Hay historias por escribir más allá de un cubano en una balsa, un dominicano en una yola, de un haitiano en una patera; se escriben desde las amplias caravanas centroamericanas a través de México, en un tráiler que los lleva al abismo y, por el otro lado, en la intersección entre Centro y Suramérica está la zona del Darién, un espacio del territorio americano que ahoga en muerte los visos de progreso que se tejen en los hogares de los invisibilizados. En cada viaje hay una familia cercenada, unas esperanzas esfumadas, una ausencia de humanismo y una nota luctuosa por ensayar, aunque nunca la muerte está en los planes, es el evento más presente que, no habiendo sido previsto, es el miembro silente que pone colofón a la tragedia de la pobreza y las asimetrías que hoy caracterizan al Continente de la Esperanza.
En toda esta realidad hay un gueto, autoimpuesto, en el mismo corazón de la capital de Costa Rica, San José, en donde se reúne la mayoría de los nicaragüenses que residen en este casquete urbano y que los ticos, despectivamente, llaman Los Nicas. Grandes círculos de pobreza esperan la complicidad de la nocturnidad, o el amplio descanso de fin de semana para buscar un motivo de reunirse, para contarse historias de lo que dejaron atrás, en una estela de inseguridades, pero signado por la esperanza de una mejor vida llena de nuevas oportunidades, porque las que se tejieron entre sueños ya se esfumaron.
Al espacio geográfico de Costa Rica llega una proporción de inmigrantes internacionales de entre ocho y doce por ciento de la población total, cantidad que varía, pues se hace un estimado porque no tienen forma de calcular la inmigración indocumentada que proviene, casi siempre, de Nicaragua y Colombia, en donde la comunidad del idioma los hace asociarse y producir el fenómeno latinoamericano que convierte a los ticos en la nación más claramente receptora de población migrante, en términos proporcionales.
La realidad descrita anteriormente viene dada con unos ribetes muy especiales que marca una clara diferencia con respecto a las dos principales naciones receptoras de población del continente: Estados Unidos y Canadá. En estos países, la diversidad cultural, así como la lengua materna y los lugares de origen de los inmigrantes son muy variados, lo cual los identifica como modelos representativos de lo que hoy se denomina naciones multiculturales. Solo hay que ir un sábado al Central Park de New York para tener una prueba de esta ensalada que constituye la convivencia de personas de múltiples nacionalidades en un espacio común. Sin embargo, respecto a los procesos de integración de los inmigrantes, hay similitudes entre Costa Rica y otros países receptores de población, especialmente europeos, que basan sus políticas migratorias y de integración de los inmigrantes en modelos de asimilación política y cultural o de incorporación, especialmente cuando se trata de migración laboral. Las similitudes culturales y tener el castellano como lengua madre, los integra de manera muy distinta, los puntos comunes son mayores que los posibles temas que los pueden separar, los cuales, casi siempre, se reducen a una pobreza que hace al migrante vulnerable.
Es dable señalar que los modelos de trato migratorio que se dan en los países receptores de personas en Latinoamérica son una imitación de lo que pasa en España y Francia, potencias europeas que conquistaron y colonizaron estos espacios. El Ius Soli y el Ius Sanguini es el punto de análisis. Según lo estimado por el Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica, cerca del 10 % de los nacimientos son hijos de madres inmigrantes que hacen adquirir la nacionalidad costarricense a los nuevos nacidos allí, que siempre serán tratados como inmigrantes de segunda generación, adquirientes de derechos que marcarán los nuevos destinos de la nación receptora. Es necesario señalar, como factor de peso de la migración internacional en los países centroamericanos, los Tratados de Paz firmados en San José de Costa Rica y en Esquipulas, Guatemala, a finales de la década de 1980. Con ellos se hicieron acuerdos que condujeron a que se viviera un clima de relativa seguridad y esperanza ciudadana, sobre todo para países marcados por varios años de conflictos armados Guatemala, El Salvador y Nicaragua, países que se vieron envueltos en guerras internas y el advenimiento de las Maras Salvatruchas, hoy centro de las políticas de seguridad pública del presidente Nayib Bukele. En esa realidad de lucha y contexto histórico, fue Costa Rica el principal país de destino de miles de ciudadanos de los países vecinos de la región y que hoy tiene en sus manos la definición de los destinos político- económicos de esta nación, hecho sin precedentes en la historia reciente de la región que reconfigura el escenario político, social y económico de Centroamérica.
Los datos oficiales de los organismos administrativos costarricenses muestran que cerca del 80% del total de extranjeros nacidos en este país son de origen nicaragüense, pero cabe destacar que en años recientes se ha incrementado la presencia de personas nacidas de origen colombiano -muchos de ellos con el estatus de refugiados- variando levemente el peso relativo de la población nacida en territorio tico.
Desde hace unas cuantas décadas aproximadamente, la migración de nicaragüenses a Costa Rica ha obedecido, en la mayoría de los casos, a un fenómeno laboral, aunque ello no implica que una cantidad considerable de inmigrantes también se haya desplazado por razones políticas o por desastres naturales.
Los datos compartidos anteriormente muestran que las políticas migratoria de Costa Rica facilitan los flujos migratorios hacia este país, los cuales son flujos migratorios hacia Costa Rica han existido desde hace varias décadas, con mayor o menor intensidad, lo cual ha dado lugar a que la población costarricense esté acostumbrada a vivir en una realidad marcada por esta dinámica. Lo que en definitiva ha marcado el fenómeno de la migración en los últimos años, es precisamente el carácter permanente de los inmigrantes más recientes: ya no son trabajadores temporales que cruzan la frontera para las épocas de recolección de café o de la zafra de la caña de azúcar; ni tampoco aquéllos que, esperando la resolución de los conflictos bélicos o políticos en sus países, se encontraban en situación de refugiados, asilados políticos o exiliados. Hoy en día, la percepción de los costarricenses -avalada en cierta medida por las cifras oficiales- es que los inmigrantes llegan para quedarse, para residir en el país de manera indefinida, independientemente de si se trata de nicaragüenses, panameños, estadunidenses o colombianos. Dentro de los migrantes, los que residen en condiciones vulnerables son los nicaragüenses, el mayor volumen, y quienes tienen en sus manos los destinos del país que los recibe, tejiéndose los mismos en el Parque de la Merced, o de los Nicas, en el corazón de la capital, San José.
Centro estudios caribeños. PUCMM. Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.