A través de mis ojos: lo que ella me contó de Hortensia González Gómez es un libro no tradicional dentro de la producción bibliográfica dominicana (Santo Domingo: Editorial Cayena, 2006). Es un libro de una sencillez extraordinaria y simultáneamente de una profundidad poco común. Puede ser utilizado como una narrativa histórica para iluminar cualquier investigación sobre la sociedad y la vida cotidiana de una nación caribeña.

El libro está constituido por treinta secciones, además del prólogo, la presentación editorial y tres apéndices, uno de fotos de familiares, una cronología de Doña Mora y algunas valoraciones de sus hijas. El libro consta de 147 páginas, y en el mismo se narra la historia de una señora llamada Mora, cuyo heroísmo consiste en haber criado y educado sus hijas en medio de constantes luchas, miserias y hasta de la oposición de sus cónyuges masculinos en una sociedad patriarcal caribeña.

Una de las más importantes contribuciones del libro proviene de ser un testimonio realizado desde tres perspectivas:

1- La perspectiva de mujer -perspectiva de género.

2- La perspectiva de clase, la cosmovisión de un sector de clase oprimida que reproducía su propia existencia y la de su familia a través de sus propios esfuerzos y de su propio trabajo.

3- La perspectiva étnica-racial

La condición de mujer se produce y reproduce dentro de una condición existencial de clase explotada y excluida y que tiene que recurrir a los procesos de migraciones internas para poder sobrevivir. Esta situación nos lleva a una condición de opresiones múltiples, pues por un lado, Doña Mora es oprimida por el hombre, es explotada económicamente por su condición de clase y por ser mujer tiene que realizar las tareas domésticas que hacen posible la reproducción del núcleo familiar, sin ninguna paga.

Esta mujer pobre y negra está situada dentro de una posición de triple desventaja frente a los hombres, frente a otras mujeres de clase media o alta y su condición de negra. Lo que la hace víctima de prejuicios y discriminación.

La aportación de este libro también proviene por haber hecho posible la reconstrucción de la vida de una mamá cualquiera, sin jerarquía ni abolengos, que articuló una vida de luchas, sacrificios, trabajo constante y mucha solidaridad a nivel del núcleo básico familiar y las comunidades donde habitó. Grandes ausentes de esta historia son el estado, el gobierno y el cónyuge masculino que reproduce una vida lastimosa de control y dominio en la esfera íntima del hogar sin cumplir con su papel de proveedor.

En las sociedades caribeñas patriarcales el papel del hombre en el núcleo familiar ha sido bien analizado, y “el mito de hombre proveedor”, quien ejerce el control del hogar de acuerdo con la ideología de las sociedades capitalistas patriarcales, que reduce el papel de la mujer a la esfera del hogar, a las tareas domésticas y al cuidado de los niños/as, etc.

A pesar de la controversia generada por el concepto de patriarcado su significado es muy claro en el sentido de existir en una sociedad dominada por los hombres. Es también el establecimiento de unas relaciones humanas en las cuales predomina una dialéctica de dominio y de opresión, y donde se establece una estructura de poder con roles muy definidos. El hombre en esta relación ocupa una posición de poder.

Esa estructura de poder desarrolla conductas que son aprendidas y traspasadas de una generación a otra. En este sentido, los hombres y las mujeres dominicanas interactuaban en una sociedad bajo el dominio masculino. Esas visiones sobre masculinidad y femineidad desde principio fueron retadas por América Gómez (mamá de Mora), quien se crió en un hogar donde no existía la figura del padre.

Ella criaba animales, iba al conuco o a la loma, usaba el machete, mataba animales para vender y consumo de la familia. También sembraba víveres y trabajaba en todo lo relacionado con la cosecha de café: siembra, recolección, selección, secado y molienda. En esas labores le acompañaban sus hijas, quienes se convirtieron en colaboradores y /o trabajadoras
Ella incursionó en los negocios, hizo viaje a Haití a comprar mercancías que luego vendía en Villa Jaragua y sus alrededores.
No solo aprendió creole, también acogió el estilo de peinado muy común en las haitianas y sobrepasó la división social basada en el sexo que caracterizaba nuestra sociedad. (Gómez, Hortensia. A través de mis ojos lo que ella me contó. Santo Domingo: Cayena Publicaciones, 2006. P.16.)

De manera que la hija de América Gómez creció en un hogar donde los patrones tradicionales de relaciones de parejas, estaban totalmente alterados. América Gómez alteró totalmente la visión tradicional como fruto de sus propias necesidades cotidianas que las llevaron a convertirse en proveedora de su familia y sostén principal de ésta.

Mora creció en un hogar diferente, en el cual las relaciones de género fueron alteradas, donde su mamá tuvo que asumir múltiples roles para poder criar a la familia. Fue madre y padre simultáneamente, proveedora y modelo de trabajo y consistente para sus hijas.

En este sentido, no es extraño que Mora asuma un comportamiento similar en lo referente a su actitud hacia el trabajo. Hay innumerables pasajes en el libro que muestran un proceso de socialización que enfatiza una ética de trabajo en el seno de la familia matrifocal, en la cual los lazos consanguíneos son más importantes que las relaciones conyugales.

Si seguimos la vida de Mora, segunda generación de la familia, nos encontramos con una mamá proveedora, con una ética del trabajo muy arraigada, donde lo prioritario fueron los hijos y la familia consanguínea, pasando las relaciones maritales a ocupar un segundo plano. Sus hijos se convirtieron en el norte de su vida y su apoyo principal lo constituyeron sus familiares, quienes crearon una red de solidaridad que mantenía la familia a flote.

Esto nos lleva a algunos señalamientos sobre la historia de las familias en el Caribe. Los estudios sobre esta temática han señalado la existencia de dos familias en el Caribe desde la época colonial. La familia patriarcal de la clase alta, donde los cónyuges contraían matrimonio de acuerdo a los preceptos eclesiásticos, y los hombres se constituían los proveedores. Pero también existió otra familia alternativa, la matriarcal. En las clases bajas afro-caribeñas se consolidó este tipo de familias donde prevalecían las relaciones consensuales y la mujer ocupaba un rol central, porque el hombre estaba ausente regularmente. La ausencia del cónyuge masculino ocurrió por la separación de las familias, el hombre estaba ausente por la existencia de la esclavitud, y por su rol en los ejércitos coloniales.

Seguiremos abundando sobre las familias caribeñas en la próxima entrega.
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Fuente:efe.com/efe/america/sociedad/en-republica-dominicana-la- discriminación-200000013-4030723

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