Dinápoles Soto Bello
[Por este medio me veo precisado a aclarar que el viernes de la pasada semana fui sometido a una operación de cataratas y me prohibieron, entre otras cosas, la lectura, la escritura, el alpinismo y tener sexo más de tres veces al día. En tales circunstancias, me he visto obligado a recurrir a mi admirado y querido amigo Dinápoles Soto Bello como bateador emergente para cumplir con mis obligaciones semanales con los diarios en que escribo y con mis posibles lectores.
Lo que pedí, en concreto, al amigo Dinápoles Soto Bello (ahora en funciones de Dinápoles Soto Pedro), fue que me facilitara algunos retazos de sus piezas humoristas para recrearlas en mis páginas semanales.
Ahora no estoy convencido de no haber cometido una imprudencia. El humor de Dinápoles es por lo general de tipo matemático filosófico. Se inventa unos cuentos de fantasmas en forma De Diálogo entre Profanus (P) y Sotágoras (S)] en los que intervienen partículas subatómicas y números cuánticos, pero también introduce unos extraños personajes (un Pinchepedro, un Conde Schurria), que podrían ser mi alter ego.
Algo me dice que mi amigo pretende vengarse de las muchas bromas que le he hecho, pero ya no hay nada qué hacer. Los dejo, pues, en manos de Dinápoles Soto Pedro. Y a Dios que me coja confesado. (PCS)].
Diálogo entre Profanus (P) y Sotágoras (S)
(P) Vine escondido de Cucusa, profe. Ella no quiere ni oír su nombre, pues me desperté en la noche dando alaridos de terror. Culpa suya, por hablarme de fantasmas. Se me metió una pesadilla angustiosa. La vi en sueños, rostro demacrado, ojos alucinados, cabellos alborotados. Tuve un sentimiento de extrañeza, pues ¡no sabía que se había muerto! Leía la prensa en el fondo del patio, debajo de la mata de tamarindo y, cosa rara, había neblina; de repente la vi frente a mi, me puse tieso, se me desinflaron los testículos al verla tan fúnebre, pero lo que me hizo despertar gritando como loco fue cuando agarrando mi mano con la suya, fría como hielo, me dijo: “Ven, amor mío, acompáñame al cementerio, deseo que descansemos juntos en la misma tumba”. Y eso no fue todo. Al despertar y verla mirándome con ojos agrandados por el susto, seguí creyendo que era el mismo fantasma, y de mi garganta salió un largo y tendido “!no, no, no, déjame aquí, nooo” mientras me chorreaba el sudor por la frente. Al fin volví a la realidad y ¡qué alegría sentirla a mi lado, vivita y coleando!. Esa noche me dijo que si seguía viniendo a estas tertulias me iba a enfermar. No me explico cómo estoy aquí de nuevo. ¿Maleficios suyos?
(S) No, amigo, creo más bien que estás picado de curiosidad por las cosas que digo, y nada más. Sólo lamento que a veces produzcan efectos tan penosos como esa pesadilla. Caramba, ¡quién hubiera pensado que el humilde neutrino la haya causado! Yo me pregunto si tu amada costilla no ha tenido sus pesadillas con los tantos chismes de su barrio. ¿No habrá visto en sueños el fondillo de Pinchepedro, despellejado por la diarrea? [un poco molesto] Que se mire en su propio espejo, antes de acabar conmigo.
(P) ¡Oh, profe, no la culpe! Ella sólo cuida mi salud. ¿Que si ha tenido pesadillas? Claro, como todo el mundo. Una de ellas fue precisamente con doña Trulla, dándole una sucia pelelengua, la lengua convertida en culebra y enroscándosele en el cuello. Esa doña es el azote de Los Pepines; critica hasta al pobre cura porque habla mucho en las misas. En estos días la gente hasta disfruta de los malos ratos que ha pasado por la diarrea de su consorte. Cuando lo vio escurriéndose por el fondillo en flujos amarillentos, la encabritó el miedo y le trajo al Dr. Chepazo y ¡chorro detenido! Eso sí, doña Trulla restregó ese canal de desagüe con ungüentos, paños fríos y polvo talco, y el desdichado de Pinchepedro, cuando pudo al fin dar unos pasos, caminaba como un gambado, dando tumbos, no pudiendo cerrar el trasero por el dolor. Como se reían de él al salir a la calle, ahora no sale de su casa. ¡Pobre hombre, mangoneado por tan terrible cónyuge, él tan inofensivo, y tan apasionado de los libros que en el barrio temen que, como le pasó a El Quijote, se le seque el cacúmen de tanto leer.
(S) ¡Qué pena me da esa víctima de tan despóticas faldas!
(P) Esa historia, profe, fue ocasión de algunas expresiones inesperadas de Cucusa, que delatan, aunque usted no lo crea, la influencia de estas tertulias sobre ella. Dijo, con una sonrisa en los labios, que el purgante había convertido a Pinchepedro en un radioelemento, emitiendo por el trasero, como tal sustancia, una radiación, en este caso hedionda, húmeda y amarillenta. También, luego de contarle eso de la partícula fantasma, se le prendió un bombillo en la sesera, al decirme: “Querido, no te tragues ese cuento. Si esa partícula de la $%#&* fuera fantasma, ¿cómo pudieron saber que existía si no podían atraparla? Diantre, profe, admita que en la cabeza de mi Cucusita hay algo de materia gris, ¿no?
(S) No esperaba que fuera capaz de semejantes ocurrencias. Esa cabecita, para alegría tuya, no es una lata vacía. Sin embargo, te aclararé algunas cosas, Dejo de lado la jocosa ocurrencia de la radiación maloliente de Pinchepedro. En cuanto a la partícula fantasma, su observación, ciertamente, tiene mucho sentido. Los físicos saben de la existencia de las partículas cuando las detectan. ¿Cómo entonces pudieron demostrar la del neutrino si su condición fantasmal no permitía atraparlo? Esta historia es fascinante y comienza en los primeros años del siglo XX, con el estudio de la desintegración llamada beta (emisión de electrones por las sustancias radioactivas) Midiendo las energías y cantidades de movimiento de los núcleos y el electrón participantes en aquella desintegración, encontraron que dos principios sagrados de la física, los de conservación relativos a esas dos magnitudes físicas, no se cumplían en ella.
(P) ¿Cantidad de movimiento? Algo entiendo de la energía, no mucho. En las discotecas se ve mucha cantidad de movimiento. En las protestas también, cuando la Policía tira bombas lacrimógenas. ¿A eso se refiere?