Jorge Miguel García
Doctorando
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“Tres revoluciones importantes conformaron el curso de la historia: la revolución cognitiva marcó el inicio de la historia hace 70.000 años. La revolución agrícola la aceleró hace 12.000 años. La revolución científica, que se puso en marcha hace solo 500 años, bien pudiera poner fin a la historia e iniciar algo completamente diferente”. De este modo comienza Yuval Noah Harari su obra “De animales a dioses. Breve historia de la humanidad”.

El autor intenta responder a la cuestión de cómo estas revoluciones afectaron a las multiespecies que componen el mundo. Harari recurre a varias disciplinas como la biología, la antropología, la historia y la filosofía para contestar a la cuestión planteada. En todo el texto, adopta una postura reflexiva sobre el significado del ser humano, su impacto en la construcción social y el futuro que le depara.

La revolución cognitiva instauró el domino del Homo sapiens sobre las demás multiespecies, incluyendo a los neandertales y los Homo erectus. El advenimiento de esta revolución facilitó a los sapiens no solo mejorar la inteligencia técnica, sino también desarrollar el lenguaje simbólico y la habilidad para crear y compartir ficciones. En la creación de ficciones, la cooperación se utilizó como recurso mitológico y promulgación de leyes que dieron forma a las estructuras sociales.

Adopta la noción de “ficciones compartidas” para formar un conjunto matemático en el que las religiones, las doctrinas políticas y el dios dinero permitieron el dominio planetario del Homo sapiens. El dominio no solo impactó a las especies distintas a sí, sino también sobre sus homólogos. En sentido ontológico, estas ficciones no son reales, pero pueden servir como recurso para moldear el comportamiento humano y las instituciones sociales. Esta noción concuerda con las ideas de Nietzsche y Foucault, para quienes ese tipo de narrativas pueden crear realidades sociales y edificar estructuras de poder.

Según Harari la imaginación de realidades ficticias fundamentó la supervivencia, el éxito y la unificación del Homo sapiens. Esta idea puede que revele el sentido del conocimiento. Sin embargo, ¿está el mundo construido sobre ficciones como sugiere Harari? La respuesta genera desconfianza sobre la verdad objetiva, puesto que la destreza humana en cuanto crear y compartir ficciones, muestra puntos antagónicos que acogen otras posibilidades para analizar la fortaleza y la debilidad. Las mismas ficciones que han unificado la raza humana promueven conflictos bélicos, intolerancia y explotación de las especies, a la que no escapa el hombre.

¿Constituye la revolución agrícola un avance o una trampa en la historia del Sapiens? Se ha repetido por décadas que la revolución agrícola representó el progreso para la especie humana; sin embargo, Harari la concibe como “el mayor fraude de la historia”. Valida el impacto de la agricultura en la producción de alimentos, pero a la vez, redujo la calidad de vida, dado que los agricultores no sólo estaban sometidos a más horas de trabajo, sino que se alimentaban menos y, por ende, estaban expuestos a contraer enfermedades.

La noción de progreso de Harari es similar a la idea de progreso de Rousseau. Tanto la idea de civilización como la agricultura produjeron desigualdades y opresión. Harari, igual que Rousseau, señala que el ser humano, en su anhelo por someter al mundo, cedió la libertad natural para convertirse en esclavo de sí mismo.

En su visión el trigo es el artífice de la domesticación humana. Esta ironía entra en tensión con la idea de que el hombre es el amo y señor del planeta. La personificación del trigo concuerda con la advertencia heideggeriana, en la que la modernidad postula que tanto el hombre como la naturaleza son recursos disponibles para la explotación. Desde este punto de vista, la agricultura no alcanzó liberar a la humanidad, sino que generó un nuevo estilo de esclavitud, donde las personas tenían que trabajar más, y el salario era la no complacencia.

La revolución industrial, por su parte, marcó un cambio en la estructura económica y social del mundo. La maquinización y la sobreproducción provocaron cambios drásticos en la vida de las personas. Harari reconoce los avances tecnológicos y la mejora en la calidad de vida que introdujo este proceso, pero también la posiciona como un aspecto alienante que condicionó el entorno natural y las necesidades biológicas del ser humano.

La noción de alienación que evoca Harari encaja en la filosofía marxista. Para el marxismo, el capitalismo industrial surte un efecto alienante con alta repercusión en la vida del trabajador respecto a su trabajo. Harari amplía la visión marxista indicando que la industrialización masifica la productividad hasta despojar la conexión entre el ser humano y la naturaleza que le acoge. La alienación a la que alude Harari posiciona al ser humano al servicio de la tecnología y no al revés.

Esta visión en la que la tecnología domina a la especie humana, introduce la reflexión ética en la idea progreso tecnológico. ¿Están las máquinas usurpando nuestra humanidad? Parece que delegarles roles humanos humaniza las máquinas y deshumaniza al ser humano. Bernard Stiegler advierte sobre el impacto de la tecnología en la pérdida de la autonomía y la capacidad crítica de los humanos.

De ser posible la advertencia de Stiegles, ¿cuál es el futuro de la humanidad? ¿El camino apunta a convertirnos en dioses o en máquinas? Harari insinúa que la humanidad se encamina hacia la cúspide de la revolución biotecnológica. La ingeniería genética, la inteligencia artificial y la neurociencia hacen pensar que el reemplazo del Homo sapiens está cerca de la especie poshumana. Esta nueva especie amenaza la identidad humana y el significado de la vida, siempre que en la manipulación genética no intervenga la mano de la ética.

Intelectuales como Nick Bostrom y Ray Kurzweil, plantean que la tecnología es la ranura con que puede erradicarse la limitación biológica, el argumento apunta hacia una trascendencia de la finitud. Harari es más comedido que Bostrom y Kurzweil. Apoya los avances tecnológicos que aportan mejoras, pero critica que traen desigualdades y dominación. El futuro de la humanidad, por tanto, puede estar compuesto por dioses tecnológicos y humanos normales.

La obra trasciende la visión simple de una crónica histórica de la humanidad. Pues convida a encontrar su significado, a identificar el poder de las ficciones y a reflexionar sobre los desafíos éticos a los que se enfrenta el ser humano del futuro. La idea de progreso aguanta el telescopio de la crítica. ¿El ser humano ha sido dueño de su destino o moldeado por nuestras creaciones?


Centro estudios caribeños. PUCMM.

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