria participación y con la venia del Gordo Oviedo, debiera hacer una revisión crítica y pública de sus mandatos. No solo fue Danilo y su anillo. El PLD venía desde esos tres períodos acumulando yerros. ¿Acaso su primera dama, caballo tres arfil de la Reina, no recibieron mayor presupuesto que Cultura? En Santiago dejó en Cultura el sabor amargo de la vergüenza ajena cuyas secuelas todavía se sufren hoy.
Vitico renunció a su dirección por muchas razones, no solo culturales, que ojalá alguien de su cercanía relate para bien de la historia y del país.
Y Vitico vio cómo en los sucesivos mandatos de Leonel, la cultura seguía sin presupuesto adecuado y sin definición. Sí, un gobierno tiene que elaborar una línea clara política, económica y cultural. No basta tampoco un alto presupuesto, como es el caso de Educación, que ha dado tumbos sin brújula, con grandes construcciones y vacío de contenido.
Vitico siguió en su camino de creador, de artista, de jodón. Del Framboyán siguió exhibiendo sus hermosas flores en sus canciones y en política, con menos dedicación, la salpicó con las vainas que lo llevaron hasta la Multitud, o como dice Guillermo Lorenzo, la Muchedumbre.
Su acercamiento y producción de 1982 con Francis Santana, que dio “Son de Felicidad”, es un aporte inmenso a nuestra cultura.
Como asesor cultural buscó desarrollar Puntos Culturales en búsqueda de incentivar a nuevos talentos.
Vivió en el alma de su pueblo, sus barrios, orgullosamente recalcó su compromiso cultural y político al producir “Bachatas entre amigos”, una especie de 7 días con el Pueblo a su manera. Con un selecto de artistas de altísima calidad tanto de afuera como de nuestro país: Silvio Rodríguez, Serrat, Víctor Manuel, Sabina, Vicente Feliú, Varela, Rafael Solano, José Antonio, M. Jiménez, José Manuel Calderón, Luis Díaz.
No tuvo que irse a Miami a arrodillarse a la mafia para que le legalizaran su canto y le aseguraran la venta de sus discos. Silvio fue su amigo siempre. Tampoco tuvo que hacer un peregrinaje para arrodillarse frente a San Emilio y su Gloria.
El COVID, el maldito COVID, nos lo arrebató. Nos quedó su enorme buen humor, de hombre satisfecho. Mi solidaridad con los suyo.
Vitico, el Peje, sin la cacofonía del mexicano, siempre será Víctor RCA (Reliquia Cultural Alumbrada).
Critico porque la crítica sirve para corregir. A los enemigos no se les critica, se les combate, aclaró recientemente Hebe de Bonafini, y yo lo creo.