La venganza de los Bernardino se consumaría uno tres años después de la muerte de Luis, a raíz de un incidente que provocó uno de los más grandes escándalos internacionales de la era de la bestia. El famoso caso Galíndez.

Minerva Bernardino insistió desde el primer día para que la bestia castigase a Octavio de la Maza por lo que consideraba y llamaba el asesinato de su querido hermano Luis, el indefenso e inofensivo Luis Bernardino que había metido cinco plomos en el cuerpo de Octavio. Durante mucho tiempo insistió y persistió y nunca desistió en su clamor de venganza, pero la bestia no le prestó mayor atención. O por lo menos la postergó.

El tenebroso y tétrico y retorcido y escabroso Felix W. Bernardino secundó los deseos de su no menos tenebrosa, tétrica, retorcida y escabrosa hermana, emprendieron juntos una cruzada para tratar de convencer a su querido generalísimo de que les concediera la vida de Tavito. Solamente la vida de Tavito, como si de un conejo o un pollo se tratara.

Minerva, sobre todo, intrigó, cabildeó, envió cartas casi de súplica a la bestia, citó mentirosos testimonios, pruebas amañadas, mostró documentos que narraban una versión sesgada de los hechos, acusó al embajador dominicano en Londres de complicidad y encubrimiento, se empleó a fondo, definitivamente a fondo, tratando de ablandar el corazón de la bestia para que accediera a sus deseos, pero durante mucho tiempo la bestia se negó a complacerla y ni siquiera a responder a sus reclamos. La bestia la había escuchado, sin embargo, había escuchado sus ruegos y los había almacenado en su memoria. No los había desestimado del todo.

Luis Bernardino, según el informe del embajador dominicano en Londres, había muerto “en una reyerta entre amigos”, pero también se decía que en el trasfondo había un componente homosexual. Era un secreto a voces que el incidente había tenido lugar por el rechazo de Tavito a las pretensiones de Luis. El mismo guión, el mismo argumento daría base a una posterior acusación contra Octavio de la Maza y lo pondría en bandeja de plata en manos de los Bernardino. Le costaría la vida.

Tavito se había ganado, por desgracia, a unos enemigos poderosos e implacables, que gozaban del favor casi ilimitado de la bestia. Eran amigos y se trataban, al menos superficialmente, como familia. Minerva formaba parte del cuerpo diplomático del gobierno de la bestia y del servicio de espionaje, y Felix era su cancerbero, su más eficaz perro de presa en el extranjero, o por lo menos uno de los mejores, el de más fino olfato.

Ambos eran incondicionales, devotos de “su generalísimo”, y habían señalado, denunciado, entregado en manos de la bestia a un buen número de oposicionistas, habían colaborado en tramas criminales en el país y en el exterior, y tenían en sus manos la sangre de Mauricio Báez y muchos otros. Eran probablemente dos perfectos sicópatas. Dos consumados delatores.

Fue, incidentalmente, y sin que nadie se lo propusiera, una delación, una denuncia de Minerva contra Jesús de Galíndez la que hizo posible la venganza de los Bernardino.

Galíndez era un exiliado vasco que había venido al país en el año de 1939 y había servido a la bestia y también al FBI como informante de las actividades falangistas y comunistas de sus propios compatriotas. Al cabo de seis años, cuando llegó a conocer las interioridades del régimen, empezó a temer por su salud y en 1946 decidió prudentemente abandonar esta tierra y establecerse en Nueva York. No hizo más que llegar para ingresar a la nómina de informantes del FBI, el FBI del tenebroso Hoover, John Edgar Hoover.

Aparte de su labor de informante —informante a sueldo, asalariado, dedicado a suministrar incontables reportes sobre actividades comunistas o procomunistas de varias organizaciones—, Galíndez se desempeñó como catedrático de Derecho Público Hispanoamericano e Historia de la Civilización Iberoamericana en la Universidad de Columbia.

Pero el espía estaba siendo espiado por el servicio de inteligencia de la bestia. Ciertas actividades y contactos con exiliados dominicanos lo habían puesto en la mira, lo vigilaban, lo estudiaban, pero nadie lo molestó hasta que no empezó a escribir una tesis titulada “La Era de Trujillo: Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana”. Su tesis doctoral para la Universidad de Columbia.

La redacción y el contenido de la tesis no pasó y no podía pasar desapercibido. En la obra se decían cosas terribles que llegaron a los oídos de los agentes de la bestia y llegaron a oídos de Minerva Bernardino.

Entre muchas otras cosas, Galíndez afirmaba que el primogénito de la bestia —el niño de sus ojos, el mimado Ramfis Trujillo Martínez—, no era hijo de la bestia.

Minerva Bernardino dio la voz de alarma, escribió un informe poniendo a la bestia en conocimiento de las labores curriculares y extracurriculares de Galíndez y la bestia se encabritó. Quizás pataleó, daría berridos de indignación. Había sufrido en lo más hondo una afrenta que no quedaría impune. Esta vez se atrevería a hacer algo que nunca había hecho y que pondría en peligro sus relaciones con el imperio. Pero lo hizo.

Una operación, en el más puro estilo mafioso o gansteril —con el propósito de raptar a Galíndez—, se puso en marcha poco tiempo después. En la misma jugó un papel protagónico Felix Bernardino, un selecto grupo de sicarios, la entusiasta Minerva. y hasta el mismo Porfirio Rubirosa, que algún día sería interrogado por el Fiscal del Distrito de Nueva York en relación al hecho.

(Historia criminal del trujillato [85])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Tony Raful
La venganza fue de “espanto y brinco” (2) (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2015/03/24/361032/la-venganza-fue-de-espanto-y-brinco) “Tavito y Antonio de la Maza… principio y fin” (https://hoy.com.do/tavito-y-antonio-de-la-maza-principio-y-fin/)

Juan Daniel Balcácer,
El caso Galíndez- Murphy: Una crónica de terror (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2019/08/14/578159/el-caso-galindez-murphy-una-cronica-de-terror)

José del Castillo Pichardo
El Sino Trágico de Galíndez
(https://www.diariolibre.com/opinion/columnistas/2022/04/14/a-la-pluma-de-galindez-se-debe-la-era-de-trujillo/1770330)

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