El deseo por coleccionar arte se reduce por la inestabilidad en el valor de la moneda
El arte, en sentido general, siempre ha sido un símbolo de poder y notoriedad en personas sensibles. Por siglos ha venido cumpliendo una función de validación social e histórica, generando la posibilidad de conservar su valor económico a través del mercado.
En el contexto dominicano el coleccionismo se ha manifestado de forma ocasional y, salvo excepciones, el respaldo no ha sido exponencial en el posicionamiento del valor de la producción visual de un artista. El empresario y coleccionista Héctor José Rizek, miembro de la Fundación Iván Tovar es consciente de esta realidad, y sostiene que “vamos por buen camino, lo que se precisa es aunar esfuerzos e involucrar a profesionales en la materia”.
El deseo por coleccionar arte se reduce por la inestabilidad en el valor de la moneda. Y, precisamente por el tema de la indexación del peso respecto al dólar, el arte podría asumirse como garantía para una buena inversión, pero muchos lo asumen como un negocio arriesgado. Se trata de una actividad en la que incide un principio básico de economía: a mayor oferta, precios más bajos y más ventas, mientras que a mayor demanda, se presenta una escasez de los productos y el precio aumenta, por tanto las ventas son limitadas.
La segunda fórmula permite comprender mejor el posicionamiento en el mercado del arte de la obra de Iván Tovar, el más trascendente de los artistas dominicanos. Se nutrió de las claves del éxito y, aunque para muchos se ha tratado de una combinación de factores, afirmación de entero crédito, hay que reconocer que no hay bonanzas sin sacrificios.
El artista se ocupó de producir una obra impecable, magistralmente conceptualizada y de una factura autónoma y limitada. Es muy importante tener en cuenta lo de “limitada”, puesto que este elemento junto a otros, incide de forma directa en las reglas que rigen el equilibrio económico respecto al precio. No obstante, también reduce el espectro como bien señala el galerista Juan Julio Bodden, puesto que sin obras no hay posibilidad de generar mayores ventas.
Al consultar en Sotheby’s sobre arte dominicano, a pesar de que se han subastado en otros tiempos, y en considerables sumas las obras de Ramón Oviedo, Domingo Liz, Fernando Peña Defilló, José García Cordero, Dionisio Blanco y Cándido Bidó, el único nombre que aparece es el de Iván Tovar.
Consecuentemente, hubo registros de la obra de los maestros Jaime Colson, Ada Balcácer y Pablo Palasso en otra de las más grandes casas de subastas como lo es Christie’s. Esto revela la falta de seguimiento que ha permeado en el posicionamiento de las obras de buena parte de los artistas dominicanos al frente de las grandes casas de subastas.
En el caso de la obra de Iván Tovar la presencia en subastas ha sido permanente. El remate de su obra “La Menace” (1974) el 18 de mayo de 2020 en Sotheby ‘s en doscientos cincuenta mil dólares (250,000.00 USD) permite repensar la historia del mercado del arte en la República Dominicana. Fue la primera vez que un artista nacional alcanzó estas cifras. El trabajo que se ha venido desplegando con la obra de Tovar mantiene la curva en espiral ascendente y se confirma con la subasta de “L’hermaphrodite double” (1971) en quinientos veinte y nueve mil ochocientos euros (529,800 €), el pasado 1 de junio de 2022 al frente de la Galería PIASA en París.
Tal como han venido presagiando el galerista y mercader de arte Ranier Sebelén, así como el crítico de arte Amable López Meléndez, el trabajo de acompañamiento que se le ha dado a la obra de Iván Tovar y la reciente muestra inmersiva “Tovar|Surrealismo Vivo”, apuntan al despegue de la obra del artista hacia las siete cifras.
Juan Julio Bodden refiere que “los precios que fijan las subastas, muchas veces están divorciados del mercado local”. Agrega que “el rastreo por medio de portales de consultas establece una guía pública respecto al valor de una obra, pero no es una norma”.
La afirmación de Bodden da crédito al valor de las piezas de decenas de artistas, manejadas por galerías internacionales que no necesariamente están asociadas a los portales digitales de consulta. Es el caso de Enriquillo Amiama, quien ha trabajado con la galería Bellarte con sede en Seúl, Corea. Amiama ha logrado vender en el mercado por cuenta propia sobre los treinta mil dólares (30,000.00 USD). Asimismo, Mariojosé Ángeles, representado por la galería virtual francesa One Arty Minute, donde se registran obras en dieciocho mil dólares (18,000.00 USD).
Está el caso de Bony Ramírez con una obra que oscila entre los catorce mil y dieciocho mil euros, con un remate en mayo de 2022 en cuarenta y siete mil ciento noventa y cuatro euros (47,194.00 €) según los registros presentados por ArtPrice.com. Hay que prestar especial atención a las artistas Hulda Guzmán y Firelei Báez, cuyas obras rondan los cuarenta mil y los sesenta mil dólares (40,000.00 USD y 60,000.00 USD). Sus trabajos se han destacado más en el mercado internacional y de hecho, forman parte de la Colección Pérez Art Museum Miami.
Hay otros artistas que han marcado su huella en el mercado del arte a través de subastas, principalmente en William Doyle, registrando varios remates como es el caso de los artistas Clara Ledesma, Eligio Pichardo, Darío Suro, Paul Giudicelli, Luichy Martínez Richiez, Virgilio Méndez, Alberto Ulloa, Jorge Severino, Víctor Ulloa, Alonso Cuevas, Mariano Eckert y Silvano Lora. También figuran Alberto Bass, José Cestero, Juan Plutarco Andújar, Vicente Pimentel, Fernando Varela, Sacha Tebó, Hilario Olivo, Marcos Lora Read, Julio Valdez, Bismarck Victoria, Francisco Sánchez (Guanabacoa), Jorge Checo, Elvis Avilés, Jorge Noceda Sánchez, Antonio Prats Ventós, Miguel Núñez.
Al consultar la plataforma ArtPrice.com, tenemos a Tony Capellán y Antonio Guadalupe, quienes fueron representados por la Galería Gary Nader en Miami. Otros artistas contemporáneos que figuran son Jorge Pineda, Garard Ellis, Máximo Caminero, José Demetrio, Tania Marmolejos, Raúl Recio y Oscar Abreu, situándose en el ranking internacional y, por tanto, en la mirada de los grandes coleccionistas.
De igual forma, hay artistas que han dominado el mercado y no hay registros que avalen sus ventas, pues casi siempre son de carácter privado como ha pasado con los trabajos de los maestros Celeste Woss y Gil, Yoryi Morel, Gilberto Hernández Ortega, Marianela Jiménez, José Rincón Mora y José Ramírez Conde (Condesito). Igualmente, los maestros Guillo Pérez, Rosa Tavárez, Manuel Montilla, Antonio Toribio, Gaspar Mario Cruz, Freddy Cabral, Fernando Ureña Rib, Soucy de Pellerano, Amable Sterling, Freddy Javier, Leopoldo Pérez (Lepe), Norberto Santana, Cuquito Peña, Elsa Núñez, Eric Genao, Clinton López y José Félix Moya. Asimismo, se suman creadores de gran demanda como: Orlando Menicucci, Juan Mayí, Iris Pérez, Rosalba Hernández, Carlos Hinojosa, Limbert Vilorio, Raúl Morilla, Rafael Pérez Concepción (Chepe), Inés Tolentino, Belkys Ramírez, Pascal Maccarriello, Raquel Paiewoski, Luz Severino, Silvio Ávila, Marcos Guerra, Héctor Ledesma, Leonardo Sanz, Amado Melo, Pedro Ricart, Juan Carlos Reyes, Teté Marella, Ángel Urrely y July Monción.
Jóvenes creadores que han incidido en el mercado son HR Suriel, Mayobanex Vargas, Soraya Abu Naba’a, Gustavo Peña, Ed Vásquez y Chichí Reyes. La lista se amplía con José Almonte, Omar Molina, Benjamín Cruz, Reyes Ocre, José Morillo, Frank Barnett, Manuel Nina Cisneros, José Pelletier, Cristóbal Rodríguez, Ramón Sandoval, Joel Gonell, Joaquín Rosario, José Levy, Luis Ros, Franz Caba y Mirna Ledesma.
Como bien expresan el historiador de arte dominicano Cándido Gerón y el galerista Juan Julio Bodden para activar el mercado, además del artista inciden los representantes, los galeristas y los mercaderes de arte. En algunos casos intervienen los curadores y decoradores y, por supuesto, los coleccionistas, compradores e intermediarios. Bodden insiste en la importancia de las redes sociales como plataforma para la promoción y venta de obras de arte.
No hay que poseer una gran fortuna para insertarse en el tren del coleccionismo, lo que sí se debe poseer una gran sensibilidad. Como bien refiere el coleccionista Fernando Báez Guerrero “se compra lo que a uno le gusta, lo que atrae la mirada y con lo que uno se identifica”. A criterio de Báez, “el espíritu del coleccionismo lo mantienen los artistas creando obras nuevas y diferentes, sin perder de vista su fin social y sentido de pertenencia”.
El joven coleccionista Edwin Espinal, considera que albergar una pinacoteca de arte, le ha permitido convertirse en una especie de custodio del patrimonio cultural. Sostiene que “una obra de alto valor bien conservada puede estar a disposición del público, generando emociones y apego a lo vernáculo”.