¿Puede hablarse de una identidad latinoamericana? ¿ Se puede asociar una identidad latinoamericana a la producción azucarera? ¿ Hay formas de validar esa construcción antropológico- cultural?
Es dable empezar a conceptualizar la idea de identidad latinoamericana haciendo comparaciones de la misma con el Utilitarismo Anglosajón, por aquello de que si es útil es bueno y, por lo tanto, el valor de la conducta está determinado por el carácter práctico de sus resultados. Este término, más del campo de la ética, que, de la corriente filosófica de la sociedad moderna, es el que propone que hay que diferenciar el bien del mal al enfocarse, exclusivamente, en los resultados de las acciones. Determina que la opción más ética es la que produce el mayor beneficio para el mayor número de personas. Aquí es donde se reafirma la idea de que lo utilitario se sobrepone a lo espiritual. Caso que tendrá que ser analizado.
La civilización latina representada por Ariel y la utilitaria estadounidense representada por Calibán, son la más alta expresión de la puesta en discusión de lo espiritualmente superior y lo pragmáticamente validado en las posturas de Jeremy Bentham y John Stuart Mill, en la idea de que la mejor acción es la que produce la mayor felicidad y bienestar para el mayor número de individuos involucrados y maximiza la utilidad. Siendo así, de nada valdría defender la espiritualidad de lo latino, si la tendencia es tratar de emular los ideales y valores del modelo constitucional estadounidense en el cual los más aviesos pensadores trataron de convencer a los diferentes grupos humanos de que era preferible un régimen oligárquico presidido por los más inteligentes y los más cultos, que una democracia basada en la igualdad que solo conduce a la mediocridad y a la supremacía de lo utilitario y vulgar.
Es posible que con el nacimiento de Ariel, ya los latinoamericanos estuviéramos hablando de colonización intelectual ,sin proponérnoslo, pues los criollos, se habían convertido en dueños de la administración político-económica de los estados- naciones, procurando no alterar el orden social que habían establecido los europeos, sabiendo el criollo que, en ausencia del colonizador, él era el jefe absoluto, siendo heredero de una parte, tanto de las instituciones, como de las formas de gobiernos y de los modelos de independencias que fue proyecto de unos pocos.
Es justo aclarar que el arielismo y la idea de superioridad espiritual de los latinoamericanos llega a la República Dominicana de la mano de Enrique Deschamps, a quien le cabe el mérito de haber propiciado la primera impresión de Ariel fuera de Uruguay, trayendo las disquisiciones intelectuales con Pedro Henríquez Ureña, quien, muy temprano se distancia de Rodó y de una crítica a Estados Unidos que considera hasta cierto punto menos fundamentada que las ideas de los dos grandes antillanistas José Martí y Eugenio María de Hostos. En letras de Héctor Incháustegui Cabral , el arielismo unió a los intelectuales en una especie de credo político cohesionante del movimiento nacionalista que se oponía al invasor yaqui.
Como caso muy único de los dominicanos, los intelectuales arielistas nuestros encontraron en la dictadura de Trujillo la verdadera expresión de un Estado centrado en el Ariel. De ahí se entiende el porqué del alejamiento de Pedro Henríquez Ureña ante esta ola de justificar al arielismo en donde primara la calidad contra la tiranía de la cantidad y que justificaba al totalitarismo como una realidad ante la posibilidad de no entender, taxativamente, a una democracia, bien asimilada, y que, en todo caso, deja fuera al pueblo de las participaciones y toma de decisiones.
Cabe la posibilidad de que la partida de nacimiento del ideal de superioridad latinoamericana expresada en el Ariel haya tenido lugar en la derrota de España en la guerra con Estados Unidos en 1898. El influjo de las ideas arielistas y la conversión del hispanismo en instrumento de la política exterior de España bajo Franco, poniendo especial atención en los valores de disciplina, el orden, la autoridad, la familia y el catolicismo que siembran la idea de una admiración por todas las cosas hispanas y la creencia de que Iberia y Latinoamérica forman una raza separada, única y superior que se fortalece cuando devienen las ideas de la década del 30 del Siglo XX asociadas al Darwinismo Social, a la Eugenesia ( Sir Francis Galton ) y otras teorías de la superioridad racial.
Vincular los postulados arielistas a la República Dominicana es altamente arriesgado y hasta paradigmático, debido a la historia de espaldas a Haití que hemos construido. Puedo afirmar que casi se desarrolla una ideología racista anti haitiana que ha creado ronchas históricas y sociales, convertida en impedimento para el desarrollo de agendas que construyan una auténtica consolidación de un clima de tolerancia a los derechos fundamentales. Puede ser urticante traer a colación el hecho de que muchos dominicanos, incluido el expresidente Joaquín Balaguer, hayan justificado las limpiezas étnicas auspiciadas por el Estado, tratando de sostener la idea de que con un trato poco humano y con cierto dejo de violencia, repatriando a unos apátridas-contradictoriamente-se está legitimando la autodeterminación y autodefensa de lo nacional.
Es casi una nueva versión de la teoría de la conspiración el guion de la obra La isla al revés de Balaguer, en donde se husmea el arielismo en versiones de izquierda, como de derecha , en la hilazón de un discurso nacional, no propositivo, en donde a lo sumo se recurre a una idea de defensa a lo nacional ante la posibilidad de tener que asumir una postura racial.
Los pecadores penitentes ante este discurso hegemónico y de separación de ideas conjuntas son los historiadores liberales que han dejado todo el escenario a la historiografía conservadora, renunciando a sus compromisos intelectuales, de personas públicas, convirtiéndose en consumidores de las posturas de los ultranacionalistas autoritarios, dejando a ellos trazar las agendas nacional e internacional , en ocasiones, sin poder exponer sus puntos de vistas ante la realidad de construcción de una nueva élite que asuma el verdadero estado de derecho que norma la constitución.
En Nuestra América, José Martí, resume esa idea antinorteamericana que no le permite ver todas las aristas de apertura a un nuevo concepto de mundialización y planetización. Con afirmar: Nuestro vino es agrio, es de plátano, pero es nuestro vino” deja bien claro que es abanderado de una postura arielista con sesgos y reduccionismos que nada dejan para la posibilidad de construir un proyecto regional, multinacional, y de connotación geopolítica consensuada. Hay que entender que, al vino, en ocasiones, hay que perfeccionarlo cambiándole las barricas, las uvas y la temperatura, porque, de lo contrario, seguirán siendo agrios y amargos.