El año 2017, el huracán María atravesó la isla de Dominica y esta quedó totalmente devastada. El trágico acontecimiento llevó a los lideres isleños a aprobar un ambicioso proyecto para enfrentar la inquietante crisis climáticas que padecemos y poder planear acciones para adaptarse. El Caribe es una de las regiones más vulnerables del planeta y padece las consecuencias del mayor grado de virulencia que tienen los huracanes debido a la subida de la temperatura del mar. El agua cálida es un carburante para los huracanes y los alimenta e impulsa hasta hacerlos más destructivos. Cuanto más cálido el mar, más crecen y más agua son capaces de descargar.

Dominica, ubicada en el Caribe oriental, se encuentra a poco más de 800 kilómetros al nordeste de Caracas, Venezuela, y forma parte de la cadena de islas antillanas que unen al océano Atlántico con el mar Caribe. Tras la devastación de María, la sociedad dominiquesa se trazó un objetivo: transformarse en el primer país del mundo con resiliencia climática, capaz de avanzar a pesar de la nueva era de tormentas agravadas por el calentamiento. Pero este plan no busca reemplazar lo perdido, si no construir teniendo en mente el futuro y Dominica ahora no solo se esforzará por levantar edificios resistentes a los huracanes, sino también en diversificar una economía que incluya un sector turístico que atraiga a consumidores de alto nivel económico, y un sistema agrario que aumente el cultivo de frutas y verduras y provea a la nación de seguridad alimentaria en lugar de solo exportar plátanos al mercado externo.

Ahora bien, para alcanzar los objetivos se parte de la premisa de no adquirir altos niveles de deuda o esperar la llegada de dinero de las naciones ricas. Para ello se ha creado el programa de venta de ciudadanía que se remonta a fines de los años 90 y desde entonces ha superado todas las bases impositivas nacionales hasta convertirse en la primera fuente de ingreso del estado. Con este dinero se ha financiado la reconstrucción de la isla desde nuevas clínicas médicas y escuelas, hasta nuevos complejos residenciales.

La ciudadanía tiene un valor de 200,000 dólares, que comparada con la de otros países del mundo con mismo negocio es bastante asequible, aunque hay que tener en cuenta que pocos destinatarios eligen vivir en Dominica. Con solo 71,000 habitantes, es una isla frondosa y exuberante que se asemeja a un escenario de película, más allá de su capital. Ahora bien, obtener la ciudadanía otorga el premio de la entrada sin visa a otros países, en especial Europa, así como un acceso más fácil al sistema bancario global.

Las crisis climáticas impulsadas por los niveles de contaminación que producen las naciones ricas y grandes corporaciones transnacionales han potenciado la fuerza y frecuencia de los huracanes. Si a ello sumamos que su geografía tiene una topografía escarpada y regada por 365 cursos de agua, esto la hace ser propensa a deslizamientos de tierra, complicando aun más la situación. Financiar los daños relacionados con el clima y las formas de evitarlos son zona caliente en las negociaciones climáticas globales, y es un tema que enfrenta a las naciones ricas —generadoras de la mayor contaminación de carbono — contra las naciones de renta media y pequeñas.

Hasta el momento, Dominica ha usado el ingreso de venta de ciudadanía para la reconstrucción de viviendas e infraestructuras pensadas para las nuevas condiciones climáticas. El reto está en mantener la economía de un pequeño país con una base tributaria limitada y una enorme cantidad de problemas climáticos con un presupuesto siempre escaso.

Ahora bien, la ciudadanía se vende a los ricos del sur global y por ello se ha vuelto un negocio floreciente, pues muchos suelen enfrentar restricciones de visas para viajar a occidente. La condición principal para obtener la ciudadanía, por lo general, es algún tipo de pago: ya sea financiar proyectos inmobiliarios aprobados por el gobierno o donar algún dinero a las arcas de la nación.

Aunque solo tiene tres vuelos semanales hacia los Estados Unidos, Dominica se ha convertido en un punto destacado del comercio mundial de ciudadanía. Los agentes comerciales que ayudan a los ricos a obtener el pasaporte de Dominica operan desde oficinas radicadas en Pekín, Dubai y Berlín. Sus páginas web están escritas en árabe y en mandarín. Una agencia llamada Arton Capital clasifica a una docena de programas de ciudadanía de diversas partes del mundo en función de su costo, simplicidad del proceso y facilidad de viaje para obtener el pasaporte. Dominica está en el mejor rango, igualada con la isla de Granada. La demanda de pasaportes de Dominica se disparó tras el 2015, cuando a los dominiqueses les fue concedido el acceso a la Unión Europea si necesidad de visa. Tras este cambio de estatus, el país ha recaudado más de 140 millones de dólares anuales, bastante para una economía pequeña. La Unión Europea critica el programa de Dominica y de otros países del Caribe por sus bajas tasas de rechazo y alerta sobre posibles problemas de seguridad. Bajo la presión de los Estados Unidos se ha prohibido la venta de la ciudadanía a rusos, bielorrusos y personas con antecedentes de narcotráfico.

Naciones como Dominica siempre precisan de apoyo internacional. Es una nación demasiado pequeña para pagar sus propias necesidades. Pero a medida que el país se ha vuelto más dependiente del dinero de la ciudadanía, enfrenta nuevos riesgos que van más allá de cualquier cuestión relacionada con el clima. l _________________________________________
Centro estudios caribeños. PUCMM.

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