Primeros meses de 1966
El 4 de abril de 1966, la Revista Ahora, en su número 026, la cual puede leerse en el link https://es.scribd.com/document/157303832/Revista-Ahora-0126, bajo la firma del periodista Miguel A. Hernández, hizo una larga exposición del asunto de Pedro María Pimentel y Juan Bosch. Un gran titular indicaba que “Este hombre ha tejido una serie de mentiras” citando a una declaración del fiscal Euclides Marmolejos y añadía que era “un hombre astuto, inteligente y cínico”. Más aún, Marmolejos indicaba que la prensa “ha pintado a Pimentel como el Mesías” dominicano y a los jueces como “Pilatos” de la justicia contemporánea. Los alegatos de Marmolejos fueron largos y específicos, y se refirió a la prensa de manera crítica al decir que “un sector de la prensa opina que el uniforme que vestía Pimentel estaba deteriorado, raído y que fue encontrado en un basurero, nosotros podemos opinar, sin equivocarnos, que ese uniforme no estaba deteriorado ni estaba raído, ni que fue encontrado en un basurero.” Al editorial de El Caribe en que se preguntaba si era un delito la pobreza, Marmolejos señaló “No, señor editorialista, no es un delito, pero cuando el pobre comete delitos escudándose en la pobreza, entonces sí es un delito. Y los tribunales están para aplicar la ley. Recuerde esto, tómelo como lección: el que roba es porque no tiene y quiere disfrutar de lo ajeno. El artículo 475 del Código Penal dice: ‘el que sustrae fraudulentamente una cosa de otro, se hace reo de robo.’ Entonces, como no es un delito y roba, ¿hay que dejar al ladrón en libertad? Y recuerde también que el rico cuando roba tiene otros nombres: ‘cleptómano’, ‘vivo’, ‘astuto’, ‘sagaz’. El editorialista no conocía los hechos, no tenía conocimiento de causa, y acusa a otros de arbitrarios y parcializados.”
Finalmente, Pimentel fue condenado a seis meses de prisión, según sentencia del juez Pedro Jiménez Dájer, por violación del artículo 259 del Código Penal, lo que nuevamente mereció observaciones de El Caribe, que también fueron comentadas por el fiscal al decir que “todos los días –como quedó evidenciado la semana pasada con la condena del joven campesino vegano Pedro María Pimentel—se pasan en los tribunales causas penales a personas que no cuentan con abogados defensores”, que el editorialista “ignora que en nuestro país todavía el Superior Gobierno no ha creado los abogados de oficio en materia correccional, pero única y exclusivamente en material criminal. ¿Se imagina, señor editorialista, el tremendo problema que acarrearía a la clase de la toga y el birrete, la creación de semejantes abogados de oficio? Yo creo –y no sé si estoy equivocado—que las personas que se dan a la tarea de escribir editoriales deben hacerlo con el fin de ilustrar a la opinión pública, jamás tratar de confundirla creando opiniones adversas”.
Para terminar, Marmolejos sugirió “¿por qué el editorialista de El Caribe no sugiere en su columna que se modifique el Código Penal Dominicano, señalando las lagunas existentes en nuestro código represivo? Sepa, señor editorialista, que nosotros, miembros de la justicia, no miramos ni caras ni uniformes, ni condiciones sociales, ni partidos políticos, para aplicar la ley. Si esto no le basta, elija la televisión para discutir frente al pueblo el derecho a la Justicia, para que el soberano se dé cuenta, sin tapujos, quiénes son y quiénes quieren justicia y quiénes no”.
A todo lo que se había dicho en el juzgado, el acusado se limitó a decir que “yo no entiendo de política, no pertenezco a ningún partido y estaré con el que quede arriba en las elecciones, aunque sea Juan Bosch, pues no soy su enemigo ni he pensado nunca en hacerle daño a él ni a nadie.” El autor del escrito indicó que “quien así se expresaba era un joven labriego con todas las trazas del campesino rústico, pero de una vivacidad e inteligencia natural propias del más hábil para engañar o evitar un desengaño.”
Pimentel logró que alguien se condoliera de él, el doctor Jorge Muñiz Marte, quien diligenció la fianza del detenido. Muñiz había expresado que “por principio de justicia lo voy a defender, y cuando se le preguntó que quién pagaría el importe de la prima de la fianza que estaba gestionado para Pimentel, expresó “le estoy obsedido el sentido de la justicia; ni la Asociación de Abogados ni nadie se ha presentado a defender a ese pobre diablo.”
El periodista termina su reseña indicando que “todavía no se sabe en realidad lo que sucedió en el sonado caso de Pedro María Pimentel. ¿Dijo la verdad a los hombres-rana, a la Policía, a la justicia o a la prensa? El interés y la defensa despertados por su caso en un sector de la prensa, así como su acaparamiento del interés de algunos círculos políticos y diplomáticos nacionales y extranjeros, perfilan sin embargo el asunto como algo que no termina necesariamente en el juicio contra Pimentel por usar indebidamente un uniforme militar, sino que va más allá. El trasfondo de la cuestión, sin embargo, quizás sea difícil desentrañar. Así sucede siempre que poderosos intereses se mueven tras los entretelones de cualquier trama o conjura.”
Reflexión: un campesino, de un campo de La Vega, analfabeto, pone en jaque al intelectual más culto e inteligente del momento que al mismo tiempo fue un político presidente de la república. Dicho campesino es motivo de largas lecciones de derecho y de interpretación del Código Penal de reconocidos juristas. La principal revista del país le dedica 8 páginas de una de sus ediciones, y el protagonista, el campesino analfabeto de La Vega, es la portada de la misma. ¡Dicha montaraz persona hace pensar en sofisticadas conjuras, pone a mover poderosos intereses, según un informado periodista! ¿Escándalo político? ¿Es posible todo esto? Sí. Aquí, en República Dominicana, sucedió….
Continuará la próxima semana