Tanto Hitler como Mussolini apoyaron a Franco y su movimiento nazi golpista, conocido como La Falange
¿Tenía Picasso varios ayudantes que al final pintaran el famoso cuadro y que él solo lo firmara?
La fama inicial de Picasso se la dio Max Jacob, un poeta judío amigo que moriría en el campo de concentración de Dancy.
Resulta que cuando Picasso llegó a París en el 1901 se hizo amigo de los pintores y poetas por su amabilidad y, como todos dependía de la venta de algún cuadro para la bohemia compartida, se empeñaban, colectivamente, en que cualquiera vendiera una obra para celebrar la vida. Todavía la envidia y el “tirijala” no estaba de moda.
Es así que Max se alquiló un smoking con su respectivo sombrero bombín, bastón, guantes blancos y un aire de millonario que cargó hasta una galería de arte procurando obras “del famoso pintor catalán, Pablo Picasso”.
El “marchand d’art”, que es como se les dice a los vendedores de arte, le respondió:
-Vuelva mañana porque he vendido, hace apenas unas horas, la última obra que teníamos. En realidad, él ni conocía a Picasso, pero estaba seguro que con los contactos de otros artistas daría con “el famoso” pintor. Y es de esa forma que el marchand se presentó al taller del artista para comprarle todo lo que tuviese en existencia, que no pasaban de ocho cuadritos cubistas que se confundían con los de Braque y Juan Gris, pero que él revendería con un buen margen de ganancia.
El marchand no volvió a ver al “millonario” comprador quien a partir de ese día celebraba en grande con la banda de escritores, poetas, pintores y cantantes ambulantes, amigos del pintor.
Ya para mediado de los años 30 Picasso tenía la fama que Jacob inició sin necesidad de trucos ni del cuento de John Pittaro “tres contra uno” que cuenta la venta de un violín en situación similar a la realizada por Max Jacob para engañar al marchand.
En esa época Picasso vivía en la rue la Boëtie y Dora Maar, su amante, en la rue de Savoie cuando una delegación lo visitó para encomendarle una gran obra para la Exposition Universelle de Paris de 1937. Josep Renau era el Director de Bellas Artes y nombró a Picasso Director del Museo del Prado. En esos días los alemanes habían lanzado la operación Rügen contra los republicanos de Gernika (en euskera, el idioma vasco).
El primer avión era un Domier 0017 alemán y a este le siguieron tres Savoia S-79 italiano. Tanto Hitler como Mussolini apoyaron a Franco y su movimiento nazi golpista, conocido como La Falange.
Siguieron los 4e-111 y los J-52 remataron el trabajo con bombas explosivas e incendiarias tal y como lo escribió Georges Steer, un corresponsal inglés de The Times en Londres, y que también apareció el 27 de abril en primera plana de L’Humanité. Tempranito en la mañana, esa era la lectura, sin mancar, de Picasso.
El primero de mayo ya tenía casi todos los bocetos de la obra y el 11 empezó a dar las primeras pinceladas, pero en un taller que Dora le consiguió en la No. 7 de la rue de Grands-Augustins porque el cuadro no cabía en su modesto espacio con su enorme tamaño de 305.7 x 137.5 pulgadas. Este, aparte de grande, tenía su historia ya que es ahí donde Balzac sitúa el atelier del pintor protagonista de una de sus novelas y luego sirvió como lugar de reuniones de Georges Bataille, un escritor y pensador francés antiguo amante de Dora.
La colaboración de los franceses con los nazis fue tan grande que los judíos capturados y enviados a los campos de concentración superaron a los de Alemania y en los que se encontraba Max Jacob. Eso fue responsabilidad del Gobierno de Vichy con Philippe Pétain como Jefe de Estado. Así es que La France no es “la fraternité et egalité” que muchos piensan y que olvidan los desastres de Argelia. Por esa herencia histórica Macron envía armas al Ejército nazi AZOV al tiempo que es reelegido y el diputado Jean-Luc Melechon, con el mejor programa de gobierno como candidato, no gana y Marine Le Pen es la segunda fuerza política francesa. Fue por esta razón que no cayeron bombas alemanas sobre París y Hitler se paseaba como un pavo real frente al Arco de Triunfo, orgulloso por la ocupación regalada y por el tesoro napoleónico del Louvre, aquel robo abusivo a Egipto, y demás países atacados.
Picasso se quedó en su taller refugiado en fama adquirida que lo hacía intocable.
Cuando ves el Gernika cara a cara, es imposible no pensar en el horror de la guerra, en Hiroshima, Nagasaki, Corea, Vietnam, Bahía de Cochinos, Los Molinos dominicanos del ’65 y las masacres del Ejército nazi AZOV.
El Gernika revive de nuevo la vieja discusión sobre el fin del arte.
De cualquier modo, esta obra transmite un mensaje claro sin que haya necesidad de desglosar cada elemento de su composición. El cuadro en sí, impacta, y representa la indignación del ser humano, de Picasso junto a los que así lo sienten, al repudio del nazismo.
Habla de la importancia del arte en la sociedad.
Su valor no es por la cantidad de millones en que es cifrado por el Museo Reina Sofía que debieron llevarlo al pueblo de Gernika si no es por los millones de euros que el turismo deja para verlo; es el valor que tienen las pirámides, La Tour Eiffel, La Gioconda…es el valor incalculable de una obra maestra realizada por un maestro.
En una ocasión, y a pesar de haber sido declarado como “pintor degenerado”, recibió una delegación nazi en su taller donde ya estaba de vuelta el Gernika.
-¿Usted es el autor de esta obra? Le preguntó uno de los visitantes señalando el Gernika en un francés que solo él entendía y que Picasso adivinaba.
-No, mon ami. Ustedes son los autores.
Picasso pensaba que la pintura es un arte individual y nunca tuvo ningún “ayudante” como Warhol que se limitó a observar a sus amantes hacer sus caprichos que ya tenía vendidos de antemano por sus amarres en el mundo de las altas esferas donde la homosexualidad era más importante que el talento artístico.
Françoise Gilot, la pintorcita que se enamoró del bolsillo del viejo pintor, nunca se atrevió a poner ni una rayita en uno de sus cuadros, pero se la ingenió para crear una producción mediocre que pretendía competir con el maestro, pero no pudo.
Apoyo
La colaboración de los franceses con los nazis fue tan grande que los judíos capturados y enviados a campos de concentración superaron los de Alemania y en los que se encontraba Max Jacob”.