Los especialistas en comportamientos humanos probaron su hipótesis acerca de los sesgos cognitivos, la cual los hizo ganadores del Premio Nobel de Psicología
The greatest enemy of knowledge
is not ignorance, it is the illusion of knowledge.
(El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia. Es la ilusión que se tiene del conocimiento).
Stephen Hawking
¿Por qué hay tanta gente que opina sobre lo que sea sin saber ni un carajo? La razón la explican dos estudioso del comportamiento humano. Y lo más probable es que ni Justin Kruger ni David Dunning hayan comido mondongo en toda su vida, ni siquiera por influencia de Tom Lasorda, firmado por Los Ángeles de California.
Justin y David son dos profesores de universidades norteamericanas, especializados en cuestiones del cerebro y comportamientos humanos, algo que ha sido estudiado con más seriedad desde que Sigmund Freud estudió a la gente a partir de sus sueños, las arbitrariedades paternales y maternales en los primeros seis años, sus frustraciones tempranas y sus confesiones sobre el diván mientras el otro escucha y cabecea.
Sus estudios, que datan de 1999, se enfocaron en un fenómeno social sobre el sesgo cognitivo de personas con baja capacidad en una tarea que no reconocen sus deficiencias e incompetencias, pero que se sobreestiman. A ellos no le gana nadie y “saben má que ei lapi”.
En el año 1995 la policía norteamericana agarró (no lo mató porque era blanco y de pura raza) a un ladrón de bancos, McArthur Wheeler, quien declaró, muy sorprendido, que él no entendía cómo pudo una cámara de seguridad servirle a la Policía para detenerlo si él “se había embarrado la cara con limón” que lo tendría que hacer invisible. La ignorancia de Wheeler lo puso en peligro y tras las rejas por unos cuantos años. Pero otro tipo de ignorancia como la manifestada por el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, les costó la muerte a miles de ciudadanos por el Covid-19 al igual que los brasileños de Bolsonaro que tomaron el “Midnight Express” con rumbo al infinito y más allá.
Por otra vía, otro estudioso, el francés Alain Deneault manifiesta la misma inquietud en su libro “La Mediocratie” (La Mediocracia) donde se refiere a una gobernanza que decide, gracias al trabajo de “lobby, a qué laboratorio farmacéutico se le comprará las vacunas. ¿Cuántos se beneficiarán de esta compra millonaria en cada país? ¿A quién le importa la inmunidad de la humanidad contra el Covid-19?
Tanto Dunning, Kruger, Deneault y muchos otros lo que han querido es explicar en detalle, estudiar el comportamiento humano en lo que hace tiempo se conoce en una frase popular: “zapatero a tus zapatos”, pero que la politiquería echó a un lado para imponer “el que tiene más saliva, traga más hojadras” (Sic) y que Mao Tse Tung, mal traducido del chino, explicaba como que “el que no investiga, no tiene derecho a la palabra”. En realidad, lo que Mao significaba es que quien no conoce bien sobre algo, tanto en términos teóricos como prácticos, lo mejor que puede hacer es callarse. La mala traducción, malintencionada contra el líder chino, pretendía insinuar que los analfabetos no deberían hablar nunca. Lo que Mao intentaba era que China se convirtiera en un gran país donde un profesor de Matemáticas fuera bueno en Matemáticas, y donde cada área fuera dirigida por gente capacitada para ello. Y lo lograron. El mejor mondongo lo hace un cocinero mondonguero y la mejor poesía la hace un escritor. Pero si quieres ver a tu país en el atraso, pon un mondonguero a escribir poemas y a un poeta a cocinar mondongo.
El periódico The Washington Post, en su edición del 13 de julio del 2020 escribió que, hasta esa fecha, Trump había hecho 20 mil declaraciones falsas. Ha sido calificado como paranoico, narcisista, sociópata, mentiroso patológico, racista, misógino, pero super rico, lo que muchos quisieran, incluyendo los negros del sur, víctimas de represiones y discriminación que votaron por él.
Esos graves déficits psicológicos no impidieron que la votación a su candidatura aumentara considerablemente en el 2020 con relación a la del 2016.
En países como el nuestro, no existe la institucionalidad como tal en el sector público. Apenas un asomo. Cambios de gobiernos de partidos diferentes significa cambio de todo el tren burocrático que afecta, inclusive, a profesores en el sistema educativo, lo que ya vemos como muy normal porque siempre ha sido así.
En las direcciones son nombrados miembros del partido ganador, en puestos para los que muchas veces no son aptos. Y eso se viene haciendo como una herencia del trujillismo, pero que Denaeault lo explica como algo “normal” de La mediocracia.
Hay un alto componente de corrupción en La Mediocracia. No es solo colocar un ignorante en un puesto que al final está usurpándolo, sino que hay una cadena de ineptos dispuestos a ser cómplices de robos y/o mal manejo de fondos públicos y que sus habilidades hacen que “nadie” se dé cuenta.
El que tiene capacidad, ha trabajado duro para ello. El inepto no ha estudiado o ha falsificado su diploma, por tanto, el capacitado, en un 95 %, es el honesto que la mediocracia no quiere. Es un peligro público, para ellos. Nadie quiere un capacitado en una oficina pública porque ello implica hacer las cosas bien, trabajar y sacar de la vagancia a un montón de parásitos (carga clientelal), incluyendo la contabilidad. Recursos Humanos sería expuesta por las prácticas de nepotismo y enllavismo.
Hubo un tiempo en que los componentes de la mediocracia tenían un poco de vergüenza, temor de ser descubiertos en su analfabetismo y hacían esfuerzos para disimularlo. Hoy día no hay pudor, la desfachatez se ejerce abiertamente y jamás reconocerán sus incapacidades. ¿Acaso no es eso lo que sugieren los libritos de autoayuda? Pretenden sustituir la formación rigurosa por fórmulas reducidas, mañas para ser “exitoso” sin el mínimo esfuerzo, solo con la “astucia” y guía de los “coaching” de moda. “No te dejes pisar, sigue subiendo, tú puedes. El mundo no es de los que más saben, sino de los que saben escalar (oportunistas), y llegar a la cima (arribistas)”. Sin embargo, esa miseria humana no es nueva. Que a un ignorante lo nombren al frente de una institución cultural y que acepte, no es nuevo. ¿Acaso el poeta argentino Enrique Santos Discépolo no lo planteó con suma claridad en aquel tango titulado Cambalache? “…los ignorantes nos han igualao…”. Hace más de un siglo.
¿Acaso no es ese el panorama en el sector cultural? En Santiago, el descenso es enorme y vergonzoso. El Gran Teatro del Cibao no ha podido cambiar sus características de pocilga (se oyen los aplausos por sus ferias de autos. Lo recaudado no alcanzó para tapar las goteras, y poner un plafón que cuesta cheles… hurraaaaa!!!) el Palacio Consistorial es el mismo establo desde que se celebraban festivales del mondongo, dulce de batata y del concón. El Centro de la Cultura fue un chiquero de chivos desde Balaguer hasta hoy, con la venia de algunos “amigos” que “pasaron por su vida sin saber que pasaron”. Como testimonio mudo está el ascensor oxidado y fuera de servicio desde siempre y el taller de Rafelito bajo el escenario. Las filtraciones cloacales aromatizan el ambiente, el salón de cine es un espacio perdido con fragancia de murciélago, ¿No e jasí De Laura? La “biblioteca” no es funcional sin hablar del comején de puertas y ventanas y el descascaramiento del recubrimiento de mármol que se cae a lo que hay que agregar las condiciones pésimas e inseguras de los profesores. Bellas Artes se mantuvo en la precariedad de la sobrevivencia en una casona podrida y galpones abandonados, salones construidos y dejados a su suerte con tan solo el rastro de lo que iba a ser un espacio para enseñar baile. La ruina solo se compara con las cenizas de aquel “famoso” título de libro de Vergés, quien no hizo el mínimo esfuerzo por revivir el ave fénix cuando dirigía el Zoológico. El Monumento tuvo sus luces y no sucumbió por Antuñano, hombre de valoi, le guta la pa, pero con honoi. Amantes de la Luz es un edificio vacío material y espiritualmente al igual que Alianza Cibaeña, por el descuido total, falta de presupuesto y personal a la altura. El Archivo de la Restauración por igual. ¿Pero, acaso es diferente el deterioro del Partido Reformista, aquel hermoso local, obra de arte arquitectónico de Cuqui Batista? ¿Y los bomberos? ¿Y el mercado? ¿Y el Hospedaje? ¿La Fortaleza San Luis? ¿La Logia? ¿Y el caos? Los haitianos son el chivo expiatorio donde se machaca todo el odio y frustración de la población desamparada.
Y la cadena de la mediocracia lo explica. Poner un mediocre al frente de una institución, no solo es ignorante de sus funciones, sino que lo acepta porque se lo cree “¡yo soy el director!”, para simplemente no hacer nada y cobrar un chequecito, repartir limosnas en los empleados para que lo aplaudan. Arriba, contentos, porque no le exigen nada y pueden hacer y deshacer con el presupuesto que le asignen a nivel nacional. Ellos, como depredadores, no necesitan gente con capacidad, sino cómplices y subalternos que cumplan órdenes y que le sirvan para cubrir las apariencias. Y ni para eso sirven. Se les importa que en la práctica sea la administradora la que tenga el sartén por el mango porque lo importante es “dejar que la vaina fluya” sin interferir ni joder nada. No romper el maleficio, que cada 25 caiga el cheque.
Ahora se agrava la situación por la pandemia y por el nombramiento de dos directores que no conocen la historia cultural de la ciudad, su gente y su idiosincrasia. Total “que todo fluya y que no se destruya, tira puya, tira puya”
En La Mediocracia no hay amigos, se requiere de cómplices que encubran y justifiquen, “si señor viceministro”, “como usted diga señor viceministro”…
Se crea una “supremacía partidista” a sabiendas que todos los partidos son iguales salvo cuando en un periodo dado, por el apoyo de la ceguera popular, uno queda arriba, a donde fluyen los oportunistas. Un ejemplo es el barrilito con el que todos están de acuerdo. ¡¿Qué mejor ejemplo de coincidencia ideológica?! Es un mecanismo de corrupción “legal” que les da el poder a unos y otros y que necesitan para imponerse por la fuerza bruta que compra a los miseriosos, por encima de los que tengan la razón por el estudio o formación.
A esa mediocracia se suman casi todos los “periodistas” vendidos como bocinas. Muchos alardean de independientes hasta que un carguito los desnuda. Lo que no es nuevo, ¿noverdá Tulio Cestero?
“Artistas”, tanto músicos como visuales abandonan el “arte” porque la politiquería de la mediocracia es más rentable. Como pintor no vas a poder vender nada por más bueno que seas. Lo importante son los amarres con los partidos para que a ellos mismos les sirva como mecanismo de corrupción. ¿Qué institución le va a comprar un buen retrato de Duarte, a un buen pintor sin que por el medio, un alto porcentaje de cogioca no lo imponga? Muchísimo mayor que el precio que le den al pintor. No incluyo a Aduanas en tiempo de Miguel Cocco, por supuesto.
El impuesto “embellecimiento” del “muralismo” en algunas ciudades no es más que un instrumento de propaganda barata para empujar candidaturas de alcaldes que nunca han ido a una exposición de ningún artista porque el Arte no les importa. De hecho, el “muralismo” no viene de proyectos de artistas apoyados por el Ministerio de Cultura. No es ni arte mural ni siquiera graffiti. Porque el primero es creación artística y no mandato de burócratas de algún ayuntamiento que pide pinten flores y payasos y personajes populares para que esa popularidad se les pegue a ellos por ósmosis visual. Tampoco es graffiti que es un arte callejero de expresión rebelde, autofinanciado y a propio riesgo de que te agarren y te metan meses de cárcel por daño a la propiedad privada y que va contra las arbitrariedades y malas vainas de la política en el poder. Por supuesto no es un pedido de nadie, es un arte anárquico. El “muralismo” es el paralelismo que se crea en los ayuntamientos como parte de su política de bulto. Son equipos armados allí enganchando a estudiantes de arte a sueldo y quitándole la función al Ministerio, cosa que a ellos no les importa, aunque tendrían que tener una política de apoyo a las Artes Visuales a nivel nacional, en cada rincón. En resumen, ese supuesto muralismo afecta las artes y a los artistas que no se alistan en el mondonguerismo, artistas que creen que el arte no es relajo ni pendejá.
A la mediocracia no le interesa el Arte porque el mismo pueblo lo definió en otra frase popular tan famosa y conocida como las anteriores mencionadas: “Burro no come bicochito”.