Tiene razón Danilo. La justicia dominicana ha abandonado su habitual tolerancia o apatía, quizás la necesaria complicidad, y se encamina a una deriva autoritaria contra los corruptos, tuerce el rumbo, se desvía de su verdadero objetivo:
Deriva significa, para aclarar las cosas, “abatimiento o desvío de la nave de su verdadero rumbo por efecto del viento, del mar o de la corriente”.
Desvían al Ministerio Público los vientos de un siempre peligroso populismo, las pasiones justicieras, el espíritu quijotesco que aún anida en ciertos idealistas desfasados que siguen creyendo en utopías. Los quijotes y quijotas del Ministerio Público lo alejan del camino recto, el que señala Anatole France:
“Toda la justicia social descansa en estos dos axiomas: El robo es punible y el producto del robo es sagrado”.
Esto significa que robar merece respeto, que los ladrones merecen respeto y que el respeto es indispensable para el mantenimiento del orden social. Entre los países como entre las personas —pudo haber dicho un ilustre mexicano— el respeto a los bienes robados es la paz. La deriva autoritaria contra los ladrones atenta contra el orden establecido, contra el orden y la impunidad establecidos. De hecho ya se está organizando en el país una cumbre a la que se ha dado en llamar la cumbre de los corruptos, con una voluminosa exprimera dama a la cabeza, y las consecuencias no son previsibles.
Todo ese afán de justicia es quijotesco, quijotería, quijotismo y si alguien tienen la culpa es el tal Cervantes. Culpa es de un facineroso llamado Cervantes Saavedra, un resentido social, un muerto de hambre, un fracasado, el autor de un libelo sobre sobre un loco holgazán que llamaban don Quijote. El tal Cervantes y el tal Quijote a los que se refirió Lope de Vega con gracia sin par. Aquel Lope que afirmó que no hay escritor “tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote”.
Hasta la fecha, en verdad, no se ha escrito un libro tan dañino como el Quijote. Ni siquiera el Manifiesto del Partido Comunista y Las venas abiertas de América Latina alcanzan tales niveles de perversidad. De hecho, quizás no será nunca posible aquilatar el daño, el mal ejemplo que ha producido el Quijote en la sociedad.
Solo a un desquiciado se le ocurriría decir lo que el Quijote dice a Sancho, y a otro desquiciado ponerlo en práctica:
“—Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.
Otros principios y razonamientos, con su velada incitación a la lucha de clases, el elogio de la humildad y la virtud y la dignidad desenfrenadas, podrían inevitablemente conducirnos al abismo:
“—Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores, porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. Numerables son aquellos que de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y desta verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansaran”.
“Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y agüelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale”.
Por esa y otras razónes decía y repetía un alto y muy lucido funcionario de la era gloriosa: “Yo ya enterré al Quijote”. Y hay que enterrarlo bien hondo, enterrar también la utopía. Toda posible utopía. La utopia es un peligro, como no se cansa de predicar Jorge Prats.
De manera imperativa, hay que traer de nuevo a la memoria colectiva lo que dijo hace ya muchos siglos Fray Antón de Montesinos en el famoso Sermón de Adviento: “¿Decid con qué derecho?”.
“…Para os los dar a conocer los pecados y abusos contra los políticos y maleantes de cuello blanco me he subido aquí, yo soy la voz de Mercurio, dios de los políticos y los comerciantes y los banqueros y los ladrones que son la misma cosa en el desierto de esta isla y, por tanto conviene que con atención no cualquiera, la oigáis detenidamente.
“La cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás pensasteis oír… Esta voz dice que todos estáis en riesgo de que se os someta por la indiferencia, por la crueldad y tiranía que usáis con estos malaventurados industriosos políticos en desgracia arrojados a las pérfidas mazmorras donde sólo pertenecen los pobres y sucios de oficio.
“Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible abandono aquestos funcionarios corruptos y malandrines? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban como tantos otros en sus villas y castillas mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con humillaciones y pérdidas millonarias, amenazáis despojar?
“¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles tregua ni compadecer sus malestares, que de los excesivos rigores que les dais en los infaustos tribunales incurren en pedorrea y flatulencias y se os mueren de tristeza, y por mejor decir los mataís por cebaros cada día de la desgracia ajena?
“¿Y qué cuidado tenéis de quien los mime, preserve los beneficios acumulados con el sudor de la frente ajena, salvaguarden sus cuentas en paraísos fiscales y la prestancia ganada a fuerza de papeletas?
“Acaso pretendéis ofrendar la cabeza ante el hacha del verdugo a tantos de sus iguales? Esos, ¿no son ladrones, corruptos, deshonestos, taimados y podridos como los que hoy padecen? ¿No tienen como ellos los ladroneles fortunas mal habidas? ¿No andan como ellos centenares de políticos exhibiéndose impúdicamente a bordo de vehículos que cuestan una fortuna? ¿No sois obligados a reconocedlos como a los demás? Dormidos como estáis en tan profundidad, de sueño tan letárgico, esto no entendéis, esto no sentis.
Pero al menos decid, ¿con qué derecho se somete a estos infelices al escarnio de la justicia sin daros cuenta de que estáis arriesgando la impunidad de multitudes con la posible fuerza de un mal ejemplo, un precedente nefasto que afila cuchillas para miles de gargantas?