“La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones”
Albert Camus, La peste, 1947
Las enfermedades epidémicas han sido una constante amenaza para la salud de los pueblos. En América el equilibrio sanitario quedó alterado a partir de 1492, tras el contacto con los europeos al introducir agentes patógenos exóticos, por una parte y, por otra, nuevas poblaciones que, a su vez, experimentaban infecciones por agentes patógenos para los que carecían de defensa. Desde finales del siglo XV y a lo largo del siglo XVI las epidemias impactaron la demografía y la vida política, económica y social en América.
Durante los siglos XVII y XVIII las epidemias continuaron provocando estragos en la población. Se sucedieron pestes implacables que causaron estupor por el número de víctimas y destrucción de poblaciones. Hubo epidemias entre los ingleses de Virginia probablemente de viruela o fiebre amarilla (1617), epidemia de influenza en Nueva Inglaterra (1647), fiebre amarilla en Guatemala y Yucatán (1648), viruela en Guatemala (1680), epidemia de tifo en algunas colonias inglesas en Norteamérica (1698), fiebre amarilla en Veracruz, México (1699), viruela en Guatemala (1733), sarampión en Guatemala (1769), fiebre amarilla en New York (1795) y fiebre amarilla en Filadelfia (1797). También hubo diversas epidemias en los Virreinato de Perú, Nueva Granada y el Virreinato del Río de la Plata.
El Caribe insular durante el siglo XVII y XVIII se vio afectado por epidemias de fiebre amarilla, sarampión, influenza y viruela que influyeron en su dinámica social y económica. En Cuba el siglo XVII inició con una epidemia no bien precisada en el año 1603 y luego otra en 1621 recogida en la literatura de la época como peste, aunque probablemente se trató de algún brote de paludismo. En 1637, hubo una epidemia de sarampión, y otra de viruela en La Habana. En La Habana en 1649, 1652 y 1654 se registró una epidemia de fiebre amarilla. En 1677 apareció una epidemia de viruela que continuó afectando hasta 1684. Este siglo finalizó con una epidemia de fiebre amarilla en La Habana y Santiago de Cuba. El siglo XVIII fue muy activo en cuanto a enfermedades infecciosas se refiere. En 1709 la fiebre amarilla y la viruela provocó estragos en San Juan de los Remedios. En 1718 existió mucha viruela entre la población esclava africana en las plantaciones y hubo epidemias de sarampión en 1727, de viruela en 1730 y 1770 y de fiebre amarilla en 1733, 1738, 1742, 1761 y 1794.
En Puerto Rico entre 1625-1700 se registraron uno de los niveles más bajos de población en su historia, por diversas razones, entre ellas las enfermedades epidémicas. En 1648 se desató una epidemia desconocida llevada por soldados de la guarnición de San Martín. En 1681, 250 personas murieron por viruela. En 1689 una epidemia de viruela provocó la muerte a más de 700 personas. En 1720 luego de dos años de huracanes y lluvias torrenciales, Puerto Rico sufrió hambruna y una epidemia que causó grandes estragos.
En Santo Domingo, los siglos XVII y XVIII fueron escenarios de distintos brotes infecciosos que a pesar de que ofrecen al historiador un enfoque excepcional sobre las características de la vida cotidiana de la época ha sido escasamente abordados por la historiografía dominicana. Durante el siglo XVII, llamado por varios historiadores como el “siglo de la miseria” la colonia española de Santo Domingo se vio inmersa en una permanente crisis económica, demográfica y social. Entre 1650 y 1680 Santo Domingo fue víctima de diversas epidemias que influyeron en la situación de crisis. A las epidemias hay que agregar huracanes, terremotos y sequías que agudizaron esta situación y diezmaron a la población de esclavos y provocaron un bajo índice de crecimiento de la población en general. En 1651 una epidemia acabó con una parte de los esclavos negros y en 1660 una epidemia de viruelas mató a más de 1,000 personas, incluidos 500 esclavos.
A partir del año 1666 la colonia empezó a sufrir una prolongada epidemia de viruelas, agudizada, como apuntan los historiadores con sarampión y disentería, y casi seguro con muy escasos recursos médicos para hacerles frente. En 1666, una plaga secó la mayor parte de los árboles de cacao y una epidemia de viruelas diezmó la población de la colonia. El sacerdote e historiador José Luis Sáez partiendo de las fuentes del Archivo Histórico del Arzobispado de Santo Domingo establece en su trabajo La epidemia de viruelas en Santo Domingo, 1666-1674, que en la ciudad de Santo Domingo murieron 225 personas en 1667, 198 en 1668, 776 en 1669, 139 en 1670, 164 en 1671, 173 en 1672, 233 en 1673 y 171 en 1674.
Al margen de la discusión en torno a si los virus y las epidemias distinguen entre ideologías, clases y territorios, es necesario apuntar que estas epidemias afectaron no solo a la población esclava, a los niños y a los sectores más pobres de la colonia, sino también a figuras prominentes de la ciudad de Santo Domingo. Entre 1666-1674, perecieron figuras como Francisco de la Cueva Maldonado, arzobispo de Santo Domingo (1667); Gaspar Vélez Mantilla, oidor de la Real Audiencia (1668); el capitán Juan Rodríguez de Alvarado (1668); el padre Luis Vergel, S.J., rector del Colegio de la Compañía de Jesús (1668); Diego de Soria Pardo, tesorero de S.M. (1669); el capitán Lorenzo Solano Maldonado, alcalde ordinario de Santo Domingo (1669); el sargento mayor Fernando de Moronta Fernández de Fuenmayor (1669); el fiscal don Juan Pizarro Cajal y Monroy (1670); Pedro Serrano Pimentel, regidor de la ciudad de Santo Domingo (1671) y Pedro Nieto Laguna, regidor de la Ciudad de Santo Domingo (1674).
Las epidemias continuaron afectando Santo Domingo. En 1677 hubo una epidemia de disentería. También, la fiebre amarilla atacó de nuevo Santo Domingo en 1733 y la viruela en 1774.
¿Influyeron las epidemias en los procesos políticos y sociales del siglo XIX y XX? ¿El recuerdo histórico del impacto social de las grandes epidemias en el pasado puede aportar algunas lecciones a nuestro presente? Lo analizamos en la siguiente entrega.