La Cuenca del Caribe padeció una de las historias más oscuras de la humanidad, del colonialismo y de la esclavitud humana. Según los historiadores Elthis y Richarson al menos llegaron a América forzadamente 12,5 millones de seres humano, sacados de su tierra y traídos a nuestro continente para trabajar en las diversas economías de plantación, cortes de madera y todo tipo de trabajo que en las ciudades coloniales se requerían, y de las ganancias obtenidas de la exportación del azúcar, el tabaco, el cacao… -la economía de los postres- permitió el desarrollo a su vez de la industrialización europea. Los daños materiales e inmateriales heredados de este modelo económico en las sociedades caribeñas posteriores a la esclavitud aún son latentes y acechan el presente. Las antiguas colonias todavía enfrentan los problemas heredados por más de 300 años de esclavitud y racismo que han reforzado las desigualdades sociales por motivos de raza, género, etnia, clase, sexualidad y religión.
Las antiguas colonias británicas, como sostiene Claudia Rauhut fueron las primeras donde la esclavitud fue abolida en 1834, pero el dominio colonial continuo por mas de un siglo. Tras los procesos formales de independencia, alrededor de los años sesenta del siglo pasado, las potencias europeas dejaron a los países del Caribe anglófono con unas economías mal equipada, un sistema educativo deficiente y unos sistemas sociales sin capacidad de acción. Dos de nuestros vecinos, las islas más importantes del imperio británico Barbados y Jamaica consiguieron la independencia con un 70 % de analfabetismo entre su población, números que hablan por sí solo del proceder británico. En vez de asistirlos en el desarrollo de sus economías nacionales, continuó la extracción de recursos ahora por medio de corporaciones y multinacionales extranjeras, invitando a los nuevos gobiernos a tomar créditos del sistema bancario internacional conduciéndolos a la trampa de una deuda insalvable que los condena en el presente.
Los gobiernos europeos nunca han querido valorar el resultado de su dominio colonial ni los crímenes de lesa humanidad cometidos cuando la institución de la esclavitud estuvo vigente, ni los legados consecuencia de todo ello que persisten en la actualidad. Contra la negación consciente de esta realidad histórica por parte de las antiguas potencias coloniales, numerosas personas y organizaciones estatales y civiles se han manifestado en oposición. El más significativo activismo contra esta actitud en el presente viene de la Comisión de Reparaciones de CARICOM (CARICOM Reparations Commission 2014), una organización interregional civil establecida en 2013 bajo de la comunidad de los Estados caribeños, compuestos principalmente por las excolonias británicas.
En el 2014 sus primeros ministros suscribieron un plan de acción de diez puntos por una “justicia reparativa” en cuanto a la esclavitud y sus legados. Busca involucrar a los gobiernos europeos en un diálogo al considerarlos Estados herederos de las antiguas potencias coloniales que constituyeron activamente a la trata humana y a los diversos sistemas esclavistas en las Américas y se lucraron con ello. Los países responsables son Gran Bretaña, Francia, Países Bajos, España, Portugal y Dinamarca. El concepto justicia reparativa apela en sentido más amplio a “reparar un daño” e implementar medidas de compensación simbólicas y materiales reclamadas como inversión en infraestructuras. Como cuestión central vincula en su programa los problemas fundamentales de desarrollo en nuestras sociedades con los patrones de desigualdad heredados de la esclavitud y sus legados que han conducido a daños estructurales y crónicos en nuestras realidades. En consecuencia, las reparaciones no son consideradas como medidas individuales sino medidas colectivas para toda la sociedad. Están pensadas para restaurar las desventajas económicas y sociales y combatir la discriminación racial de la población afrodescendiente que conforma la gran mayoría de la población caribeña. Por ello, el programa persigue la implementación de programas dirigidos al bienestar de la sociedad a través de inversiones en infraestructuras en los campos de la educación, la salud y la cultura. Además, se espera al tiempo una transferencia de tecnología y conocimientos, así como la condonación de la deuda externa.
De este modo, pensamos que la contribución del Caribe debe ayudar a hacer de nuestro mundo un lugar más seguro para todos aquellos que reclaman que vivir sin miedo a la violencia, la selección étnica y la discriminación racial. En el presente, las formas contemporáneas de esclavitud y de opresión social extrema se identifican claramente y reciben una oposición política y pública igual a la de las formas tradicionales. El Caribe se encuentra en un buen lugar para saldar esta obligación diplomática con el mundo tras haber vivido una historia de tormento y haber recorrido un largo camino hacia la justicia.
La región puede y debe actuar como incubadora para conseguir un nuevo liderazgo mundial que reivindique la pluralidad cultural, la riqueza multiétnica y la integración de la igualdad de derechos humanos y civiles para todos como una cuestión de sentido común y de vida en común. En resumen, como afirma la embajadora permanente de CARICOM para este asunto Missouri Sherman-Peter ese Caribe que comenzó su historia moderna como epicentro de crímenes de lesa humanidad puede dar la vuelta al mundo y reestructurarse como epicentro de una nueva conciencia que ensalce la justicia y la libertad para todos. l
Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.