En principio disfrutaba bailar música clásica, por lo que su madre la inscribió en clases con la destacada bailarina Madame Corbett, pero pronto se dio cuenta de que no era su pasión, que lo suyo era el piano. Insistió hasta que su deseo se hizo realidad e inició sus clases en la Escuela Elemental de Música. Pianista, compositora y maestra, la dominicana Ana Silfa Finke, oriunda de Puerto Plata, es un ejemplo de amor y entrega por la música en todas sus facetas. Actualmente se considera una amante de la música barroca, aunque en sus inicios le costaba; la madurez condujo hasta su amor por ésta, que toca de vez en cuando, a modo de entretenimiento, y disfruta escuchar de sus estudiantes o en conciertos y recitales a los que acude frecuentemente.
¿Cómo da el paso del piano a la composición?
Regularmente uno inicia estudiando el instrumento de su preferencia, que en mi caso es el piano. Durante mis años de estudios en el Conservatorio Nacional de Música, el profesor Manuel Simó, el primer compositor académico dominicano, instituyó la carrera de composición a nivel de postgrado, y dentro del conglomerado de estudiantes seleccionaba a los que entendía reunían las condiciones. Yo fui uno de ellos. Me gradué de piano en 1978 y en el 1980 de composición junto a la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Nacional, pues había que presentar, dada la naturaleza de los estudios, obras de gran envergadura. Fue un momento muy especial.
Y de las dos facetas, ¿por cuál se decanta usted?
Por las dos, pero enfocadas en la enseñanza. Me encantan mis clases, para mí no es un trabajo, es una alegría, una diversión. Disfruto ayudar a los jóvenes que, a fin de cuentas, son el futuro.
El rol de solista, musicalmente hablando, podría considerarse “cuesta arriba”, ¿qué tan cierto puede ser esto?
En nuestro caso particular, República Dominicana, no creo que nadie se haya dedicado específicamente a la carrera de solista. Siempre se ha complementado con la enseñanza o lo que llaman “picoteos”, sobre todo si se tiene familia. Y es que para nadie es un secreto que la música clásica/académica no proporciona muchos beneficios económicos como otras profesiones, contrario a la popular. Sin embargo, soy de la época en la que se estudiaba por amor al arte, no para ser rico. La vida del músico es satisfacción interna, emoción al tocar y enseñar… Eso es maravilloso, no hay dinero que pueda comprar esto.
¿Cuál es el mejor consejo que suele dar a sus estudiantes?
A los de piano, que no dejen de practicar; hay que estudiar todos los días porque basta con una semana sin tocar para que se note, incluso, tan sólo dos días. Y a los de composición por igual, que escriban a diario. Imagino pasa igual con los escritores y poetas, que también deben ejercitar la escritura para desarrollar su creatividad, porque si no se embota el cerebro y no fluyen las ideas. Por ejemplo, hay compositores que se han pasado 10 años sin componer y cuando retoman el hábito les cuesta. Eso es lo más básico que les puedo decir. A esto agrego el entregarse con mucha pasión y no tanto interés en el dinero.
Usted forma parte de un grupo encargado de formar a la nueva generación, ¿cuál es su percepción sobre ésta, a grosso modo?
A nivel internacional podemos notar que vivimos una vida mucho más acelerada que en el pasado. Entonces, los alumnos así mismo son; todo lo quieren tocar más rápido. Y a veces nos cuesta frenarlos porque es su época. Ahora la gente habla más rápido, conduce más rápido, come más rápido… todo se hace más rápido, y mucho más con la tecnología y el internet. Entonces, hay que coger y dejar uno poco del pasado y del presente, dinamizarse, no quedarse parsimonioso como la época anterior, pero tampoco desbocarse. Creo que lo interesante es la manera en que los alumnos asumen esta realidad y maduran, que es cuando comienzan a hacer música más hermosa.
A lo largo de su carrera musical, ¿cuál ha sido su mayor satisfacción?
En materia de composición, la obra “Las campanas de la tarde” que me valió el Premio Nacional de Música José Reyes y un Casandra. Fue una obra que me salió del alma. La compuse en un período muy corto, 15 días, durante unas vacaciones en un pueblecito de Estados Unidos. En cuanto al piano, luego de la madurez que dan los años, decidimos juntarnos cuatro pianistas dominicanos y montamos el concierto para cuatro pianos de Johann Sebastian Bach, que tocamos en múltiples ocasiones y disfrutamos sobremanera. Es una obra muy hermosa y demandante. También el ver a mis alumnos graduarse; son parte de mí.
¿Qué debe considerar un pianista a la hora de dedicarse a un repertorio específico?
Primero está la fase de preparación, que debe abordar todos los estilos para que sea una educación musical completa, desde el barroco hasta lo contemporáneo. Luego está a su gusto elegir con lo que se sienta más cómodo, aunque soy de las que piensan que en un recital debe haber un poco de todo, al menos de los cuatro estilos principales. Pero a fin de cuentas, cada cual se dedica a lo que más le gusta, entiende y se le hace más fácil.
Siendo alumna de importantes figuras como el pianista Ramón Díaz y el compositor Manuel Simó, ¿cuál ha sido el mayor legado dejado por éstos en usted?
El amor por la música. Y aunque uno nace con eso, siento que tuve una preparación de primera, porque el maestro Manuel Simó era un sabio musical, por igual Ramón Díaz, excelente pianista. A ellos y a lo demás profesores les tengo cariño, respeto y una admiración increíble.
Formación
El barroco y el clásico son los estilos musicales que ayudan al estudiante a desarrollar una buena base, a tener una mejor interpretación pianística”.
Compositor
Soy una amante fiel de Beethoven por su dramatismo, profundidad y romanticismo joven. Va mucho con mi temperamento, o al menos con el de antes, cuando solía interpretar sus obras”.