Ambos edificios, ubicados en San Cristóbal, fueron construidos para el dictador Rafael Leónidas Trujillo
A escasa distancia de lo que era la Hacienda Fundación, en la comunidad de La Suiza, en San Cristóbal, se encuentra, al final de un empedrado camino de una colina, el vestigio de la Casa de Caoba del dictador Rafael Leónidas Trujillo.
Esta construcción de hormigón armado, que data del 1940, fue levantada en una superficie de 3,162 metros, repartidos en tres niveles.
Fue construida, en principio, por el agrimensor Emilio Espino, y luego ampliada por el ingeniero Félix Benítez Rexach, siendo retocada en otro momento por el ingeniero Bonet Báez, con su ayudante Ramón Velázquez.
La madera preciosa empleada para su decoración interior, especialmente del segundo y tercer piso, fue la caoba, motivo por el cual lleva ese nombre. Sin embargo, los decoradores también utilizaron roble y otras maderas, que procedían de las proximidades de las comunidades de Boruga y San Francisco de la provincia.
De acuerdo con el escritor Guaroa Ubiñas Renville, cerca de la casa había una especie de edificio de dos pisos donde dormía parte del personal fijo. La primera planta, que fungía como garaje, daba paso a las otras dos que estaban protegidas del mundo exterior por unas ventanas anchas, de vidrio opaco.
Desde su altura se dominaba todo el llano y se alcanzaba a ver San Cristóbal, como también desde esta ciudad, quienes tenían conocimiento, podían saber cuándo “El Jefe” estaba en la casa. Lo determinaban, con solo observar si las luces de arriba estaban encendidas. Para acceder a la zona elevada que conducía hasta la casa, había que pasar por una puerta cuidada por una patrulla militar que, al principio, estaba al mando de un sargento y luego, por un teniente, refiere Renville en “La Hacienda Fundación”.
Pocos metros antes de esta puerta había una vivienda llamada la Casa Redonda, que era donde pernoctaba y vivía Trujillo mientras estaba allí, a finales de la década de los años 30, que fue cuando comenzó la construcción de la Casa de Caoba. Luego, la Casa Redonda quedó como la zona donde almacenaban artículos de la Casa de Caoba; en esta área existía una de las dos vías que daban acceso a la Casa de Caoba.
“Unos pocos metros más adelante, pero del lado frontal, había una pequeña fortaleza militar, que luego fue habitada por varias familias. Es de conocimiento público que detrás de esta fortaleza, de la cual quedan las ruinas, existía un hoyo en el cual lanzaban los cadáveres de asesinados”, cuenta Renville.
La Casa de Caoba, que no fue construida con muchas pretensiones arquitectónicas, conformaba el dominio aéreo de las propiedades fundamentales de la Hacienda Fundación, que, de acuerdo con historiadores, contaba con el mejor ganado lechero del Caribe y más de tres mil trabajadores.
El 3 de octubre de 1987, mediante la ley No. 44-87, sometida por el senador sancristobalense José Osvaldo Leger, fue creado el Patronato de la Casa de Caoba, con la finalidad de preservar el lugar como monumento histórico.
El Patronato de la Casa de Caoba, aunque ha sido inoperante, fue integrado por representantes de la entonces Secretaría de Turismo, la Oficina de Patrimonio Cultural, el Museo del Hombre Dominicano, la Secretaría de Obras Públicas, el Museo de las Casas Reales y el Ayuntamiento de San Cristóbal.
Este lugar histórico, vinculado a uno de los episodios más complejos de la vida política y social del siglo pasado en la República Dominicana como lo fue la Era de Trujillo, ha sido dejado a su suerte. Actualmente, la infraestructura se ve empañada por la maleza que crece en su derredor, además, gran parte de su interior ha sido utilizado por desaprensivos para hacer fechorías. El acceso al lugar también es tortuoso, pues gran parte del estrecho camino no está pavimentado y se encuentra lleno de profundos hoyos que impiden el paso de vehículos.
En 2010 el diputado Leivin Guerrero, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) por San Cristóbal, propuso un proyecto de ley ante el Congreso Nacional que buscaba la creación de una casa-museo sobre Rafael Leónidas Trujillo en ese lugar, que tendría como objeto la recopilación, organización, investigación y difusión de los bienes del patrimonio tangible e intangible de la nación, relativo a esta etapa que se extendió desde el 1930 hasta el 30 de mayo de 1961. La propuesta, tanto en ese entonces como en estos tiempos, cuenta con personas que la apoyan y otros que se oponen.
La mayoría de los muebles que estaban en esa casa, que quedó descuidada tras la muerte de “El Benefactor”, fueron trasladados a diferentes lugares, especialmente al Castillo del Cerro, un majestuoso edificio construido en 1949 por orden del mismo Trujillo, donde aun se conservan parte de esos artículos.
Es un inmueble de cinco niveles, cuya fachada es similar a la proa de un buque, decorado en áreas del primer nivel como una réplica de salones del Palacio Nacional. Fue construido por el mayor del Ejército Henry Jean Gazón Bona, un ingeniero-arquitecto autodidacta de origen francés que erigió gran parte de las edificaciones de la época.
El Castillo del Cerro, que se levantó con los recursos del Partido Dominicano, fue construido en terrenos escogidos por Virgilio Álvarez Pina y Benjamín Uribe Macías.
Aunque Trujillo nunca habitó la vivienda, ya que la consideraba una “casa de locos”, este es uno de los lugares de la Era que más recuerdos guarda de él, sobre todo por los artículos personales que allí se encuentran.
Los techos del Castillo son quizás una de las peculiaridades que más asombran al visitante, pues cada uno tiene un diseño especial, con estilos orientales, imperiales y hasta con un Buda en los cuatros extremos.
El diseño está inspirado en el estilo barroco y en sus techos y paredes se contemplan incrustaciones decorativas de mármol rosado y verde, traídos de Italia, que trasladan a los visitantes a la época imperial. Al principio estuvo pintado de marrón y rojo vino, colores propios del estilo en que fue inspirado.
El área del Castillo, donde están las camas, comedores, clósets, gaveteros, entre otros artículos de Trujillo, fue remodelada en el año 2006, y para la ocasión se invirtieron unos 10 millones de pesos. Desde la azotea se puede apreciar una panorámica de la provincia de San Cristóbal y parte de Santo Domingo.
En la primera planta del Castillo están las oficinas administrativas y la Biblioteca Hermanas Mirabal, aunque antes estaban la cocina y los baños. En el segundo nivel están parte de los muebles de Trujillo, aunque el que más llama la atención es el comedor principal que tenía éste en la Casa de Caoba. En esa misma planta se encuentra uno de los aspectos más destacados de toda la edificación: un mural realizado por el famoso artista español José Vela Zanetti, quien empleó para esa pintura el tema de la fiesta campesina, realizado alrededor de la música del merengue. Zanetti intentó reflejar la situación de la clase baja en el gobierno de Trujillo.
En la tercera y cuarta plata, antiguamente dedicadas al uso familiar, donde estaban las habitaciones de sus hijos Ramfis, Angelita y Radhamés, además de la habitación matrimonial, están otros muebles de Trujillo, como sus camas y una de sus neveras favoritas. En el último piso se encuentran otras áreas administrativas.
Mediante el decreto 528-05, en su artículo 4, se asignó el Castillo del Cerro a la Procuraduría General de la República para ser destinado a la Escuela Nacional Penitenciaria (ENAP), para sus procesos de formación y capacitación en materia penitenciaria.