La iglesia parroquial de San Carlos Borromeo está ligada a la erección de la villa de San Carlos de Tenerife, vulgarmente llamado por mucho tiempo como “pueblo de los isleños” y hoy simplemente conocido como San Carlos. El pueblo se fundó el 18 de febrero de 1685 en tiempos del arzobispo fray Domingo Fernández de Navarrete, quien designó de inmediato a un sacerdote confesor para que asistiera al asentamiento de los canarios. Este grupo de canarios llegó en 1684 como parte de la política de repoblamiento que implementó en Las Indias, Carlos II de España, el último Habsburgo del Imperio Español.

Sin embargo, no todo fue fácil para los canarios pues pasaron muchas vicisitudes para ubicarse ya que no tenían tierras donde cultivar, hasta que la corona española les legó un “ejido” (campiñas o praderas) en un promontorio extramuros muy cercano a la ciudad de Santo Domingo. Pero los problemas no terminaron ahí, pues el Ayuntamiento de Santo Domingo se opuso a este asentamiento tan cerca de la ciudad porque consideraba que era peligroso para la defensa contra enemigos, por lo cual ordenó que en el lugar “se prohibiera construir casas de mampostería o piedra” y en caso de conseguir licencia para tener de piedra “fuese solamente su iglesia”.

Pero para los canarios nada era imposible y en 1688 lograron tener su propio ayuntamiento y una pequeña iglesia de madera donde estaban instaladas una hermandad y la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, que se encargaban de mantener la iglesia y celebrar las fiestas religiosas con las limosnas que recogía de los vecinos que, aunque pobres, siempre aportaban para su iglesia.

Los canarios deseaban una mejor iglesia y en 1693 solicitaron ayuda a la corona para hacerla de cantería. El rey destinó mil ducados para ello, pero nunca llegaron. Todavía en 1709 tenían la iglesia de madera con cubierta de cana, asistida por un cura y un sacristán mayor. En ese año el cabildo se quejó porque la iglesia estaba “sujeta a un incendio y a la indecencia que atrae un albergue tan débil para un Señor tan grande que está colocado en ella con su Santísima Madre”.

En 1713 un fuerte huracán azotó la isla destruyendo gran parte del poblado de San Carlos y lastimando fuertemente su iglesia. Muchos de los pobladores se vieron obligados a entrar en la ciudad de Santo Domingo en busca de refugio y luego no quisieron retornar a San Carlos. Esto provocó una reducción en la población a tal nivel que el cura y el sacristán mayor no tenían recursos ni para vivir, peligrando el curato, pues pensaron en cerrar la iglesia.

Los pobladores que quedaron deseaban hacer su iglesia más robusta y fuerte. Por lo cual, en 1720 pidieron permiso al gobernador de la isla para hacer un templo de “catorce pilares de piedra o ladrillo, y entre pilar y pilar, media basa de tapia de grueso, armada de madera, cubierta de tejas y encalada”. El arzobispo se mostró favorable, sin embargo, el gobernador se oponía a dicha construcción. Pero los vecinos dijeron que con sus limosnas podían construir la iglesia, lo que hizo que el gobernador cambiara su punto de vista y favoreciera la construcción de una nueva iglesia. Por tal motivo, en 1724 el rey otorgó licencia para que “se hiciera un templo de tierra y pilar de ladrillo, cubierta de teja y revocada de cal”.

De inmediato el pueblo procedió a erigir su templo y el 14 de febrero de 1725 iniciaron las obras. A pesar de la pobreza del pueblo, ya que la mayoría de ellos eran labradores, lograron juntar los materiales necesarios para su ejecución. Recaudaron entre los vecinos unos 1,300 pesos y los que no podían dar dinero trabajaron de manera gratuita en la obra haciendo todo tipo de labores. Sin embargo, estos esfuerzos no fueron suficiente y hubo la necesidad de pedir limosna al rey, pero esta nunca llegó, quedando la iglesia a medio construir. Mientras tanto seguían utilizando la iglesia de madera y cana.

En 1739, llegó a Santo Domingo un nuevo arzobispo, Domingo Pantaleón Álvarez Abreu, quien era canario. Una de sus primeras visitas fue a San Carlos y comentó que “se estaba fabricando una iglesia a costa de los vecinos y no la acaban por falta de medios”, y que en la iglesia estaban instaladas la cofradía de las Ánimas, del Santísimo y Nuestra Señora del Rosario. Además, celebraban mensualmente al Santísimo, el domingo tercero, con una fiesta y una procesión. Según el historiador José Luis Sáez, al parecer el arzobispo sentía predilección por San Carlos, pues iba a menudo, era un hombre asequible y hablaba con la gente.

En 1748, el arzobispo Ignacio de Padilla y Estrada aprobó de forma provisional colocar el Santísimo en la sacristía “aumentándola con otra pieza de madera, con lo que, aunque la comodidad es poca, la decencia es más”. En 1749 inició la culminación de la nueva iglesia, aunque no finalizó hasta dos décadas después ya que sus feligreses no tenían fondos para concluirla y “surtirla de los vasos sagrados, ornamentos y adornos correspondientes”. En ese momento la corona aprobó algo de ayuda y los feligreses “hicieron el último esfuerzo para concluirla, aunque no con la extensión que deseaban”. Como era un poblado de labradores no tenían dinero para fundar capellanía y solo celebraban las fiestas en honor a la virgen de la Candelaria y de San Carlos Borromeo sus patronos. Los gastos de la iglesia y sus sacerdotes eran mantenidos por las limosnas del pueblo.

En 1769 se terminó la iglesia parroquial de San Carlos de mampostería, de una nave de cuatro tramos formados por robustas pilastras que soportan arcos torales de medio punto que cargan el techo a dos aguas. Tiene ábside ochavado de cinco lados techado por una bóveda chata. Su exterior es muy sencillo y carente de ventanas excepto en la fachada principal que sobre su portal formado por un arco de medio punto tiene una pequeña ventana circular a manera de rosetón. Además de la puerta principal tiene dos puertas laterales.

Siendo su construcción sólida y estando ubicada en un lugar estratégico, la iglesia fue ocupada en dos ocasiones. En 1805 por las tropas de Jean Jacques Dessalines que instaló allí sus cuarteles generales durante el sitiado de Santo Domingo, y en 1864 durante la guerra de Restauración, cuando el mariscal de campo Carlos Vargas instaló allí un cantón.

El poblado de San Carlos se va consolidando y en 1865, luego de la Restauración de la República, se elevó a común. Llegan nuevos vecinos y en 1875 intervienen la fachada principal y en 1889 establecen una junta de fabrica para que se encarguen de gestionar los arreglos a la iglesia. En 1911, San Carlos pasa a ser parte del municipio de Santo Domingo y en 1920 se realizan obras en la iglesia como la sustitución del techo por uno a dos aguas de hormigón armado, un nuevo pavimento de mármol y la construcción de nuevos altares. En 1928 se construyó un coro de hormigón a los pies de la iglesia y se abrieron dos huecos en la fachada principal donde colocaron balconcillos. En 1971, un fuerte terremoto afectó la iglesia ante todo a su campanario. Por tanto, se restaura en 1976 y se eliminan los balconcillos.

Con el tiempo el barrio ha cambiado mucho y muchas casas se han demolido, pero la iglesia permanece y sigue siendo el núcleo central de las actividades y el referente de todos los sancarleños, que conecta el pasado con el presente y el futuro. La iglesia parroquial de San Carlos Borromeo sigue narrando la historia de un pueblo trabajador y luchador.
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Este artículo forma parte de las investigaciones realizadas en el proyecto “Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”, dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC, España y financiado por la Unión Europea, Horizonte 2020, código Nº 823846.

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