La primera Banda Militar de Música fue creada en el primer mandato de Lilís
El domingo primero de agosto de 1882 se dio un concierto de retreta mucho antes de que el Parque Central (Duarte) se inaugurara. Todos los feligreses, desde viejos a niños se quedaron con la remúa dominguera conque asistieron a la misa en la Iglesia del Carmen que quedaba en la calle Sebastián (30 de marzo) con Sol en la esquina sur-este donde hubo un banco. Los hombres aprovechaban para darse sus tragos de ron Bertrán y el resto de la familia se mantenía a la espera del concierto.
El padre Meriño (1880-1882) contaba los días que le quedaban gobernando el país y juró por todos los santos que tenía en su altar de no volver, “ni puel Diablo”, a ocupar esa “silla endemoniá”. “Quédate tú- le dijo al General Ulises Heureaux- tú que conoces a estos rebuseros. Y así fue. Lilís no solo aplacó a gavilleros y montoneros por la fuerza, sino que los adormeció con la música de las retretas en los kioscos de los parques de los pueblos con músicos que tocaban lo que pudieran y con los errores musicales propios de quien no era un experto. Y esa tradición duró hasta mucho después cuando los jovencitos salían a cazar, con sus miradas, a las hijas de los vecinos que se paseaban con sus vestidos largos dándole vuelta y vuelta a los parques.
En una reseña de El Diario de Santiago de 1909 se lee: “…Retreta lucida resultó la de anoche en el Parque Central. Numerosasy selecta fue la concurrencia. Encantadoras damas embellecían aquel paseo con su presencia. La Banda siempre a la altura de su cometido, sí oímos que la mayoría de los concurrentes se quejaban de lo cortas de algunas piezas y de lo muy largo de los intervalos de una pieza a otra. Según vemos ya el público santiaguense no va a las retretas solo a dar vueltas por el parque, sino a darse cuenta apreciándolas debidamente de la ejecución de las piezas con que nuestra Banda nos deleita…”
En Santiago un tal Catalán y de nombre Rafael Idelfonso Arté se ganaba la vida acotejando las columnas Debe, Haber y Balance de la casa comercial de don José Batlle y de la casa Pastoriza, pero como tenía formación musical, se interesó en organizar la primera Banda Militar de Música que duró desde el segundo mandato de Lilís (1884) hasta el 1905 cuando el Ayuntamiento le dio el visto bueno al proyecto de los profesores Ramón Emilio Peralta y José Ovidio García que fueron alumnos del mencionado contable. De ahí en adelante la formación de músicos no paró, aunque se hiciera de manera informal. La Banda del Ayuntamiento fue compuesta por músicos que luego continuaron la enseñanza. De ese primer grupo se destacaron Peralta y Ovidio García como director y subdirector. En el contrabajo a Lorenzo Bustamante y a Secundino Rodríguez que todos llamaban “el colorao” y que quedó inmortalizado en un óleo de Yoryi Morel. El flautín lo tocaba Alfonso Aguayo quien era dueño de un gran colmado-restaurante en la calle del Sol y que luego construyó el Hotel Mercedes en honor a su mujer Mercedes Ceara. Los cornetines estaban a cargo de Emilio Rodríguez y Otilio Aybar mientras que los clarinetes eran de Octaviano Castillo, Manuel de Luna, Jacinto Sánchez y Rafael Castro. Luis López en el bombo y los platillos; Gabriel Pons y Pedro Muñoz en los trombones.
Hasta que, en 1931, cuando Trujillo era ya el “Benefactor y Padre de la Patria Nueva”, se creó el Liceo Musical “Juan Francisco García” en honor a su fundador que lo dirigió hasta 1944 cuando don Julio Alberto Hernández lo condujo hasta el 49. Cualquier desarrollo artístico se topaba con las limitantes del pueblo y obligaba a los inquietos a seguir creciendo, pero en la capital, donde se hacían los cheques y creo que se siguen haciendo.
Ana Margarita Luna llenó el espacio del maestro Hernández y la Secretaría de Estado de Educación oficializó el Liceo Musical y le cambió el nombre por “Liceo Musical José Ovidio García, cuyas clases de piano, violín, solfeo, teoría y canto coral quedan abiertas hoy a la sed de conocimiento de los futuros artistas santiaguenses, es un logro más que responde a la política de estímulo a la cultura y a las artes iniciada por el Benefactor de la Patria y proseguida fielmente por su digno hermano, General Héctor Bienvenido Trujillo Molina, Honorable presidente de la República…”, leía la directora en el acto de inauguración de febrero de 1953. En cada época hay que hacer loas para mantenerse en los cargos, no basta con la capacidad y rendimiento de la gente, se requiere una cuota culébrica que heredamos de la arrogancia del poder.
En ese entonces enseñaban los profesores Apolinar Bueno, Camelia Paulino de Victoria, Conchitica Luna de Sánchez, Ana Antonia Fulgencio, Dulce María Guzmán. Las clases eran de violín, piano, solfeo, teoría y canto coral.
En 1962, apenas un año después del asesinato de Trujillo, Luna de Espaillat fue reemplazada por el profesor Apolinar Bueno Torres.
Con la fusión de este liceo, la escuela de teatro de Divina Gómez y la Academia de pintura y dibujo de Yoryi surgió la Escuela de Bellas Artes de Santiago.
La EBAS, como se le conoce, hoy está ubicada en la calle Juan Pablo Duarte 69, una antigua casona que fue ocupada por Trujillo. Su director, Yunior José Mendoza (Chiqui) la ha dirigido en dos ocasiones desde el 2004 al 2006 y desde el 2016 a la actualidad.
El departamento de Música cuenta con los destacados profesores Ivanova Casimiro, José Salas, Paolo Fernández, Ramón Peralta, José María Dolores, don Frank Hernández quienes ofrecen clases de Piano, Guitarra, violín y teoría musical.
Las clases de Bellas Artes se imparten de 2:00 p.m en delante de lunes a sábado.
Es importante decir que todas las clases, en todas las áreas (teatro, ballet y artes visuales), se imparte gratuitamente.
No solamente se desarrolló la enseñaza formal en Santiago como hemos visto, hay que hablar también de la cantidad de jóvenes que aprendieron en un patio o en una rancheta de algún campo vecino para tocar los instrumentos de la música popular y que no fue reconocida hasta hace poco cuando tanto el merengue como la bachata son parte del menú musical del mundo.
No se puede hablar de música en Santiago sin mencionar al Padre Hilario y su Orfeón, a Henry Ely, y una lista más grande que el Monumento.
Conocí en Cienfuegos a un señor que tenía un acordeón idéntico al de Ñico y que él vendía por 10 mil pesos negociables porque “estaba pasando por un mal momento”. Quizás a los herederos de Ñico les ocurrió lo mismo y es por eso que el suyo fue a parar al museo de Tomás Morel de donde desapareció con su colección completa.
Si alguien viene preguntando que cuál es la música de Santiago, no vacile y diga que el perico ripiao que no lo tumba ni los millones de César el abusador con su recua de escandalosos y su música contemporánea. ¡Usted la paga, compay!