En el año 2015, el papa Francisco escribió una Carta Encíclica de corte social y específicamente con el tema de la preocupación medioambiental global. Cada semana me reúno con los jóvenes de mi parroquia a discutir y reflexionar el tema ecológico desde la aparición de la mencionada encíclica. El grupo entero concuerda en que pareciera que el papa escribía pensando en la realidad específica de la República Dominicana, nuestro país. ¡Parece que el papa vive en nuestros pueblos y barrios! Exclamó con sorpresa Oliver, uno de los jóvenes inquietos y preocupado de nuestra comunidad parroquial. ¡Lo que pasa es que es un tema global! le contestó Lóker, con una serenidad y convicción desafiantes.

¿Cuál es la cuestión del agua en el mundo? ¿Cuáles son las incertidumbres actuales que padecemos frente a la cuestión de este preciado recurso? ¿Es el agua tratada como un derecho humano o como un negocio, donde los más ricos se aprovechan y los más sufridos, que son siempre los más pobres? Al leer el capítulo titulado así mismo, La cuestión del agua, el papa nos despierta y estimula el pensamiento crítico y a la vez la esperanza frente al devenir del tiempo. Muchos países en el mundo actual avanzan en el tema del cuidado y protección del agua y la mitigación de los efectos de la contaminación del preciado y necesario líquido, pero en otros países, como en el que vivimos, donde no parece existir la más mínima preocupación de las autoridades y mucho menos, del común de los ciudadanos.

Durante mucho tiempo, el abastecimiento de agua no era un problema, no era un tema de debates, porque no era necesario, no se puede caer en anacronismos, como hemos visto a “intelectuales” aplicando textos bíblicos para defender la minería supuestamente “responsable” en República Dominicana. Llegó la época del Calentamiento Global, y la misma ha traído consigo una nueva temática en la discusión intelectual y ello se debe a que, como afirma el sumo Pontífice, ya la demanda supera con creces la oferta sostenible de agua y esto provocará, grandes y fatales consecuencias a corto, mediano y largo plazo.

Por tanto, la cuestión en torno al agua debe ser hoy día un tema central en la educación y en cultura. Vivimos en una sociedad de consumo que ha construido una cultura del desperdicio y el derroche. Se trata de un bien crucial de vida y, sobre todo, la vida de los más necesitados, de los que tienen menos recursos. El papa Francisco advierte y recuerda que hay una deuda pendiente con los más pobres en torno a su derecho al uso de agua potable.

El papa sigue pareciendo habitar en nuestro país cuando aborda y trata el tema de la Industria extractiva subterránea. En el número 29 de la referida encíclica, el papa sigue explicando:

Las aguas subterráneas en muchos lugares están amenazadas por la contaminación que producen algunas actividades extractivas, agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación y controles suficientes.

Del mismo modo, mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible y con ello nuestro entorno natural, en algunos lugares se avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso para convertido en una mercancía que se regula por las leyes del mercado.

Parece que nuestro vecino Oliver tenía razón cuando afirmaba, sorprendido durante la reunión de la Pastoral Ecológica Parroquial; ¡oh! ¡parece que el papa vive en nuestros pueblos! Hace un tiempo atrás, era utópico pensar que, en la República Dominicana, en nuestra isla, se estaría hablando de privatizar el agua, y sí, hoy en día hay cada vez más charlas y conferencias, preocupaciones, miedos, incertidumbres y preguntas como: ¿Cuál será el futuro del agua potable y de los ríos y los mares? ¿Seguirá siendo el agua un negocio o un derecho?

Son solo algunas de estas preguntas, para las que tal vez no tenemos respuestas inmediatas, pero debemos recordar como dice la filosofía; las preguntas son más importantes que las respuestas.

En palabras del papa Francisco se insiste en que “el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y, por lo tanto, es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”.

Dios entregó la creación en manos del ser humano para una buena y justa distribución. Ese acto continuó el acto creador de Dios, pero luego Jesús se hizo hombre para venir al mundo a señalar al hombre y a la mujer, la opción y debilidad de Dios, con y por los más pobres y necesitados. Si nos formamos, educamos y tomamos conciencia todos, en torno al cuidado y la justa distribución del agua y otros recursos naturales básicos, estamos caminando en el mismo bando de Cristo Jesús. ¡Alabado Sea!

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