Decenas de piezas, incluso algunas con más de 300 años, se conservan en el museo, inaugrado el 26 de julio del 2012 por el expresidente Leonel Fernández
A unos pocos metros de la Basílica de Higüey, se encuentra el Museo de la Altagracia, un espacio turístico y religioso que atesora la riqueza histórica de esta advocación mariana católica desde el 26 de julio del 2012.
El museo, constituido por siete salas, posee artículos de más de 300 años de antigüedad, a través de los cuales fundamentalmente se busca explicar el acontecimiento altagraciano en nuestro país, de acuerdo con el reverendo Evaristo Areché, rector de la Basílica.
En la primera sala se hace una especie de recreación de 8 minutos de lo que es el milagro de la Virgen de la Altagracia.
Básicamente, lo que se narra es la historia de la aparición, que data de 1505, y que fue plasmada en el 1959 por monseñor Juan Félix Pepén en su libro “Donde floreció el naranjo”, ilustrado por el pintor José Morillo. “La leyenda es un relato de la virgen en el cual se consignan hechos sucedidos generalmente de carácter extraordinario. Su medio de expresión y conservación es el decir popular”, indica.
Según explica el padre Areché, la historia registra que entre 1508 y 1514 hubo una masiva peregrinación de grupos de diferentes países de la región hacia este lugar.
En la segunda sala se encuentran una serie de medallones que se le encargaron al pintor Diego José Hilaris, en el último tercio del siglo XVIII, quien al principio se negó. El artista enfermó, pero tras pedirle a la Virgen que le regresara su salud, se sanó y luego pintó las obras, según cuenta la historia.
Se trataba de un conjunto de 27 pinturas, sin embargo, con el paso del tiempo, se fueron perdiendo y fueron hurtadas algunas. Actualmente solo quedan unas 16 obras elaboradas en forma de óvalos, los cuales recrean diferentes eventos relacionados con la aparición y la devoción altagraciana. Aunque muchas de estas obras se borraron con los años, la mayoría se conserva intacta, salvo algunas a las que se les han hecho restauraciones.
La tercera sala del Museo es llamada Sala de Arte Sacro, porque acoge objetos de orfebrería, imágenes de la iglesia antigua, prendas de vestir religiosas, tallados en madera, obras de yeso, santos de palo, entre otras.
En esa sala hay una pintura del poeta Luis Desangles. También un sagrario de José Ovidio Santana que data del siglo 17, y perteneció a la antigua iglesia de Higüey. Igualmente hay tallados de madera de Cristo, así como vestiduras litúrgicas de la época elaboradas en lino plateado.
El padre Areché expresó que en esa área hay reliquias de aquellos que murieron en estado de santidad, como ropa del Papa Juan XXIII, quien creó la diócesis el 1 de abril de 1959.
Igualmente hay una casulla, en el centro de la sala, que perteneció al papa Juan Pablo II, y que fue donada cuando presidió la misa de los 500 años de la evangelización el 12 de octubre de 1992 en la Basílica. Además, tienen prendas del Papa Pablo VI, que fue declarado como santo, y quien otorgó el título de basílica al templo que hoy cobija la imagen de la Virgen de La Altagracia.
Luego está la cuarta sala, donde se conservan los objetos más valiosos, debido a que en su mayoría están elaborados a partir de materiales preciosos.
Ejemplo de ello es un inciensiario que data del siglo XVII, usado por el papa Juan Pablo II cuando estuvo en nuestro país por última vez. Asimismo, hay cálices que decenas de padres usaron, y sacras donde se escribían las palabras de la consagración de la Palabra del pan y el vino.
Una cruz y un trono que regaló el presidente de la Real Audiencia en 1811 forman parte de las piezas que se exponen en esta sala, al igual que una lámpara de casi 400 años y pinturas del siglo XVIII.
La quinta sala está destinada a San Dionisio y de La Basílica, ya que recoge la historia del viejo santuario, que fue construido entre 1567 y 1572, de acuerdo con Areché.
Allí se exhibe la Bula Papal, que nombra basílica menor a la Iglesia de Higüey, así como también los planos, maquetas y perspectivas del actual templo.
Las dos últimas salas se reservan para los exvotos. En este espacio, el más amplio de los anteriores, se reservan manifestaciones materiales de gratitud por los favores que dicen las personas recibieron de parte de la Virgen.
Fundamentalmente, valora el padre Areché, los exvotos en el santuario representan la fe de los dominicanos. La mayoría está confeccionada en plata y oro, aunque también los hay realizados en otros materiales como madera o yeso.
Uno de esos objetos es una pelota de béisbol de Adrian Beltré, que la llevó cuando lo firmaron con Los Angeles Dodgers.
Las visitas al Museo se pueden hacer de forma guiada o independiente, de martes a domingo, de 9:00 de la mañana a 4:00 de la tarde.
“Todas estas piezas representan parte del legado cultural de nuestro país, porque República Dominicana es una tierra en la que la mayoría sigue la religión católica y venera igualmente a la Virgen de La Altagracia”, manifestó Areché.
No obstante, el sacerdote indica que en las últimas semanas las visitas han menguado, debido algunas complicaciones con el aire acondicionado y equipos tecnológicos del personal administrativo.