El mango, esa fruta que tanto abunda en estos días a nuestro alrededor, es sin duda la especie de mayor importancia de la familia de las anacardianas, tanto por distribución mundial como por su notoriedad económica. Está reconocido en la actualidad como una de las 3 o 4 frutas tropicales más finas y es la quinta de consumo en el mundo y la tercera entre las de origen tropical, después del plátano y la piña. Según datos de la FAO del año 2005, se cultiva en más de cien países. La mayoría de las plantas asociadas a la familia de esta especie son tropicales y entre ellas destacan el anacardo y el pistacho.
Según investigaciones de botánicos y biólogos, esta especie frutal es originaria de la zona geográfica comprendida entre Assan (India) y Myanmar donde aún se conservan poblaciones silvestres, aunque otros investigadores sostienen que puede ser nativo de las partes bajas de la cordillera del Himalaya o incluso de zonas cercanas a Nepal y Bután.
Ha sido cultivado desde tiempos inmemoriales, como lo prueba su mención en las sagradas escrituras hindúes -libro de los Vedas 2000 a C.-. Algunos botánicos afirman que fue domesticado hace 6000 años. Históricamente, este árbol ha sido objeto de veneración en la India y sus frutos constituyen un alimento estimado a través del tiempo. Su difusión por el subcontinente indio y por el archipiélago malayo, como sostiene Víctor Galán, fue rápida y la domesticación de la planta pudo haberse llevado a cabo en lugares distintos, lo que puede explicar las numerosas variedades de la especie. De hecho, en el siglo IV y V lo encontramos en todos los países tropicales de Asia al haber sido distribuido en sus viajes por monjes budistas.
Las primeras noticias en el mundo occidental de esta fruta aparecen en las narraciones de las expediciones de Alejandro Magno en el siglo IV a C., aunque son los mercaderes fenicios y árabes los responsables de su llegada al este de África. Su dispersión por otras zonas tropicales fue más lenta y llevada a cabo, durante los siglos XVI y XVII, por los navegantes españoles y portugueses a través de dos rutas diferentes. Los españoles en sus navegaciones lo introdujeron a las ciudades puertos del continente americano desde Filipinas a través del océano Pacífico. Los lusos, por el contrario, utilizaron la vía africana a través del océano Atlántico, llevándolo hasta el sur de África y Brasil. Las fechas de llegada al caribe son algo más tardías y según Valmayor llegó a Puerto Rico en 1740, Barbados 1742, Jamaica 1782 y Costa Rica 1796. En Florida y las islas Hawái no apareció hasta bien entrado el siglo XIX.
Pese a lo tardío de su introducción en el continente americano, el mango es hoy uno de los frutos más apreciados en las zonas tropicales del continente donde se ha convertido, como en los países de origen, en parte destacada de su cultura y como muestra de ello, vale recordar su presencia continua en la destacada obra del escritor caribeño Gabriel García Márquez. El mismo fenómeno sucede en el área francófona del África occidental donde está plenamente integrado en el paisaje y en la vida cotidiana. Su introducción en Australia se remonta a mediados del siglo XIX y en Israel, a comienzos del siglo XX. Como dato curioso hay que mencionar que en Inglaterra se plantó en un invernadero por primera vez en el año de 1690 y fructificó de forma continuada en el jardín botánico de Kew a partir de 1818.
Aunque en Asia su cultivo comercial alcanzó un gran florecimiento en el siglo XVI, su desarrollo en nuestro mundo occidental no se dio hasta inicios del siglo XX. Desde la isla de Cuba fue llevado a Miami por Henry Perrine en 1833 y con las posteriores introducciones durante el siglo XIX se establecieron plantaciones experimentales en Florida destacando el excelente cultivar Haden, a la que luego seguirían otros como Atkins, Keiit, Kent, Irvin…etc. debido al interés y estímulo del Bureau of Plant Industry del departamento de agricultura de los Estados Unidos, se produjo, sin duda, el comienzo del desarrollo comercial moderno de este cultivo.
La palabra mango, originaria de la lengua sanscrita, significa perteneciente a la gente, lo cual es particularmente apropiado cuando en estos días observamos los campos, parques y ciudades de República Dominicana donde es parte de integral de la vida cotidiana. En algunos lugares de África se le considera también como el árbol de las palabras, pues debajo de su generosa sombra las comunidades se reúnen a discutir los problemas de sus poblados.
El mango es una de las frutas más populares y apreciadas del mundo, debido a sus excelentes características organolépticas y nutricionales, las mismas que ha propiciado que en muchos lugares, especialmente en Asia, se le conozca como el rey de las frutas. Este fruto tiene un efecto laxante, diurético, astringente y refrescante, además es buena fuente de calcio, fósforo y hierro. Así como de vitaminas C, A, tiamina y niacina entre otros componentes benéficos. De los 25 millones de toneladas de mango generadas anualmente en el mundo, la India aporta del 55 %, China el 11 %, mientras que México y Tailandia, contribuyen cada uno con el 5 %. Otros países productores importantes son Brasil, Nigeria, Pakistán, Filipinas, Indonesia, Ecuador, Venezuela y Perú. Aunque su comercio se incrementa, este se sigue considerando aún bajo si se compara con otras frutas como el plátano, la manzana, los cítricos y las uvas.