Una de las características del arte “contemporáneo” es que intenta impactar mediante propuestas de alto voltaje para, con el shock, electrocutar al espectador.

Illma, que es el seudónimo de esta muchacha, nació el otro día cuando se cumplió el V Centenario de la llegada de Colón y secuaces y, cuando empezó a dejarse de celebrar “su hazaña”.

Brisbane es la tercera ciudad más grande de Australia, al borde este del país, al lado del río que lleva igual nombre. Aunque allí hay numerosas escuelas de arte y museos, como el de GoMA de Queensland, Illma se fue a vivir a Los Angeles (sin acento) California donde siguió su carrera en Arte. O se la llevaron sus padres (tarea pendiente).

El “éxito” en esta disciplina, o indisciplina, está ligado a la fama, algo que es alimentado por los coleccionistas millonarios y los mismos museos. La juventud no se conforma con el verdadero éxito que es la felicidad de pintar, de crear, disfrutar, vivir. Por eso recurre a mecanismos extravagantes para relucir y conseguir esa fama sin importar, necesariamente, la calidad de la obra. Ejemplos se tienen por gran cantidad desde aquel orinador de Marcel Duchamps, que nunca podía ser considerado arte en ningún museo serio y con apego al respeto a los artistas y al arte. Fue seguido por los llamados contemporáneos. La culpa no es de los jóvenes, es de la vagabundería que se instaló en la cima de esos museos y casas de subasta para convertir el arte en una simple mercancía.

Perdonen la interrupción de esta llamada:

-Hola Mercader, mi nombre es Pedro Luna y tengo una industria que exporta mierda en lata. La etiqueta, MIERDA LUNA, le pedí a un joven pintor frustrao para que le haga una ampliación, la enmarque y la lleve a un gran museo (muy conocido e importante) cuyo director ya recibió de mi parte una buena suma de dinero. Él está esperando la obra, la flamante obra, para colocarla en un sitio visible. Cualquier parecido a la “hazaña” de Warhol con sus etiquetas de sopa, Coca-Cola, Brillo… es una coincidencia, pero uno aprende a hacerse el vivo. Gracias.

Otros jóvenes continuaron, en un gesto “muy creativo”, como el caso de Fabián Chairez, el mexicano que llevó a la bienal de 2014 de su país, un retrato de Zapata montado en un caballo, desnudo y con zapatos de taco. Eso armó un escándalo y al otro día don Fabián saltó a la fama. Como él, había muchísimos con obras de mayor calidad artística, pero el chisme y la indignación de México, las opacaron. Él disfrazó su discurso con “la denuncia” al machismo, pero en el fondo lo que él defendía, lo que tiene derecho, era su homosexualidad, la que no puede estar, por más denuncias panfletarias, por encima del Arte en sí.

Lo mismo ha hecho Illma, cuyo talento artístico es innegable, aunque no se compara con el de Jenny Saville, que a pesar de su talento y fama, paradójicamente, no se conoce tanto, quizás por no haber pintado la Reina Isabel en cuero y montando bicicleta, como Titina.

¿Cómo logró la notoriedad Illma? En medio de la turbulenta campaña electoral de los Estados Unidos, con un Biden fuera de sus cabales, apoyando a un imbécil como Zelinski y sangrando las arcas, con su apoyo financiero a guerras inútiles e innecesarias. Y, por otro lado, o al mismo tiempo, Trump, acaparó toda la atención , hecho que Illma aprovechó para hacer un retrato desnudo que fue prohibido… mejor para ella… y luego exhibido en la galería de arte contemporáneo británica Maddox en el barrio rico de Mayfair. Gracias a ese retrato, igual que el Zapata, todos los museos la buscan y el valor de su obra aumenta y probablemente sea tan famosa como Mauricio Cattelan y su “guineo con tape”.

La diferencia es que a Illma, un grupo de fanáticos de Trump la interceptaron, la acosaron y la golpearon.
La obra que ha realizado Illma muestra una formación académica y una evolución positiva que ella no puede contaminar con el afán de notoriedad.

El artista no es ajeno a la realidad social que vive y en muchas ocasiones esta influye o invade la obra, lo que no es una cuestión imprescindible para el arte.

La homofobia, la misoginia y el machismo pueden estar presente como denuncia, pero que ellos estén no le confieren a una obra un valor artístico, necesariamente. El lenguaje y la maestría del arte tiene su propio eje y el panfleto y la propaganda barata no agrega valor automáticamente.

Los campos del arte están bien definidos desde hace tiempo aunque la mediocridad y el comercio han querido interferir por intereses para destruirlo. La decoración siempre fue decoración aunque hoy quieran llamarla “instalación”, al igual que el arte publicitario. Una etiqueta será siempre una etiqueta aunque Warhol diga lo contrario. Si fuera así cerremos las escuelas de arte y que los estudiantes solo expongan etiquetas, que hay bastantes.

La baja formación de los llamados “curadores” y las casas de subastas, han querido convertir el arte en una actividad banal y bananal.

No es artista quien dice serlo, quien se autoproclama o es proclamado por un coleccionista interesado, como tampoco se es arquitecto, ingeniero, sin estudios. Me repito porque Illma también es una repetición, en una versión muy “mejorada” de Warhol que no solo no tenía conocimiento ni formación artística, sino que su “obra” fue realizada por sus empleados en la fábrica de basura que invadió los museos.

Al retrato de Trump, vendrá el de Xi Jimping en cuatro patas, el de Putin, pero no el del general del “army” norteamericano.

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