Reynaldo (Nan) Chevalier
Escritor y profesor de Literatura dominicano

Aunque Nan Chevalier ha escrito cuentos y minificciones, “disfruto más escribir novelas”, dice, por considerar que le permiten desarrollar con abundantes y precisos detalles, las historias y los personajes; además de que requieren un solo final, aun cuando este sea abierto o con múltiples posibilidades interpretativas. “Por supuesto, hay otras formas de final, narraciones que sugieren múltiples finales: Rayuela, Museo de la novela de la Eterna”, explicó el también profesor de Literatura, quien recomendó la lectura de escritores de las distintas generaciones dominicanas, desde el Postumismo hasta la Generación de los 80 y las actuales promociones. En la actualidad, Chevalier disfruta de la escritura de un libro de poemas y algunos cuentos que podrían convertirse en otro libro.

Ha cultivado la poesía, la narrativa breve y la novela; entre sus obras ¿cuáles son las más destacadas?

Es difícil evaluar mis propias obras, lo que puedo decir es que me identifico más con las novelas “Tibieza”, “El hombre que parecía esconderse” y “Viaje sin retorno desde un puerto fantasma”; y con el libro de poemas “Presas de la inmediatez”. La razón es que escribí estos libros como si me hubieran sido dictados: con placer, sin sobresaltos…

¿Cree que en su caso hay cierta conexión entre su trabajo y las temáticas que desarrolla en sus relatos?

La conexión no ocurre entre mi trabajo profesional y mi labor como escritor, a pesar de que algunas ideas pudieran parecer puente entre ambos mundos por ciertas reflexiones de algún personaje o de un narrador, en el caso de mis obras narrativas; la manera de proyectar mi mundo, en el caso de los textos poéticos. En mi obra de ficción sobresale la invención de universos imaginativos que poco deben a la realidad en que me muevo, excepto a la realidad psicológica.

Sufrimiento y placer, ¿qué experimenta a la hora de escribir?

Siento placer. Si sufriera escribiendo, me dedicaría a un oficio diferente. Cada nuevo inicio me ofrece la posibilidad de perseguir una ilusión. Mi vida gira alrededor de la literatura, lo demás es supervivencia.

¿Tiene algún ritual o manía especial a la hora de ponerse a escribir?

Me alegra más escribir al atardecer y por las noches. Para hacerlo, prefiero los espacios abiertos y los restaurantes: escucho la música, a la gente conversando, la vida en movimiento.

¿Para usted, qué es más importante en una novela, la forma de escribir o la peripecia?
Una conjunción de ambos aspectos. En verdad, toda ficción está elaborada sobre la base del contenido y de la manera de erigir ese contenido. Los recursos expresivos, la sintaxis, los diálogos, los elocuentes silencios constituyen la obra literaria. En mi caso, persigo la pluralidad de sentidos sin que el texto, sobre todo el poético se convierta en una adivinanza.

¿Cuáles cree que son los obstáculos a los que se enfrenta un escritor al escribir su primera novela?

La falta de disciplina es un obstáculo notable. El novelista necesita constancia en la escritura, porque cuando se abandona una novela en proceso se suele perder el ritmo y la idea inicial acaba desvirtuándose. Es preferible vaciar la historia, las ideas y escenas imprescindibles, y luego trabajar sobre ese borrador. Por supuesto, esta fórmula no es universal, el proceso de escribir está ligado a la personalidad del autor.

Una vez terminada la obra, ¿cuáles son los muros que ha de derribar el autor novel para poder publicar?

La falta de casas editoriales. Con excepciones como la Editora Nacional, las colecciones del Banco de Reservas, Santuario y las publicaciones como resultado de ganar un concurso literario: Uce, Funglode, Alianza Cibaeña, Sociedad Cultural Renovación, Radio Santa María, Editorial Bienetre. Salvo esas excepciones, nuestro país cuenta con pocas casas editoras a las que un escritor pueda presentar su propuesta para ser publicada. Hace años que prestigiosas editoriales como Alfaguara y Norma cerraron sus oficinas en la República Dominicana.

¿Cómo describiría su relación con su teléfono, ordenador y tableta?

Son útiles herramientas, sobre todo el ordenador. Suelo apagar el celular cuando escribo; admiro a quienes pueden escribir novelas mientras revisan mensajes en su celular. Yo no puedo, aunque sé que es posible.

¿En qué aspectos ha cambiado el ordenador y otros dispositivos sus métodos, hábitos y ritmos de trabajo?

Resulta previsible que empecé escribiendo a mano, con bolígrafo, no había de otra, a menos que optara por la máquina de escribir. La tuve, pero redactaba a mano y después transcribía. Al responder esta pregunta escucho el teceado de mi obsoleta máquina como si fuera un martillo poblado de nostalgias y casi lloro. Las nuevas tecnologías han facilitado la velocidad en el proceso de escribir, las correcciones, la revisión del texto de manera automática, las posibilidades de leer a cualquier autor de regiones remotas y de que nuestros libros sean conocidos en las geografías más lejanas.

¿Qué sintió al obtener el “Premio Manuel Salvador Gautier de Novela” con su obra Tibieza?

Ganar ese concurso en 2022 ha sido una felicidad sin límites y un estímulo para mi producción narrativa. En “Tibieza” me aparté del género policial, novela negra para ser más específico que intenté en varias ocasiones, y hurgué en los bajos estratos de la sociedad dominicana de final de la Guerra Fría. Lo intenté a través de eventos y personajes que se materializaban en el campus de la UASD, aunque algunas escenas transcurren en espacios diferentes. En el aspecto formal, persistí en la narración con saltos temporales, en la puesta en escena de múltiples narradores y en reflejar la capacidad de ejecutar el bien y el mal tanto por “los buenos” como por “los malos”. Intenté deshacerme de mis influencias literarias de la novela negra que me persiguen sin piedad (Raymond Chandler) (Adiós, muñeca), Santiago Roncagliolo (Abril rojo) y disfruté dando riendas sueltas a una realidad que se parecía, por fin a la de mis años de estudiante… Valió la pena, obtuve el premio por esa novela, también un recorrido de la mano de Keila Rodríguez y Editorial Bienetre por distintos medios de comunicación. Ella representa un ejemplo de lo que debería ser un editor.

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