Las iglesias conservadoras protestantes han cincelado importantes téntaculos políticos en la región del Caribe y en general en América Latina. Su estrategia viene de la mano de pastores que conectan con fluidez con sus fieles. Su auge y crecimiento, en detrimento de la Iglesia católica, les otorga una gran influencia política en países tan importantes como Brasil, Colombia y México. Su rechazo al aborto y a los derechos de los colectivos LGTBI los sitúa en los extremos intolerantes de la derecha política, aunque la izquierda también empieza a considerar sus influencias porque para ganar las elecciones la Iglesia significa más que religión y el apoyo de los pastores evangelicos se vuelve crucial. En 1970 en Brasil el 90 % de los creyentes se consideraba católico, en la actualidad tan solo son el 51 % y más del 30 % se consideran cristianos evangélicos no muy lejos de nuestra realidad dominicana. Debemos considerar que no son un colectivo uniforme, si no que están divididos en diferentes Iglesias en donde sobresalen los pentecostales, pero si algo los define es su diversidad.

A diferencia de la vieja Europa donde el laicismo es imperante en América la religión sigue siendo esencial. Verbigracia, en los Países Bajos y el Reino Unido más del 70 % de sus ciudadanos se consideran no creyentes. En España, cuna de catolicismo ibérico que evangelizó América, casi el 40 % no profesa religión alguna. Por el contrario, en México el 87 % de la población considera que Dios es importante en sus vidas y esta sensibilidad religiosa es lo que ha permitido que el evangelismo penetre con fuerza en el mundo político del continente. Sin ir más lejos, López Obrador presidente de México y político de izquierdas no ha dudado en acercarse a los evangélicos, como el propio Nicolás Maduro en Venezuela, donde se acaba de lanzar el programa mi iglesia bien equipada que entrega bonos económicos a los pastores. Para entender su pujanza política cabe recordar la influencia que tuvieron en el fracaso del referéndum por la paz que convocó en Colombia Juan Manuel Santos en 2016, decantado finalmente por el voto del bloque evangélico.

Los evangélicos se ubican en el protestantismo. Ahora bien, no hay un protestantismo sino muchas Iglesias donde la relación con Dios es directa y no se aceptan mediaciones, como en la Iglesia Católica a través del sumo pontífice sucesor de Pedro, los obispos herederos de los apóstoles, la Virgen María o los santos. Los protestantes no reconocen las jerarquías.

El pentecostalismo nació en 1906 en una Iglesia a Metodista Episcopal africana de California donde se fortaleció la idea de que el espíritu santo actúa de forma independiente, creyendo en la profusión de los milagros que en el catolicismo es algo excepcional. El pentecostalismo atribuye en la cotidianidad la intervención del espíritu, por ejemplo, un éxito laboral significa que has creído en Dios y el espíritu santo te ayudó a conseguirlo. La interpretación de la biblia es individual y el espectáculo es su esencia, el uso del rock, los exorcismos durante el culto o el uso de las redes sociales son espacios donde los pastores construyen potentes escenarios donde dan rienda suelta a excentricidades e histrionismos más cercanos al entretenimiento que a la devoción. Así que cualquier individuo con destrezas comunicativas puede levantar su propia Iglesia forjándola sobre sus deseos y donde los fieles solo deben obedecer.

Sin los Estados Unidos es imposible entender este fenómeno porque es donde se ha moldeado el evangelio contemporáneo y surgió, lo que se conoce en el cristianismo, como la tercera vía que influenció a grupos fundamentalistas para oponerse a la ciencia y ganar espacio en el Partido Republicano. A mitad del siglo pasado en el furor del anticomunismo el pastor Billy Grahan se volvió el icono de este renacer evangélico y se apoyó en el auge de la TV para difundir su ideología religiosa y llevar a los evangélicos al primer nivel de la política y de la sociedad. Los telepredicadores durante la guerra fría se volvieron atractivos para el poder político de Washington, aunque se radicalizaron desmedidamente en los años 60 y 70 con la llegada del movimiento social por los derechos civiles y los hippies.

Este cristianismo que impregna a los Estados Unidos en la actualidad tiene sus raíces en la guerra fría y siempre fue su intención crear, como evidenciamos en la actualidad, un bloque conservador que influye con sus votos en el poder político de la nación. Ejemplo de ello es el fortalecimiento del supremacismo racial, el anti-abortismo y el antifeminismo. Igual que exporta a través de la industria del entretenimiento sus marcas y su ideología, también lo hizo con el cristianismo que influye hoy en Latinoamérica. Este proceso inició con el siglo XX, y fue intencionalmente usado durante la guerra fría como antídoto de la teología de la liberación y el catolicismo en una dura campaña de desprestigio por discrepar del orden ideológico de Washington, desde donde se financió, generosamente, esta nueva evangelización continental. Esta estrategia se apoyó en la ceguera anticomunista de Juan Pablo II que replegó a la Iglesia católica abandonando a las clases humildes y desfavorecidas. Un espacio que llenaron los evangélicos creando comunidades que practicaron la ayuda social y dieron como resultado la transformación de estas iglesias en un actor político que impuso la premisa ideológica de la Teología de la Prosperidad, en donde el dinero es el valor superior, un fin divino en sí mismo, una nueva espiritualidad liviana, material y consumista.


Centro estudios caribeños. PUCMM. Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846.

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