Los acontecimientos mundiales derivados de la crisis política que vivimos, la carencia de liderazgos sociales íntegros y la erosión de la institucionalidad democrática ante la actitud extractivista de las élites dirigentes, obliga a elaborar una reflexión en torno al papel necesario que debe cumplir la historia y el historiador en la sociedad. Hoy en día, los múltiples impactos ocasionados por esta situación, en el orden económico, social, político y ambiental trae a colación un largo historial de políticas públicas con resultados nulos o muy cuestionables, solo en teoría, implementados para atender las necesidades de la sociedad en educación, salud, estímulos para la economía nacional y familiar, protección del estado de derecho y de la propiedad, justicia, lucha contra la corrupción y seguridad pública. Rubros todos obligados de proteger por los representantes políticos del estado, según recoge el ordenamiento jurídico constitucional.
Así pues, los historiadores estudiando el pasado, evidenciamos la crisis presente de un estado nación que transita, sin rumbo alguno, por un pasaje de la historia que cuestiona su supervivencia, debido a que sus marcos jurídicos no se ajustan a una revolución tecnológica donde las grandes corporaciones internacionales no respetan las leyes nacionales, no pagan impuestos y deterioran el medio ambiente a un ritmo frenético que empieza a cuestionar la supervivencia de la propia especie, en definitiva, una grave crisis de valores que nos empuja de ser ciudadanos con derechos políticos a consumidores sin libro de reclamación. Un sistema político liberal en proceso de demolición.
Lo que se desprende de esta situación política es el debilitamiento progresivo del presente régimen de poder y su legitimidad ante la sociedad, y con ello la ausencia de un proyecto político de nación consensuado y puesto en práctica que implique la unidad nacional de todos los sectores sociales, sin exclusión. Las sensaciones que vivimos son de incertidumbre, escepticismo y lejanía, de una separación cada vez mayor de la sociedad y sus representantes que practican un corporativismo cerrado y excluyente que como prueba este año despertó una oleada de movimientos sociales, todavía de poca influencia tangible pero que cuestionan lo evidente, la honestidad y los comportamientos ilícitos de los grupos de poder. Para muestra de ello recordemos lo vivido en Chile, Ecuador, Colombia, Nicaragua, Líbano, Irak, Hong kong o incluso en la cuna del liberalismo la avanzada Francia.
En este escenario, es donde los historiadores nos ubicamos con nuestras herramientas y las dificultades de nuestra profesión, reflejo por otra parte de la propia sociedad como sostiene el historiador mexicano Abel Padilla y que obliga a que la historia y el historiador proporcionen el suficiente conocimiento a la sociedad con el fin de alimentar su consciencia social y su participación en los asuntos centrales de la vida nacional. La historia, siguiendo a Enrique Florescano, está obligada a crear valores compartidos y ayudar a general identidad de grupo, debe reconocer la diversidad y conocer lo extraño y lo remoto, registrar los cambios y transformaciones sociales, entender el pasado desde el presente, hacer juicios del pasado con responsabilidad y ver la historia como proveedora de arquetipos que obedecen a intereses concretos. Para ello y para difundir sus ideas los principales medios son el libro, los museos, los mass media y el mundo digital que ha proporcionado unas posibilidades inmensas a la divulgación de nuestro conocimiento. La reconstrucción crítica del pasado es más necesaria que nunca.
El objetivo de la historia es el estudio del pasado y del hombre, pero su acepción y formas han cambiado con el transcurrir del tiempo. Hasta que la historia se volvió una disciplina profesional la interpretación de la historia, respondía por lo general a los intereses de los grupos dominantes. Por ejemplo, en la antigüedad se hacían apologías de reyes y héroes, en la edad media Dios era el centro del mundo, en la Ilustración el hombre y la razón se convirtieron en el punto central de atención. Mientras en el siglo XIX y XX se ligó a la necesidad del proyecto político de imaginar y construir el estado nación con la selección intencionada de ciertos acontecimientos del pasado.
Con la profesionalización de la historia su objeto y su método se transformó, aunque sin desprenderse totalmente de las viejas formas anteriores. Desde entonces imperó la búsqueda de la verdad y la aplicación del método científico. La proliferación de su enseñanza en la universidad y la profesionalización del oficio puso su principal atención en la reconstrucción crítica y razonada del pasado. Con un método que contempla las siguientes fases, selección de fuentes documentales, sistematización y elaboración de las mismas, y presentación de resultados. Por tanto, en la actualidad el profesional de la historia tiene un sofisticado rigor metodológico. Aunque es verdad que existe un consenso entre la comunidad científica que no existen verdades absolutas y así los resultados pueden ser reinterpretados en cada época. Ello ha llevado a que los historiadores tengan una mayor presencia en las universidades, lo medios de comunicación y en las redes sociales.
Nuestras reflexiones son por tanto más necesarias que nunca, sobre todo, en un mundo heredado del neoliberalismo que, centrado en la búsqueda de la ganancia económica como sentido único, olvidó al hombre en su totalidad con el consiguiente descrédito de los sistemas políticos representativos, la deshumanización de la sociedad y un terrible ecocidio del que todos somos responsables por nuestros insostenibles hábitos de consumo. Las ciencias sociales son mas necesarias que nunca y de hecho es alentador ver cómo los grandes centros de producción de conocimiento de los países avanzados la vuelven a incluir en sus programas de formación.
En este contexto subrayamos la importancia del doctorado de Historia del Caribe que acaba de abrir su segunda cohorte en la PUCMM, y que trata de crear un espacio para formar historiadores profesionales que produzcan nuevo conocimiento y que con sus investigaciones puedan aportar valores, cohesión social y un cambio de relato que permita la supervivencia de nuestras sociedades en las mejores condiciones de bienestar. Subrayar que este proyecto es fruto de la tenacidad, compromiso y liderazgo académico de la historiadora Mu Kien Sang Ben y su equipo de investigadores que creen firmemente en la necesidad que la sociedad dominicana debe formar una nueva generación de historiadores profesionales.