Ante la noticia del secuestro de un diplomático dominicano en Haití nos llega la curiosidad por analizar las dos vertientes que se derivan de las acciones que se llevan a ejecución con las movilizaciones de técnicos y expertos para dar respuesta a esta acción antisocial, pues grupos vandálicos de Haití tienen el récord de mantener a unos misioneros estadounidenses y canadienses en estado de indefinición de rapto y pusieron de rodillas a ambas potencias y estas no pudieron perpetuar el rescate. Hay secuestros que asumen la condición de Estado, otros pasan desapercibidos, esta diferenciación hace pensar que existen categorizaciones de personas y ciudadanos, acción que colide con la dignidad como valor supremo de la existencia humana.
Desde que se firmó el tratado de Aranjuez, 1777, la aspiración de dominio de uno y otro lado de la Frontera se ha puesto de manifiesto, cuando no se hace desde la dirección del Estado, lo hacen personas particulares con el propósito de trazar su espacio de dominio. La historia se ha encargado de hacer calificaciones de los dos conglomerados que conviven en un mismo espacio territorial. Anterior a Aranjuez, los desjarretadores se convirtieron en los primeros secuestradores, aunque después adquirieron la condición de héroes nacionales en la época de la invasión de Penn y Venables y la Batalla de San Gerónimo.
Las personas que fueron obligadas a abandonar sus propiedades en la denominada Banda Norte, producto de las Devastaciones de Osorio, elevaron sus protestas y se quedaron como ciudadanos tunantes en los territorios interiores de la Isla, convirtiéndose en azote de quienes tenían que transportarse de una región a otra.
Fue tal la influencia agresiva de estos habitantes que, en ocasiones, un viajante dejaba su testamento antes de emprender la travesía por los territorios internos que eran espacio de dominio de estos personeros que recurrieron al secuestro de personas para poder subsistir, quizás esta fue la consecuencia más cruel de las Devastaciones.
Hay una acción poco conocida de los desjarretadores de la isla y es que, en la época de la Batalla de los Cangrejos, Guerra Religiosa, fueron los héroes de la victoria, mediante el uso de sus lanzas, aplicando la misma estrategia de caza de ganado que realizaban. Según lo afirmado por Bernardo Vega, eran los vaqueros nuestros. Fueron llegando en pocos días, una vez fueron convocados a la guerra. Venían de San Juan, de Guaba, de Santiago. Su lanza, la desjarretadora era mucho más larga que la de los ingleses y especialmente efectiva en los bosques, los cuales cubrían toda el área entre las murallas de Santo Domingo hasta las cercanías del río Haina, a excepción de tres caminos que conducían a la ciudad, el de Haina hasta la puerta del Conde, el de la Esperilla, desde la zona hoy conocida como Manoguayabo, hasta la puerta de Lemba (que estaba entonces entre la Puerta del Conde y la actual estación de Bomberos de la avenida Mella).
El éxito de los lanceros se debió a que los soldados ingleses solamente podían luchar en su acostumbrada formación de diez en diez en esos caminos, más no en el bosque, donde tenían que actuar fuera de formación, enfrentando a los Lanceros que, tirados en el piso, los emboscaban. Una vez terminada esta contienda, los Lanceros volvieron a sus acciones habituales de recurrir al secuestro para poder pervivir, pues fue la única alternativa que les quedó cuando todas sus propiedades fueron perdidas en el traslado de sus propiedades desde la Banda Norte al Este.
Los cantores del pueblo como Juan Antonio Alix y Meso Mónica se encargaron de contar, en décimas, las historias de las atrocidades hechas por estos villanos/ héroes que buscaron una forma no tan fácil, ni tan ideal de ganarse la vida. Después de estas experiencias constituyeron las poblaciones cercanas a la capital y se convirtieron en azote de los habitantes de esta área citadina.
Desde los Lanceros hasta los gobiernos de Louis Mondestin Florvil Hyppolite y François Denys Légitime no fueron conocidos casos sonoros de secuestros, pero las políticas públicas desarrollados por ellos activó esta industria que se entendía había terminado, las grandes inversiones en obras públicas, los modernizados puertos, los bien construidos mercados, canales de agua, modernización de los puertos, la creación de líneas del telégrafo, atrajo a múltiples inversionistas y, por ende, alertó a los antiguos secuestradores a pensar en volver a sus fueros de acumular fortuna de manera ilícita.
Se suma a esta reactivación de la industria del secuestro la declaración de una amnistía general para los presos políticos y exiliados haitianos. En ese momento se empezó a hablar de democracia y la población empezó a actuar sin la represión del Estado e iniciaron a delinquir sin intimidación y la interferencia de las autoridades. Los aventureros decidieron llegar a estos terrenos cuando los Estados Unidos propuso establecer una base de su Armada en la Môle de San Nicolás, esto provocó un intento de golpe de Estado y un desorden que sirvió de caldo de cultivo para la inseguridad y la vuelta al desorden y petición de partidas económicas por el rescate de las personas secuestradas.
Cuando en ambos lados de la isla hubo gobiernos dictatoriales la recurrencia al secuestro se llevó a la más mínima expresión. Cabe mencionar que en la época en que Sylvain Salnave era paralelo de José María Cabral y Luna hubo múltiples casos de secuestro, pero cuando la contraparte dominicana era Buenaventura Báez, no hay casos de registro de secuestros. Lo propio ocurrió cuando Stenio Vincent dirigía los destinos de la República de Haití y Rafael Leonidas Trujillo los de República Dominicana, el laborantismo fue llevado a cero. Luego, también, Trujillo coincidió con Elie Lescot y François Duvalier, con ellos la gobernanza y la gobernabilidad fueron posibles por los regímenes de terror que implantaron. Las proposiciones anteriores tienen una intencionalidad: plantear la idea de que los grupos humanos son más un producto cultural que genético, la cultura antidemocrática es propia de las sociedades subdesarrolladas y es razón fundamental para que los regímenes totalitarios hayan sido más exitosos que los liberales/ progresistas.
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