El grupo de viajeros ha llegado con anticipación al puesto Han y el cargador está agotado, al borde del colapso, pero el comerciante se atribuye el mérito. Desborda energía, entusiasmo, soberbia. Se ve a sí mismo como el hombre fuerte del grupo. En su visión darwiniana de la sociedad, el cargador y el guía no son más que unos seres debiluchos y sin iniciativa propia, “¡Miserable chusma!”. En cambio él consigue todo lo que se propone.
Sin embargo, un pensamiento inquietante traiciona su exceso de confianza. Frente a ellos se extiende ahora “el desierto Jahí, totalmente deshabitado”, y en la soledad del desierto dependerá más que nunca de esos seres inferiores a los que ha venido maltratando durante el camino. Ensaya entonces una actitud conciliatoria para tratar de ganarse el aprecio de los hombres que desprecia. Por un momento fingirá o tratará de fingir ser una oveja, pero los colmillos se le notan desde que abre la boca, y el guía se da cuenta de que algo trama:
GUÍA: Desde que hablamos con los policías nuestro comerciante parece cambiado. Su tono es muy distinto, casi amistoso. Eso nada tiene que ver con el ritmo del viaje, ya que tampoco aquí, en esta última parada antes del desierto Jahí, nos detendremos para descansar. No sé cómo hacer para llevar al changador, tan agotado, hasta Urga. Esta cordialidad del comerciante me inquieta mucho. Temo que esté tramando algo. Anda mucho de un lado a otro, sumido en cavilaciones. Nuevos pensamientos, nuevas vilezas. Pero de todos modos el changador y yo tenemos que aguantarlo. De lo contrario no nos pagará y nos despedirá en mitad del desierto.
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La hipócrita cordialidad del comerciante va de la mano con la intención de sembrar cizaña entre el cargador y el guía, pero mientras mayor empeño pone en el trámite, mayor desconfianza provoca:
COMERCIANTE: Sentémonos, amigo. ¿Por qué no te sientas? Un viaje como éste acerca a los hombres. Si no quieres, puedes quedarte de pie. Vosotros también tenéis vuestras costumbres. Yo generalmente no me siento contigo y tú, a tu vez, no lo haces con el changador. Sobre estas diferencias está construido el orden del mundo. Pero podemos fumar juntos… ¿o no? (SE RÍE) Eso es lo que me gusta de ti. Es también una especie de orgullo. Junta, pues, todo el equipaje y no te olvides del agua. Dicen que hay pocos pozos en el desierto. Además, amigo mío, quisiera prevenirte: ¿Viste cómo te miró el changador cuando lo trataste rudamente? Había algo en su expresión que no indicaba nada bueno. No obstante, deberás ser más enérgico con él los próximos días, pues tendremos que apurar la marcha. Y es haragán. La región hacia la que nos dirigimos es desierta y posiblemente allí muestre su verdadera cara. Razón suficiente para que él te odie. Harás bien en mantenerte alejado de él.
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El guía lo escucha con recelo y finalmente lo rechaza. Al cabo de un rato, sin decir palabra, abandona su compañía y se reúne con el coolí, le ofrece tabaco y entabla con él una amena conversación:
COOLI- El comerciante dice siempre que hace un bien a la humanidad sacando petróleo de la tierra, que si se hace salir el petróleo del suelo, habrá trenes y se extenderá el bienestar. Dice que aquí mismo habrá trenes. ¿De qué viviré yo entonces?
GUÍA Tranquilízate. No habrá trenes tan pronto. Oí decir que cuando encuentran petróleo guardan el secreto. Al que tapa el pozo se le paga por callarse. Por eso se apura tanto el comerciante. No es petróleo lo que busca, sino el precio del silencio.
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Sin que ninguno se dé cuenta, el comerciante escucha la conversación detrás de una puerta y malinterpreta todo lo que dicen. El comerciante no puede entender lo que sucede, no entiende lo que significa solidaridad de clase y se imagina que el guía está tratando de malograr el viaje:
COOLI ¿Es difícil de cruzar el río Mir?
GUÍA En esta época del año, generalmente no; pero cuando crecen las aguas, la corriente es tan fuerte que quien la cruza arriesga la vida.
COMERCIANTE: ¡Pero está hablando con el changador! Con él sí puede sentarse y fumar.
COOLI- ¿Qué se hace en estos casos?
GUÍA: A veces es necesario esperar una semana para pode cruzar sin peligro.
COMERCIANTE: ¡Qué descaro! Hasta le aconseja que se tome todo el tiempo que quiera y cuide bien su preciosa vida. Es un tipo peligroso. Incluso será capaz de defenderlo. No hay nada que hacer. No es hombre para esto… Si no le da por hacer algo peor. En suma, a partir de hoy van a ser dos contra uno. Es evidente que tiene miedo de tratar con fuerza a quien lleva bajo su mando, ahora que vamos a cruzar un paraje desolado. No tengo más remedio que quitarme de encima a ese individuo. (SE ACERCA AL LUGAR EN QUE SE HALLAN LOS OTROS DOS.) Te mandé controlar si se está haciendo bien el equipaje. Veamos si cumples mis órdenes. (TIRONEA DE LA CORREA DE EL BULTO HASTA QUE SE ROMPE.) ¿A esto llamas hacer bien un bulto? Una correa rota es un día perdido. Pero esto es justamente lo que quieres: parar.
GUÍA:Yo no quiero parar. Y la correa no se rompe si no se la tironea tanto.
COMERCIANTE: ¡Cómo! ¿Encima me contradices? ¿Se rompió o no la correa? Atrévete a decirme a a cara que no se ha roto. No se puede contar contigo para nada. He cometido un error al tratarte dignamente. Ninguno de los dos se lo merece. Un guía que no inspira respeto al personal no me sirve. Pareces más adecuado para changador que para guía. Hasta podría creeré que tratas de sublevar al personal.
GUÍA: ¿Por qué?
COMERCIANTE: Sí, eso es lo que quieres saber. Terminemos. Quedas despedido.
GUÍA: Pero usted no puede despedirme así, a mitad de camino.
COMERCIANTE: Puedes estar contento de que no presente mi queja en la agencia de colocaciones de Urga. Aquí tienes el salario que te corresponde hasta este punto.
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Una vez despedido, el guía se acerca nuevamente al coolí para tratar de aconsejarlo, pero el coolí lo rechaza. A su manera, él también entiende que “el orden del mundo” está construido sobre unas diferencias insalvables, diferencias naturales que no deben ser transgredidas, y no quiere provocar la ira del comerciante. Adopta la sumisión como norma de vida:
GUÍA (AL COOLI): Cometí el error al sentarme a tu lado. Ten cuidado, ese hombre es malo. (LE ALCANZA SU BOTELLA DE AGUA). Guarda esta cantimplora como reserva. Escóndela. Si llegáis a perderos, con seguridad que te quitará la tuya. ¿Y cómo harías para encontrar la ruta? Te enseñaré el camino.
COOLI: Mejor no lo hagas. No debe oírte hablando conmigo. Si me despide, estoy perdido. Nada le obliga a pagarme, ya que no pertenezco a ningún sindicato, como tú. Puede hacerme cualquier cosa.
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El comerciante se dirige ahora al tabernero para que le explique al coolí la forma de llegar a su destino. El tabernero le explicará al guía y el guía fingirá que entiende para no disgustar al comerciante. Todos los ingredientes de la tragedia están servidos:
COMERCIANTE: (AL TABERNERO): Entregue esta carta a la gente que llegará mañana aquí, en viaje hacia Urga. Yo proseguiré solo con mi changador.
TABERNERO: (ASIENTE CON LA CABEZA Y TOMA LA CARTA): Pero no es un guía…
COMERCIANTE (PARA SÍ): ¡Ah, así que entiende! Antes no quiso entender.. Conoce el asunto. No quiere ser testigo en estas cosas. (AL TABERNERO, RUDAMENTE): Indique a mi changador el camino a Urga. (EL TABERNERO SALE Y EXPLICA AL COOLI EL CAMINO A URGA. ESTE, A SU VEZ, ASIENTE CON LA CABEZA, VIVA Y REITERADAMENTE, EN SEÑAL DE COMPRENSIÓN.) Veo que habrá lucha. (SACA SU REVÓLVER Y LO LIMPIA, CANTANDO:)
El hombre débil perece y el fuerte triunfa.
¿Por qué la tierra debe entregar su petróleo? ¿Por qué el coolí debe cargar mi equipaje? Hay que luchar por el petróleo
contra la tierra y el coolí.
Y en esta lucha el lema será:
El hombre débil perece y el fuerte triunfa.
COMERCIANTE (AL COOLÍ: ¿Conoces el camino ahora?
COOLI: Sí, señor.
COMERCIANTE Andando, entonces.
EL COMERCIANTE Y EL COOLI SALEN. EL TABERNERO Y EL GUÍA LOS SIGUEN CON LA MIRADA.
GUÍA: No sé si mi colega entendió realmente. Tardó muy poco para comprender.