La mayoría de estas viviendas cayeron en desgracia, al ser destruidas por distintos ciclones y fenómenos atmosféricos

Desde mediados del siglo XIX, Hato Mayor emergió como uno de los pueblos del Este que exhibieron mayor esplendor en cuanto a viviendas de estilo victoriano.

Se recuerda el Ayuntamiento Municipal que fue uno de los mayores atractivos urbanos del “Ejido”, como antiguamente se denominaba a este católico pueblo.

Ya a principios del siglo XX, Hato Mayor se fue llenando de atractivas viviendas victorianas que al ser pintadas con llamativos colores tropicales se convirtieron en mapa de caqueo para muchos carpinteros, que las edificaban con modificaciones para dejar satisfechos a nuevos propietarios.

En principio muchas viviendas eran cobijadas en cana y pencas de yaguas, sin perder el glamour.

Relatos de los hermanos Abelardo y Florentino Berroa, establecidos en el sector Villa Canto, los mejores carpinteros de la época dan cuenta que más del 70% de las viviendas desde el siglo XIX y principios del XX eran confeccionadas con madera de clavote, que daban un toque señorial excepcional a las construcciones.

Se narra que apareció un inglés en Higüey cuyo nombre nadie recuerda ni su procedencia exacta, pero se sabe que fue el primero en construir una casa victoriana en el país.

El hombre traía los conocimientos técnicos de una Inglaterra con hambre de edificar y extender las vías del ferrocarril allá donde hallara un pedazo de tierra.

Al llegar a Salvaleón de Higüey, la población por donde sale el sol en la isla, se topó con un viento incesante, una humedad profunda y un sol a destajo.

Ese clima amenazaba con devorar en un santiamén cualquier construcción levantada sobre su sabiduría victoriana.

El inglés sin nombre conocido y los dominicanos con los que trabajó tuvieron que claudicar ante los dictados del lugar y edificaron una vivienda que, en vez de protegerse del frío, habría de resguardarse del calor, y en vez de evitar corrientes gélidas, invitaba a la brisa a pasar a casa. Así nacieron las vistosas casas victorianas en pueblos del Este dominicano.

En Hato Mayor la mayoría de estas viviendas había caído en desgracia, al ser destruidas por los distintos ciclones y por otros fenómenos atmosféricos que han azotado al país.

El más demoledor de estos fenómenos naturales lo constituyó el huracán Georges, registrado el 22 septiembre de 1998, que quitó la elegancia de más de cien años a un pueblo como Hato Mayor, adonde venían semanalmente fotógrafos de naturaleza a fotografiar viviendas en la ciudad y en los campos.
Georges transformó en un sello de pobreza por varios años a los dueños de estas casas. Tras el asesino Georges surgieron nuevas edificaciones de bloques, pero que no han borrando el pasado victoriano de la ciudad.

Estos monumentos que nos representaron en el pasado reciente se han ido esfumando como la vida de sus propietarios. Escasean pero en algunos barrios y campos, las casas que no fueron barridas por los vientos huracanados, se conservan como una identidad propia.

Hay que admitirlo, Georges enseñó al hatomayorense a clavar bloques para protegerse de las inclemencias del tiempo.

Debemos proteger lo antiguo en vez de destruirlo, el pasado es parte del futuro, sin él no hay historia.

Conservadas

En un recorrido rápido por la ciudad de Hato Mayor pude apreciar que en el barrio Puerto Rico se conserva la vivienda del artista Francis Ramírez.

En la avenida Duarte sobrevive la del empresario Alejandro Laureano y en la Padre Peña, en el sector Las Guamas, está la de Milito Cueto. A la entrada de la ciudad, en La Rotonda, quedan algunos vestigios de la casa victoriana que alojó a Cheo Sepúlveda.

Aún se conserva en Villa Canto, en la calle Santiago Silvestre, la vivienda de la profesora María Rafaela Vásquez Solano (Blanquita). En ese lugar vivió con sus padres y hermanos el asesinado periodista Marcelino Vega Peguero.

En la calle Santo Domingo, en el barrio Las Mercedes, sigue intacta la vivienda del hacendado Juan Franklin Genao; en la Antonio Guzmán del sector Barrio Lindo aún vive en deterioro y, con letrero de venta, una vivienda del extinto hacendado Crucito Acevedo.

En la esquina de la calle Padre Peña con Sánchez se conserva todavía, hecho de madera, el colmado de Simón Vargas (Cabo Vargas).

Viviendas que ya no existen

Entre las viviendas victorianas que eran de lujo se pueden destacar la de Cándido Canto, padre de Héctor Bienvenido (Machito) y Antonio Canto en la calle Pedro Guillermo; la de Juan Rosario en la Genaro Díaz y la de Juan Berroa. En la Duarte existió la de Manolín Blanco y Moís Haché.

En la calle Miches la casa de Vangelia Fulgencio, la mujer que tostaba el café de pilón y vendía el carbón vegetal por lata.

Donde está el Hotel JB y la Ferretería Beras existieron las viviendas de clavotes de Sención Mejía y Lola Ramírez. En la esquina conformada por las calles Pedro Guillermo con Palo Hincado existió el colmado al estilo victoriano de Jesús Peña.

Donde hoy está Repuestos Kiko en la avenida Palo Hincado había una casa victoriana montada en pilotillo de capá y jobo de rabo de ratón. Era propiedad del comerciante Alejandro Sánchez y llegó a operar el taller de ebanistería de Félix María Flores, padre del comunicador José Flores y entrenador y monitor deportivo Carlos Flores.

Deterioro
Estos monumentos que nos representaron en el pasado, recientemente se han ido esfumando como la vida a sus propietarios”.

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