La influencia de los Borbones en el arte español es indudable. Se podría decir que comienza con Felipe de Borbón, duque de Anjou, también conocido como Felipe V, quien en 1726 apoya la idea de Antonio Meléndez de crear en España una Real Academia de Bellas Artes, tal y como tenían Roma, París, Florencia y Flandes, en esos momentos. Esta propuesta no prosperó, pero dejó el camino abierto para que, en 1741, Felipe V autorizara al escultor italiano Giovanni Domenico Olivieri a abrir un taller y academia de artes privado que instaló en la Casa de Rebeque, taller y residencia de escultores de cámara, junto al Arco de Palacio. En 1744, Olivieri cierra la academia y “todos sus enseres y material didáctico son comprados por el monarca para destinarlos a la academia de pintura, escultura y arquitectura que quiere apadrinar”. De inmediato el rey aprobó la llamada “Junta Preparatoria” (1744 a 1752) para darle forma a la futura Real Academia.
En 1746 muere Felipe V y lo sustituye Fernando VI, quien asume el proyecto, fundando el 12 de abril de 1752 la Real Academia de Bellas Artes, Pintura, Escultura y Arquitectura de San Fernando, en la ciudad de Madrid con el objetivo de “promover el estudio y cultivo de las tres Nobles Artes, Pintura, Escultura y Arquitectura, estimulando su ejercicio y difundiendo el buen gusto artístico con el ejemplo y doctrina”.
Los borbones continuaron apoyando las artes y las ciencias, y bajo el reinado de Carlos III se desarrolló un ambicioso plan de modernización científica, “confeccionado a la medida del rey ilustrado y de su gabinete de intelectuales y artistas renovadores”. En 1771, Carlos III creó el Real Gabinete de Ciencias Naturales y en 1785 decidió hacer una nueva edificación para albergarlo, la cual encargó a Juan Antonio de Villanueva y de Montes, uno de sus arquitectos ilustrados. El edificio se paralizó durante la guerra napoleónica (1808-1814) y en 1814 Fernando VII, impulsado por su esposa la reina María Isabel de Braganza, ordenó terminarlo, instalando allí el Real Museo de Pinturas y Esculturas, que luego pasaría a ser Museo Nacional de Pintura y Escultura y posteriormente Museo Nacional del Prado, que abrió por primera vez al público en 1819.
En su origen el Museo del Prado se nutrió de los lienzos de las colecciones reales. Actualmente, las colecciones del Prado están distribuidas en tres núcleos fundamentales: el primero recoge las obras procedentes de la Colección Real que constituye el fondo inicial del Museo hasta la revolución de 1868, cuando se decretó su completa nacionalización y su carácter de propiedad del Estado. El segundo, reúne las colecciones procedentes de los conventos desamortizados por las leyes de Mendizábal que en un principio constituyó el Museo Nacional de Pintura y Escultura conocido como Museo de la Trinidad, y que en 1871 pasó al Museo del Prado. El tercer núcleo registra las obras incorporadas al Museo Nacional con posterioridad a su inauguración, incluyendo las obras adquiridas por el Estado español desde 1856. Hay un cuarto grupo cuyos fondos todavía no están formalizados en inventario unitario.
Dentro de la Colección Real, existe un cuadro titulado “Jura del gobernador capitán general de Santo Domingo, don Pedro Santana”, pintado en 1862 por Juan Francisco Wenceslao Cisneros Guerrero, pintor y litógrafo salvadoreño. Cisneros quien había estudiado en París, Roma y Florencia, se trasladó a La Habana, Cuba, en 1856 donde fue director de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro de La Habana en 1859, y es allí donde, en 1861, la corona española le encargó pintar un cuadro del momento en que Pedro Santana Familias juraba por el cargo de teniente General del Ejército Español y Gobernador y Capitán General de la colonia española de la isla de Santo Domingo, cargo que ejerció hasta 1862.
Este período histórico conocido como la Anexión a España, inició el 18 de marzo de 1861, cuando el general Pedro Santana Familias proclamó la anexión a España, luego de convencer a Francisco Serrano, capitán general de Cuba, para que le pidiera a la reina Isabel II de España y a su corte que aceptará tomar el control de la parte española de Santo Domingo, convirtiéndola en una Capitanía General. Por este hecho, la reina Isabel II le concedió al general Santana el título de Marqués de Las Carreras en 1862.
Este momento histórico tan importante para los dominicanos quedó inmortalizado en este cuadro pintado al óleo sobre lienzo que tiene un tamaño de 107 cm de ancho por 142 cm de alto, firmado y fechado por su autor en anverso, ángulo inferior izquierdo. En el “Inventario Real Museo, Adiciones, 1857-1868”, está registrado con el número 3034.
En el cuadro se puede ver a Santana elegantemente vestido con su mano derecha sobre la biblia, en el momento que prestaba juramento para tomar posesión del cargo de teniente General del Ejército Español y Gobernador y Capitán General. Junto a la biblia hay un crucifijo y un tintero, ambos colocados en una mesa redonda cubierta por un mantel rojo. En la pared de fondo hay un cuadro de la reina Isabel II adornado con un cortinaje con dosel rojo. Del techo cuelga una lámpara con brazos metálicos color dorado con sus velas. En la única ventana que tiene el cuadro se puede apreciar hojas de palma y un paisaje tropical, indicando que la juramentación se realizó en Santo Domingo.
En el lienzo se observa a Francisco Serrano y Domínguez, quien le está tomando juramento a Santana. Junto a ellos se observan 40 invitados entre españoles, criollos, un sacerdote y un mulato, todos ellos ataviados con elegantes trajes, uniformes de gala, condecoraciones e insignias. En 2013, el historiador Manuel García Arévalo publicó en la revista Clío una reseña sobre el cuadro, señalando que entre los invitados retratados en el lienzo aparecen el exministro Francisco P. Ricart y Torres; el exministro de Justicia Jacinto de Castro; los generales Antonio Abad Alfau, Modesto Diaz, Eusebio Puello y Miguel de Labastida, este último exministro de Guerra y Marina; así como Eugenio Gómez Molinero, encargado de negocios y vicecónsul de España en Santo Domingo; el brigadier Antonio Peláez de Campomanes, quien fue nombrado segundo cabo de la colonia de Santo Domingo; el brigadier Carlos de Vargas y Cerveto, segundo cabo de Puerto Rico, José Malo de Molina en representación del capitán general de Puerto Rico y el presbítero Fernando Arturo de Meriño.
En una ocasión esta obra formó parte de la exposición “Cánovas y la Restauración”, inaugurada por el rey Juan Carlos el 9 de diciembre de 1997 en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, donde se presentó la biografía del político e historiador Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) y la restauración monárquica de Alfonso XII, a través de 250 piezas, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados, fotografías, documentos y objetos.
El cuadro es poco conocido y no está expuesto de manera permanente en el museo, ya que la cantidad de obras que posee el Museo del Prado no le permite que se expongan todas, incluso ha obligado a utilizar depósitos estables de obras de arte en otras instituciones públicas y privadas, en España y en el extranjero. Por tal motivo, a pesar de formar parte de la colección del Museo del Prado, desde 1902, por Real Orden el cuadro está depositado en el Museo de La Rioja, Logroño.